Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Antes de que yo naciera mi madre ya me había dado para adopción.

Del número de marzo de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes de que yo naciera mi madre ya me había dado para adopción. Después de mi nacimiento debido a que me hallaba enferma me tuvieron hospitalizada durante tres meses. Finalmente una enfermera me llevó a la casa de mis futuros padres. El médico, que me examinó como lo requería la ley, los previno en contra de la adopción. Les dijo: “Todas sus funciones normales están dañadas; y algunas casi paralizadas. Esta criatura no durará”. “Razón de más para quedarme con ella”, respondió mi madre, una nueva estudiante de Ciencia Cristiana. “Le puedo dar la Ciencia Cristiana, y sanará mediante la oración”.

Amablemente le dijo al médico que no necesitaría más de sus servicios, y decidió que la enfermera y yo pasáramos allí la noche, y a la mañana siguiente tomarían una decisión. Mi madre me tuvo junto a su cama toda la noche, y me ha contado que ninguna de las dos dormimos. Empleó esas horas como una oportunidad para aplicar las verdades de la Ciencia. Suavemente me dijo que Dios era mi Padre-Madre; que yo era Su semejanza espiritual; que Dios era mi vida, mi salud, mi todo — y yo la miraba, mostrando que sentía el amor y la verdad que ella expresaba. Temprano a la mañana siguiente ella llamó a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me diera tratamiento. Esa mañana retuve el alimento; y lo que es más, comí todo lo que me dieron. “Dios nos envió esta nena porque podemos darle la Ciencia Cristiana”, dijo mi madre. De modo que me quedé y prosperé.

Bajo el tratamiento de la Ciencia Cristiana, todas las funciones de mi cuerpo se tornaron activas y normales. En poco tiempo estaba rolliza e irradiaba alegría. Ya no se necesitaba más tratamiento. A la edad de dos años y medio comencé a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. A través de los años he sido una consagrada estudiante de la Biblia y de los escritos de nuestra Guía, la Sra. Eddy. Nunca podré expresar suficiente gratitud a Dios por haber sido criada como Científica Cristiana. Mi primera curación fue tan completa y permanente que he continuado en buena salud en todo aspecto.

Antes de cumplir los veinte años de edad me casé con un buen Científico Cristiano, y muy pronto tomamos los dos juntos instrucción en clase de Ciencia Cristiana. Por cierto que nuestra familia ha sido testigo del hecho que esta Ciencia es tanto preventiva como curativa. Durante los años de nuestro matrimonio, mi esposo no ha faltado a su trabajo ni un solo día por enfermedad. Sólo recuerdo un incidente de indisposición, lo cual le dio la oportunidad para una buena curación.

Una tarde había salido con unos clientes cuando repentinamente se sintió muy enfermo. Lo trajeron a casa y su estado se consideraba grave. Cuando estas personas se fueron, comenzamos de inmediato a declarar las verdades científicas de Dios, quien es la Vida del hombre. Estábamos convencidos de la verdad de las palabras de la Sra. Eddy: “Toda ley de la materia o del cuerpo, que, según se supone, gobierna al hombre, es anulada y derogada por la ley de la Vida, Dios” (Ciencia y Salud, págs. 380—381). Además dice (ibid., pág. 216): “El entendimiento de que el Ego es la Mente, y que sólo hay una Mente o inteligencia, comienza inmediatamente a destruir los errores del sentido mortal y a proveer la verdad del sentido inmortal”. Eso fue exactamente lo que sucedió. En el transcurso de dos horas mi esposo estaba disfrutando de su comida como siempre, con la familia, completamente sano y sin efectos subsecuentes.

Nuestro hijo nunca pasó por las llamadas enfermedades infantiles. Llegó a ser un adulto, notablemente libre de dificultades. A su regreso del servicio en la marina de los Estados Unidos, tuvo un ejemplo notable de cirugía mental. Una mañana despertó con la garganta tan inflamada que no podía ni hablar ni tragar y con un fuerte dolor de cabeza. Estudió pasajes de Ciencia y Salud y leyó del Christian Science Sentinel, pero el malestar continuaba. Pedimos ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana. El tratamiento continuó por dos días. Aunque nuestro hijo no podía comer, acostarse, o dormir más de unos minutos a la vez, siguió luchando para vencer el temor y expresó confianza en el poder de la Verdad para sanarlo.

A la tercera noche yo estaba leyendo de Escritos Misceláneos de la Sra. Eddy, y orando devotamente, cuando nuestro hijo entró en el cuarto diciendo: “Continúa con lo que estás estudiando y orando, pues es muy eficaz”. Yo había estado regocijándome sobre un pasaje que afirmaba el poder espiritual para curar de acuerdo con el mandato de Cristo Jesús. Permanecí confiada en que el tratamiento en la Ciencia Cristiana disiparía la mentira completamente.

Pronto nuestro hijo anunció que sin dolor se le había abierto una incisión en el paladar, permitiendo la supuración y que la inflamación bajara. Pudo hablar claramente, comer y más tarde dormir. A la mañana siguiente vimos que la incisión había cerrado. No fue necesario que pasara por un período de recuperación.

Aquellos que han aceptado las oportunidades para probar la verdad de la declaración de la Sra. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 253): “La materia no puede hacer oposición a los esfuerzos justos contra el pecado o la enfermedad, porque la materia es inerte, no tiene mente” — y aquellos que han sido testigos de curaciones — conocen la magnitud de nuestro agradecimiento a Dios por la Ciencia Cristiana, el Consolador prometido por el Maestro, Cristo Jesús.


Es con gran alegría que certifico el testimonio que mi esposa ha dado y verifico sus declaraciones concernientes a mi hijo y a mí.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / marzo de 1980

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.