La ley de Dios revela lo que Dios es. Interpreta y demuestra la verdad del ser de Dios en términos en que la consciencia, dondequiera que se halle, pueda comprender. En este planeta la consciencia es predominantemente humana, y el lenguaje de la consciencia humana entraña el conflicto entre el bien y el mal. De manera que la ley de Dios interpreta y demuestra, en términos del triunfo del bien sobre el mal, que Dios es Todo y que Su bondad excluye al mal.
En la realidad absoluta — en el universo de Dios — Dios es el único Principio, la única Mente, la única Alma. Todo lo que existe está en y es de este Principio, Mente, Alma, y el hombre es la concepción, el resultado, la emanación de este infinito Uno. En Dios y el hombre, entonces, no hay imperfecciones, no hay pensamientos o actos que no sean inteligentes, no hay individualidades además del único Yo soy, que refleja su propia individualidad infinita. Mas para que la consciencia humana comprenda todo esto, tiene que atestiguar el triunfo de la perfección sobre la imperfección, el triunfo de la inteligencia sobre la falta de inteligencia, el triunfo de la actividad del Amor sobre el testimonio del egoísta egotismo.
Durante siglos la Biblia ha sido, para gran parte de la humanidad, la guía básica para la fe y la esperanza porque muestra cómo la ley de Dios ha interpretado la inmaculada verdad en términos humanos. Habla sobre la destrucción de las fuerzas egipcias cuando perseguían a los israelitas a través del Mar Rojo; acerca de Elías que con su sagacidad no sólo sobrepasó la astucia de los profetas de Baal, sino que los aniquiló; acerca de David que afirmó que Goliat no tenía poder porque estaba desafiando al ejército de Jehová, y después demostró lo que había afirmado enfrentándolo sin armadura, tan sólo con una honda de pastor, y derrotándolo. Éstos y muchos otros incidentes que se relatan en el Antiguo Testamento, declaran vívidamente el hecho de que Dios es verdaderamente Todo y que todo lo que quisiera parecer oponerse a Dios, en realidad no sólo no tiene poder, sino que es inexistente. En cada caso, pese a que la oposición parecía formidable, ésta fue incapaz de resistir la prueba de la verdad.
Hay también relatos de curaciones de enfermedades en el Antiguo Testamento, pero más de estas curaciones ocurren en el Nuevo Testamento, donde Jesús sanó a multitudes de “toda enfermedad”. Mateo 4:23; Y, por supuesto, Jesús mostró finalmente la total irrealidad de todas las pretensiones de que pueda haber un Principio, Mente, Alma, aparte de Dios. Consintió en que aquellos que se opusieron a la verdad acerca de Dios y del hombre lo condenaran mediante falsas acusaciones, que lo escarnecieran y que lo crucificaran. Después salió de su sepulcro como prueba viviente de que el odio a la verdad no tiene poder y que la muerte es irreal.
No hay un punto donde la resistencia a la curación por la Ciencia Cristiana sea más evidente que en el punto en que la verdad espiritual debe ser interpretada y demostrada en términos humanos. A medida que encaramos esta resistencia dentro de nosotros y comprendemos la función esencial de la ley de Dios, progresamos en nuestra práctica de Ciencia Cristiana. En todo caso en que se necesite una curación, el hecho espiritual de la totalidad y bondad de Dios es la verdad que sana. Pero lo que Dios reveló a Mary Baker Eddy como la Ciencia del Cristo — la Ciencia Cristiana — es la ley por medio de la cual se traduce ese hecho espiritual en términos humanos. Para ser Científico Cristiano uno debe comprender y practicar la Ciencia Cristiana como la Sra. Eddy la define: “Como la ley de Dios, la ley del bien, que interpreta y demuestra el Principio divino y la regla de la armonía universal”.Rudimentos de la Ciencia Divina, pág. 1;
Personas de muchos credos religiosos han tenido curaciones mediante la oración y mediante la fe, pero la Ciencia Cristiana muestra exactamente la manera en que Dios cura mediante Su ley, de modo que no sólo debemos orar y tener fe sino que debemos practicar la ley que sana. Dicha práctica entraña no meramente el acercarse más a Dios, sino el encarar la situación humana. Entraña ver en la condición humana aquellas cualidades que son cualidades de Dios, y reconocer la invulnerabilidad de éstas. Cuando el Principio divino y la regla de la armonía universal son interpretados y demostrados en términos humanos, quienes estén procurando sanarse obtienen su curación. La consciencia humana lo ve como un enfrentamiento entre la creencia material y la realidad espiritual — el mal en contra del bien. Y la victoria que inevitablemente resulta ilustra a la consciencia humana la totalidad y bondad del Principio, Mente, Alma únicos, y la perfección de la idea del Principio: el hombre.
En sus escritos la Sra. Eddy pone en claro que la materia y sus pretensiones son irreales, y que tiene que comprenderse que es así si hemos de tratar un caso apropiadamente. En La Unidad del Bien escribe: “Decir que existe una pretensión falsa, llamada enfermedad, es admitir todo lo que la enfermedad es; pues la enfermedad no es más que una pretensión falsa. Para ser sanado, hay que perder de vista una pretensión falsa”.La Unidad del Bien, pág. 54; No obstante, el estudio de las palabras “sanar” y “sanado” en las concordancias de los escritos de la Sra. Eddy indica un sentido dinámico y práctico del proceso curativo. Es particularmente interesante buscar en estos escritos alguna declaración al efecto de que no hay nada que sanar.
