Richard Requarth es director de entretenimientos en Arizona. Nos relató cómo conoció la Ciencia Cristiana. Este artículo es un resumen de la grabación de nuestra entrevista.
Por limitaciones de espacio omitimos aquí muchos acontecimientos que lo llevaron a aceptar la Ciencia Cristiana: su pérdida de interés en la iglesia, su esclavitud a las drogas, su alejamiento de sus padres, su decisión de dejar sus estudios preparatorios de medicina y su amistad con un Científico Cristiano en la casa estudiantil en la que vivía. Este amigo pacientemente le aclaró sus interrogantes y lo alentó a investigar la Ciencia Cristiana. Una noche después de una experiencia especialmente deprimente con las drogas que lo llevó a hacerse un profundo examen de conciencia, Richard decidió probar la Ciencia Cristiana.
Después de la primera semana de haber estado estudiando alguna literatura de la Ciencia Cristiana me sentí tan elevado, tan inspirado por lo que había leído y tan bien, que simplemente desbordé mi entusiasmo contándole a un amigo todo lo que había estado aprendiendo. Entonces mi amigo me dijo: “Bien, parece que estás listo para comenzar a leer Ciencia y Salud”.
Fue así que me enfrasqué en la lectura del libro de la Sra. Eddy Ciencia y Salud; lo leía, lo absorbía, me compenetraba con lo que decía. Empecé a aprender que la materia es una manifestación de la mente mortal — que lo que parece ser un universo de objetos materiales sólidos y de formas materiales simplemente no existe. Es sólo la inversión que hace esta mente de un universo muy real y sustancial, de un universo que consiste de ideas buenas, espirituales y eternas creadas y sostenidas por Dios, la Mente divina. Aprendí que la mente mortal es temporal. No es inmortal. No es permanente, ni siquiera real, y que cualquier curación basada en la materialidad es temporal. Mientras que el Principio, Dios, es permanente — eterno — y la curación que se basa en el Principio es completa. No se puede cambiar ni alterar.
Leí un artículo en el The Christian Science Journal sobre la nada de la materia y de esta manera vislumbré que la materia no tiene vida. Comprendí cómo la declaración de Cristo Jesús: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”, Juan 6:63; indica que el Espíritu es la fuente del ser real. Vivimos en el Espíritu y procedemos del Espíritu. Somos concebidos y creados por él. Nuestra identidad, por lo tanto, no es un cuerpo físico; está formada por ideas y cualidades que proceden de Dios: alegría, vitalidad, inteligencia y bondad. Percibí que la materia no es la sustancia que crea algo o a alguien.
Mi consciencia se iluminó. La Verdad fluía. Después de todas las drogas y de todas las depresiones y atrocidades por las que había pasado, necesitaba algo que me elevara genuinamente, y fue como si se me hubieran abierto los cielos — la luz entraba a raudales. ¡Me sentí tan libre! Una de las cosas que había buscado en las drogas era la libertad, y debido a la exaltación de los sentidos que las drogas producen, dan una sensación falsa de libertad, una sensación falsa de expansión, de relajamiento, de expresión. Dan un sentido de percepción, pero es un sentido puramente material. Se aprende más de la materia, y uno se sumerge más en la materia, así es que lo que se obtiene no es una libertad real. Es un cautiverio más profundo. Es esclavitud. Es decepción, que es precisamente la forma en que el error opera. Engaña. Miente. Dice: “Esto es maravillosamente liberador. Esto es un amor, una confianza y un entendimiento formidables — todo por medio de la materia”.
Entonces comprendí que la materia es la visión equivocada de la realidad que tienen los sentidos materiales. Estaba tratando de conocer la realidad a través de las drogas. Las drogas no me capacitaron para ver la naturaleza irreal de la materia; por el contrario, al igual que el dragón, la ilusión se infló tanto que pudo ser descubierta por lo que era — una mentira, una representación falsa de la creación de Dios. Me sentí como un niño, rebosante de alegría al percibir que la materia no es nuestra vida. Hubiera querido cantar. Comprendí que la materia no era la sustancia de mi ser. En realidad, ni siquiera podía pretender serlo. No tenía los medios — ni forma de expresión o habilidad, ni vías o avenidas.
