Eliseo demostró el hecho espiritual de que la verdadera sustancia jamás se consume. Una viuda experimentó la prueba de esta verdad a manera de una vasija que continuó derramando aceite hasta que hubo llenado toda vasija disponible. “Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Vé y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede”. 2 Reyes 4:7;
Cristo Jesús sabía que hasta la más pequeña indicación de provisión era evidencia de la manifestación progresiva del bien infinito. Bendijo cinco panes y dos peces, y cinco mil personas fueron alimentadas. “Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces”. Marcos 6:43;
¿Qué evidencia de provisión tiene usted? Por muy pequeña que sea, si reconoce que señala hacia el Espíritu infinito, usted está contribuyendo para que continúe. Puede usarla libremente para satisfacer sus necesidades legítimas.
Se puede hacer una diferencia entre utilizar y consumir. Consumir significa agotar, terminar; utilizar puede considerarse como poner algo en acción o servicio. La vasija de aceite, los peces y los panes, fueron, por así decirlo, utilizados. Fueron respuestas a las oraciones de un profeta y a las del Maestro mismo.
La mayoría del mundo ora — aunque no lo haga siempre en palabras. Esa oración con frecuencia entraña la búsqueda de algo, tal como alimento, casa o vestido. Algunas veces esas oraciones parecen no encontrar respuesta. No hay una explicación sencilla del porqué. Pero ciertamente vendrán respuestas más consecuentemente cuando la gente olvide el razonamiento materialista y gane una comprensión verdadera acerca de Dios, el Espíritu.
La observación en el libro de Santiago en cuanto a pedir mal puede tener una lección más profunda que la de simplemente enseñarnos a hacer una clara distinción entre deleites y necesidades: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. Sant. 4:3;
Sin duda, los deleites llevan a consumir. La sociedad que no se base en metas más elevadas que el consumo materialista, llegará, por cierto, a un callejón sin salida. Incluso desde el punto de vista de la economía humana, un sistema que dedica sus recursos — tanto de bienes materiales como de talentos — para artículos de consumo solamente, está en dificultades. Se necesita una investigación continua, con recursos monetarios y talentos dedicados a ella, para seguir creando y manufacturando cosas útiles para los seres humanos.
Una investigación básica es aún más necesaria cuando consideramos la economía divina, en la cual el Espíritu es la fuente de provisión. ¿Vemos que cada fragmento de bien en nuestra vida señala hacia el desarrollo de la infinitud y recurrimos a la fuente de ese bien para aprender más de las cosas espirituales? Cuando hacemos esto somos utilizadores de recursos divinos — recursos que no pueden consumirse.
Identificar el bien con la evidencia material solamente, es limitarlo a aquello que se consume o que será consumido. La Ciencia Cristiana insiste en que la investigación espiritual básica, el razonamiento metafisico establecido en la premisa de la totalidad del Espíritu, Dios, es necesaria para satisfacer las necesidades individuales y mundiales. La investigación básica sobre el nivel humano, compartir los conocimientos tecnológicos, mejor distribución de los bienes, la eliminación de los desperdicios — todo esto, por sí solo, no librará al mundo de la escasez, por muy constructivamente ventajosas que sean estas cosas.
Tiene que hacerse una demostración de recursos espirituales y de la ley espiritual para asegurar la continuidad de la provisión. Esto, por supuesto, hace de nosotros la mejor clase de utilizadores y no meros consumidores. La provisión de ideas correctas siempre permanece en la Mente; estas ideas jamás vienen a parar en la material. Las utilizamos; no las agotamos.
Aun cuando esto pudiera llevarnos a pensar que ésta es una solución más bien impráctica para satisfacer los anhelos de la humanidad, es, en realidad, de inmenso valor tanto para resultados inmediatos como para los de largo alcance.
A medida que comprendamos mejor la naturaleza infinita de la realidad, obtendremos de manera natural un punto de vista diferente acerca de nosotros mismos, y esto puede resultar en un estilo de vida bastante diferente. Cultivamos cualidades espirituales de valor permanente. Los deleites, los cuales no prometen más que satisfacción temporaria, van siendo empujados a zonas cada vez más pequeñas de nuestra manera de pensar y proceder. Empezamos a abandonar la propensión hacia un craso “consumerismo”.
Tal manera moral de vivir nos capacita para adelantar más en nuestra comprensión de la naturaleza mental y espiritual de la sustancia verdadera. “La pureza, la renuncia de sí mismo, la fe y la comprensión, deben reducir todas las cosas reales a su propia denominación mental, la Mente, que divide, subdivide, aumenta, disminuye, constituye y sostiene, conforme a la ley de Dios”,Retrospección e Introspección, pág. 28; escribe la Sra. Eddy.
Eliseo demostró la ley de la Mente que sostiene; Jesús probó la ley de la Mente que da el crecimiento. El resultado fue inmediatamente práctico para la viuda y para los cinco mil.
Estos dos ejemplos, y hay muchos otros, contravienen la suposición de que la consumible materia es sustancia verdadera. En el grado en que comprendamos que el Espíritu es verdadera sustancia y dependamos de él, seremos utilizadores de las ideas de Dios más bien que consumidores de la limitada materia.
La pregunta —¿consumidor o utilizador?— es una pregunta profunda. Pero necesita ser respondida sobre diferentes niveles. Ahora mismo podemos empezar a cambiar de dependencia en la materia a dependencia en el Espíritu y utilizar la ley del Espíritu para satisfacer una necesidad.
Sólo de esta manera podemos ver el verdadero cumplimiento de esta declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “En la relación científica entre Dios y el hombre, descubrimos que todo cuanto bendice a uno bendice a todos, según lo demostró Jesús con los panes y los peces, — siendo el Espíritu, no la materia, la fuente de la provisión”.Ciencia y Salud, pág. 206.
Una respuesta sencilla a nuestra pregunta es: dependencia en la materia nos hace consumidores y nos lleva a una clase materialista de consumo. Dependencia en el Espíritu nos capacita para conocer y utilizar la ley de Dios para beneficio de toda la humanidad.
Ésta es la manera más práctica de librar a nuestro mundo de la necesidad por una parte y, por la otra, del consumo exagerado. Para muchos, un consumo menos despilfarrador es un primer paso moral e inmediato — no un fin en sí mismo — el cual lleva a una demostración más elevada de la ley de Dios con su bendición universal.
Traed todos los diezmos
al alfolí
y haya alimento en mi casa;
y probadme ahora en esto,
dice Jehová de los ejércitos,
si no os abriré las ventanas de los cielos,
y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde.
Malaquías 3: 10
