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Nuestra respuesta a la crisis

Del número de febrero de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando los métodos que usamos habitualmente no dan los resultados deseados, a menudo nos sentimos frustrados y atemorizados. Frente a tal crisis es bueno considerar qué fue lo que anduvo mal, teniendo en cuenta que la aparente falta de armonía no está apoyada por Dios, el Principio divino. Las crisis económicas y sociales muestran los conceptos colectivos equivocados que se tienen acerca de este Principio divino. ¿Estamos dispuestos a aprender la lección que necesitamos?

La inflación, la contaminación, las huelgas, el desempleo, el crimen y la inmoralidad generalizada señalan la creciente tendencia a adorar la materia. La búsqueda humana para encontrar satisfacción, si se dirige hacia la materia, resultará en frustración y puede fomentar la creencia en que una mayor concentración de materialismo será lo que finalmente nos satisfaga. No es de sorprenderse que este aumento en el valor que damos a los objetos materiales se refleje en precios excesivos. La crisis en la economía y el orden no es sino la manifestación visible de una escasa comprensión de lo que son los valores verdaderos; la estabilidad duradera sólo puede lograrse cuando la inflación del error se reemplaza con nuestro crecimiento en la verdad, crecimiento que nazca de una confianza cada vez más firme en el cuidado del Amor y de un mayor aprecio de los valores espirituales.

¿Acaso la expresión de la sabiduría infinita culmina en errores que condenan a sufrir a víctimas inocentes? Dios es Amor. No podemos sufrir excepto por nuestras propias equivocaciones y omisiones. La Sra. Eddy nos asegura: “El pecador crea su propio infierno, obrando mal, y el santo su propio cielo, obrando bien”.Ciencia y Salud, pág. 266;

Un día, siguiendo mi propio sentido de orientación, conduje mi automóvil a un camino sin salida en medio de un arenal. Cuando paré, encontré que muchas personas me habían seguido hasta allí. Exclamaron: “¡Creímos que conocía el camino!” Nunca es prudente seguir a los demás irreflexivamente. El consejo bíblico: “Probad los espíritus si son de Dios”, 1 Juan 4:1; nos insta a examinar los motivos y a seguir solamente el bien espiritual. La Verdad y el Amor nos liberan de las pretensiones agudas de cualquier crisis. Esta libertad puede ser nuestra ahora si obedecemos al Cristo — el poder del bien divino — y confiamos en él.

Los acontecimientos perturbadores pueden ser momentos decisivos, oportunidades para cambiar —útiles porque descubren el error básico. La Sra. Eddy nos dice: “El error mortal se desvanecerá en una catálisis moral. Esta fermentación mental ya ha comenzado y continuará hasta que todos los errores de la creencia cedan al entendimiento”.Ciencia y Salud, pág. 96; Los efectos discordantes del materialismo contribuirán a su aniquilación a medida que se reconozcan los valores espirituales y se encuentre satisfacción real en la vida espiritual. En realidad no existe ninguna crisis, porque Dios — la Vida, la Verdad y el Amor, el Principio único e inalterable — siempre está expresando Sus cualidades en el hombre y en el universo espiritual.

En la proporción en que empezamos a apreciar los valores espirituales, la situación humana se ajustará para asemejarse a la realidad espiritual, dado que lo espiritual es causativo. La época actual exige más espiritualidad. Cristo Jesús dijo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:16. La aceptación de la lozanía de la Vida, la gratitud basada en la Verdad y una confianza sencilla en la protección del Amor iluminan el pensamiento humano. La Vida, la Verdad y el Amor son reales; cuando sean entendidos y demostrados, se verá el desarrollo de toda su belleza, paz, plenitud y armonía, transformando el ambiente humano. El propósito de Dios para con el hombre nunca cambia ni ninguna crisis puede obstruir su herencia, que es la de ser la imagen del Todo infinito. Podemos estar seguros de que a medida que nos prestemos al servicio de Dios, seremos abundantemente bendecidos y veremos la gloria del cielo en el hombre. Esforcémonos por ver a cada hombre, mujer y niño como la expresión perfecta de la Mente infinita, como la manifestación de la belleza espiritual, el amor puro, la inteligencia ilimitada y la paz eterna.

No nos volvamos exclusivamente a los gobiernos en busca de soluciones para las crisis. La respuesta fundamental está en nosotros mismos. El problema colectivo de una crisis mundial requiere que se hagan esfuerzos tanto individuales como colectivos para demostrar la Verdad y el Amor. Ya hemos visto un aumento en la búsqueda general de valores no materialistas: la meta de los estudiantes de Ciencia Cristiana es ver desenmascarado todo error material y ver revelada y demostrada la perfección de Dios y del hombre. Es necesario orar para descubrir las ilusiones del materialismo y para revelar el bien espiritual tangible. La oración en la Ciencia Cristiana es un deseo consciente de conocer más la perfección, la belleza y el orden de la realidad espiritual. Este conocimiento nos hará abandonar lo falso a medida que encontremos verdadera satisfacción en la vida exenta de materialismo. Los gobiernos humanos no pueden legislar la espiritualidad; ésta debe venir de adentro y crecer por medio de la inspiración, oración y demostración individuales.

En este período de reevaluación, nuestra luz puede hacer brillar la perfección espiritual y natural del hombre, reflejando la sabiduría, el amor y el poder infinitos de Dios. Podemos confiar en que el Principio infinito, que opera más allá del alcance que puedan tener las crisis, responde a todas nuestras necesidades.

Dios, el bien, el Todo-en-todo, es la única fuente. Nuestra respuesta a las crisis, entonces, puede ser la oración: un deseo consciente y un esfuerzo espiritual por entender más de lleno y expresar más universalmente en la vida humana la totalidad de Dios.

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