La violencia no tiene por qué seguir su curso desenfrenado; puede ser detenida en seco.
¿Suena esto demasiado quimérico para ser práctico?
Por supuesto que no. No existe ley de Dios que diga que el mal debe extenderse antes de gastarse. Lo que Dios ha decretado es el fin — la completa inexistencia — de la violencia, y Su veredicto continúa inalterado por siempre: “Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio”. Isa. 60:18; Quienquiera que invoque la ley de Dios de paz y libertad puede anular para sí mismo y para los demás todo aquello que quebrante la voluntad divina.
Nadie ha demostrado más consecuente y exitosamente el poder divino de contrarrestar los impulsos violentos del mal, que Cristo Jesús. Ni la posibilidad de un conflicto ni la evidencia de peligro podía arrebatarle la seguridad imperturbable de que el Padre cuida a cada uno de Sus hijos. Las malévolas conspiraciones de sus enemigos y sus intentos insidiosos de hacerle daño no lograron granjearse el crédito del Maestro. Él anuló las maquinaciones de los móviles del mal. La Biblia relata un ejemplo cuando él anticipó el intento criminal de sus enemigos. Según el relato: “Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle. Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos”. Marcos 3:6, 7;
¿A qué se atribuía el retiro de Jesús? Ciertamente su motivo no era huir por temor. El propósito de toda la vida de Jesús fue hacer la voluntad de Dios, revelar a la humanidad el reino del Espíritu divino omnipotente, omnipresente, y la consecuente impotencia e inexistencia del mal. Y podemos seguir el ejemplo que trazó.
El ponernos fuera del alcance de los móviles y designios del mal, mediante la comprensión de que estamos eternamente dentro de la esfera de actividad del Amor infinito, nuestro Padre-Madre Dios, es una defensa segura contra los presentimientos de mal y una base sólida para determinar la acción apropiada para cualquier situación. La Biblia habla de la prontitud infalible de Dios para protegernos: “Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. 1 Cor. 10:13;
¿Pero qué decir acerca de la manifiesta violencia? ¿Qué debe hacerse cuando los móviles malignos estallan en actos violentos? De acuerdo con la Ciencia Cristiana, la erupción de la violencia no tiene más validez que la de un presagio de peligro. Ambos gritos de alarma son de la mente mortal — la falsa mentalidad que cree que hay inteligencia y poder en la materia. La Sra. Eddy declara: “Los elementos reprimidos de la mente mortal no necesitan de una detonación terrible para liberarse. La envidia, la rivalidad y el odio no necesitan consentimiento temporario hasta ser destruidos por el sufrimiento; debieran ser sofocados por falta de aire y libertad”.Escritos Misceláneos, pág. 356; La amenaza de violencia desenfrenada no es señal para dejar de confiar en Dios, sino un llamado para fortalecer nuestra confianza en Él.
Nuevamente recordemos el ejemplo de Jesús, quien al principio de su ministerio enfrentó y contrarrestó una directa amenaza de violencia de las turbas. En su pueblo, una muchedumbre llena de ira lo echó fuera de Nazaret, y lo llevó hasta la cumbre del monte para despeñarle. Los testigos de esta explosión de odio bien podían haber juzgado que se estaba produciendo una “detonación terrible”, y que la violencia estaba destinada a alcanzar su punto cumbre antes de apaciguarse. Pero Jesús no albergó tal razonamiento fatalista en su comprensión de la voluntad de Dios. En cambio, pasó por medio de ellos sin ser visto y salió ileso. Ver Lucas 4:28–30;
Las verdades que Jesús sabía cuando pasó a salvo a través de la turba, están disponibles hoy mismo para que las aprendamos y utilicemos. La obra de su vida evidenció la eterna acción del Cristo, la idea verdadera del Principio divino indestructible e incorpóreo del hombre. Alcanzando un entendimiento correcto de Dios y de Su Cristo, podemos llegar a una solución duradera para el problema de violencia.
Debido a que el Cristo, la idea de Dios, está eternamente donde Dios está — en todas partes — también el Cristo está ya en la consciencia de cada persona, inclusive en la de aquella que equivocadamente recurre a la violencia. En el grado en que reconozcamos y obedezcamos al Cristo, la Verdad, en nuestra propia vida, podremos afirmar confiadamente el poder del Cristo de manifestarse en la vida y conducta de todos los hombres. Por muy violenta que parezca una persona o por muy peligrosa que pudiera ser una situación, el Cristo se manifestará por medios que llevarán a la redención de la persona y al mismo tiempo anularán el fenómeno de la violencia.
Un ejemplo de ello es cuando el Cristo detuvo a Saulo en el camino a Damasco impidiéndole que continuara su viaje en persecución de quienes seguían a Jesús. El encuentro de Saulo con el Cristo — su despertar mental a la omnipotencia inexpugnable de todo lo que es bueno y genuino — le reveló la futilidad de la fuerza física y su incapacidad para resistir el poder espiritual del Amor divino. Acostumbrado a emplear el modo de fuerza del mundo, ahora le resultaba difícil — en realidad, imposible — “dar coces contra el aguijón”. Hechos 9:5; Posteriormente, con el nombre de Pablo, escribió: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”. Rom. 12:21;
La bondad identifica la acción del Cristo en nuestra vida y garantiza la seguridad inviolable. No obstante — y esto es crucial — la bondad que nos confiere poder para vencer el mal y permanecer a salvo no es el resultado de la voluntad humana, sino la expresión irrevocable de la voluntad de Dios. Dios es el bien supremo, y nuestra facultad de ser buenos — y, por consiguiente, de estar a salvo — se origina en Dios y se manifiesta en la manera de vivir y pensar semejante al Cristo.
Para sentirnos verdaderamente a salvo necesitamos acercarnos diariamente más a Dios. Necesitamos sentir más Su presencia, Su cuidado, Su amor. ¿Cómo se logra? Excluyendo de la consciencia, mediante el poder del Cristo, los falsos pensamientos de animadversión, temor, envidia, prejuicios, orgullo, fanático partidarismo — ya sean motivados por factores personales, económicos o políticos — e imbuyendo nuestra consciencia con lo que es de Dios, lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable, bueno (ver Filipenses 4:8). Entonces, veremos que veinticuatro horas de seguridad llenan nuestro día — en la calle, en la oficina, en el hogar. La Sra. Eddy sin dejar lugar a duda afirma: “No hay puerta por la cual pueda entrar el mal, ni espacio que el mal pueda ocupar en una mente llena de bondad. Los buenos pensamientos son una armadura impenetrable; revestidos de ella, estáis completamente protegidos contra los ataques del error de toda clase. Y no sólo vosotros mismos estáis a salvo, sino también se benefician todos aquellos en quienes pensáis”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 210;
Armados con la verdad del poder y presencia de Dios, el bien, y Su Cristo salvador, estamos completamente preparados para ayudar a otros a liberarse del temor de que la violencia sea inevitable e inextinguible. Nuestra obediencia a la voluntad de Dios, a Su ley del bien para toda persona, nos capacita para ello. La Sra. Eddy escribe: “El hombre cristianamente científico refleja la ley divina, llegando así a ser una ley para sí mismo. Él no comete acto de violencia contra hombre alguno”.Ciencia y Salud, pág. 458. Y en consecuencia no puede ser atacado por la violencia.