La Sra. Eddy pone en claro la necesidad en la práctica de la Ciencia Cristiana de encarar el estado del pensamiento del paciente. Dice en Ciencia y Salud: “La enfermedad no es ni imaginaria ni irreal, — es decir, no lo es para el sentido equivocado y atemorizado del paciente”. En el mismo párrafo habla del mal uso de la curación cristiana por quienes sólo conocen superficialmente la Ciencia, y agrega: “En vez de efectuar la cura de un modo científico, dirige un fuego cruzado sobre todo lisiado o enfermo, azotándole con las palabras frías y superficiales: ‘Usted no tiene nada’ ”.Ciencia y Salud, pág. 460;
Si tenemos dificultad en sanar un caso o en lograr nuestra propia curación, es conveniente preguntarnos si estamos reconociendo la ley y su función. Quizás estemos declarando la totalidad y bondad de Dios y reconociendo un Principio, una Mente, un Alma, con su perfecta expresión, el hombre. Pero hay más que necesitamos hacer. Necesitamos saber hasta qué grado las hordas de creencias en causa y efecto materiales, en el tiempo, y en la vulnerabilidad humana, como también las sugestiones que provienen de creencias médicas, nos parecen reales a nosotros o al paciente.
Jamás edifiquemos estas falsas creencias en el pensamiento del paciente hablando acerca de ellas, y jamás les dediquemos tan siquiera un momento de poder, sino comprendamos que la ley de Dios interpreta la realidad espiritual en los términos mismos que el paciente está pensando y sintiendo. Esta ley encara los temores del paciente con la certeza de que un solo Principio lo gobierna todo, encara su concepto de edad y tiempo con la consciencia de eterna inmortalidad, encara sus sentimientos de incapacidad con un torrente de ideas inteligentes y poderosas provenientes de la Mente. La ley de Dios dice a cada individuo que busca curación por la Ciencia Cristiana que la armonía universal es la regla del Principio divino y que esta regla se interpreta aquí y ahora al eliminar el temor, el dolor y cualquier condición mala a fin de que aparezca el bien. Pues el bien es real, lo único que es real — siempre.
Una curación en la Ciencia Cristiana es la declaración de un hecho. Es una declaración vívida en el lenguaje de quien necesite comprenderla. Pensar en estos términos no es aguar la metafísica sino practicarla. Y esta práctica exige buscar y anhelar comprensión — mucho más que la mera expresión de abstracciones. Exige que aprendamos a decir a los males mentales: “Sal de este hombre”, Marcos 5:8; y a quienes estén postrados en cama: “Levántate y anda”, Ver Mateo 9:2–7. como Cristo Jesús lo dijo, y jamás quedar satisfechos hasta que nuestros resultados sean tan seguros como los de él. Creer que no debemos pensar en curación cuando estamos declarando las verdades de la Ciencia Cristiana porque no hay nada que sanar, es ignorar la oportunidad de declarar las verdades de la Ciencia Cristiana en sus términos más claros.
En realidad, una curación en la Ciencia Cristiana es una experiencia bendita. Más que un efecto de pensamiento elevado, es en sí misma una elevación del pensamiento por encima de lo físico hacia lo metafísico. La pretensión de la enfermedad es que la materia está enferma. Pero la Ciencia expone esta pretensión como nada más que una creencia, no material, sino enteramente mental. Cuando la creencia ha sido destruida con la verdad, la curación se ha efectuado. Mediante la curación perdemos de vista la pretensión de que hay una enfermedad que sanar, porque esta falsa pretensión es todo lo que hubo para la enfermedad. La curación expresa, como nada más puede hacerlo, la verdad del ser que Dios, el bien, es Todo. En lugar de decir que nada necesita ser sanado, debemos encarar la necesidad con la verdad de la totalidad y la bondad de Dios. Las curaciones silenciosas sacan tanto al practicista como al paciente de lo superficial hacia lo práctico y real. Entonces, si se pronuncian palabras en el proceso, serán palabras que procedan de la ley misma de Dios — palabras sanadoras, de las cuales puede ser que sean muy pocas las que se necesiten.
La curación en la Ciencia Cristiana jamás es cuestión de manipular la mente humana. No se logra con meramente decir que el mal es irreal y que el bien es real. Se logra por la acción del Principio divino, la consciencia de la Mente única, la autorrealización espiritual del Alma única. Si realmente reconocemos esta acción, esta consciencia, esta autorrealización, la vemos como la ley que interpreta y demuestra la armonía que el infinito Uno expresa en su idea, el hombre, y vemos cómo esta ley expresa la verdad en términos humanos.
La Ciencia Cristiana viene a nosotros donde estamos. Nos trae al Cristo sanador, la Verdad. Cualquiera que sea la condición que enfrentemos, cualesquiera que sean las circunstancias, a medida que veamos la interpretación y demostración de la ley de Dios, comprenderemos cómo cura Dios y atestiguaremos Su poder sanador. Si pareciera haber una imperfección, esta apariencia será corregida. La enfermedad desaparecerá. Se vencerá la incertidumbre. El odio se someterá al amor. La muerte quedará expuesta como la ilusión que es. En el grado en que estemos conscientes de lo que es la Ciencia Cristiana y la practiquemos, la perfección, la salud espiritual, la certeza absoluta, el Amor inmortal y la Vida eterna serán conocidos. La ley de Dios hace su obra. Sana.