En esos momentos estaba saliendo de la ducha y me golpeé muy fuerte una canilla. Antes de que el dolor pudiera entrar en mi consciencia, me dirigí totalmente a Dios y simplemente afirmé que el hombre es enteramente espiritual y que yo era del todo incorpóreo, y estaba completamente rodeado por Él. La curación fue inmediata, instantánea. Antes de que la sugestión de dolor pudiera tan siquiera tocarme, me sentí unido a Dios — sentí que estaba totalmente protegido de todo dolor o de cualquier sensación de haberme golpeado la pierna.
Tuve una protección total, y eso fue hondamente significativo — probaba la verdad. Muy bien, era estupendo poder andar feliz sabiendo que la materia no era verdadera sustancia, pero la prueba se presentó cuando me di contra algo tan sólido, tan material y, sin embargo, no pudo tocar mi pensamiento porque me hallaba muy consciente de que Dios es realidad — que es en donde vivimos. Pese a las apariencias materiales, el hombre mora en el Espíritu.
Empezó a llover. Me puse un par de vaqueros viejos y corrí afuera, sintiéndome totalmente gozoso. Todos conocemos la historia del hombre en la Biblia que pide dinero a Pedro y éste le dice: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy”. Hechos 3:6. El hombre se va andando, saltando y alabando a Dios. Así me sentía. Estaba alabando y agradeciendo a Dios, y sólo podía pensar en la libertad. ¡Finalmente estaba comenzando a descubrir la libertad espiritual!
Empecé realmente a estudiar Ciencia y Salud. Al poco tiempo fui a California a visitar a mi hermano. Todavía tenía problemas para abandonar el cigarrillo; no estaba libre del todo de este vicio. Había usado la voluntad humana para dejar de fumar, pero no me dio resultado. Dejaba de fumar, pero luego volvía a hacerlo. Entonces una noche salí a cenar con unos amigos, y ellos me incitaron a que tomara vino y a que fumara un cigarrillo después de la cena. Entonces fumamos marihuana y nos pusimos eufóricos, pero sentí que todo eso estaba mal. No la deseaba. No me gustaba. Sin embargo, los dejé que me indujeran a fumarla.
Llegué a casa sintiéndome bastante descontento. Después de dar unas cuantas vueltas por mi dormitorio, me di cuenta de que eso había sido una imposición. Vi con mucha claridad que evidentemente no había sido la voluntad de Dios. Dios no había querido que yo lo hiciera, y si no era Su voluntad, entonces no tenía poder sobre mí. No podía gobernarme. Fue en el momento en que comprendí que nada podía imponérseme, que toda carga desapareció. Desapareció completamente — toda creencia en el poder de esa tentación para gobernarme se desvaneció. Y eso también me liberó de la inclinación a las otras drogas. Esa curación les cerró la puerta. Y fue una lección muy importante para mí en mi progreso como Científico Cristiano.
Cuando miro en retrospección, veo que fui preparado muy apaciblemente, ¡fue un proceso tan grande de cristianización! Fue preciso que viviera y expresara las cualidades morales. He descubierto un sentido mucho mejor de armonía y dominio. He tenido varias curaciones físicas. También se me resolvieron problemas de empleo, y hasta pude seguir una carrera. ¡Estoy tan agradecido por ello! Y ahora comprendo mejor lo que significa el auténtico compañerismo. Me siento muy unido a algunas personas de una manera cristiana.
La ruptura con mi familia se solucionó rápidamente después que empecé a estudiar Ciencia. Amor era todo lo que se necesitaba expresar. Mis padres siempre me amaron. Si bien ellos no se han apresurado a aceptar la Ciencia Cristiana, el amor que me expresan sigue siendo muy profundo. Tenía yo que aprender a demostrar más amor y agradecimiento.
Hablando honesta y sinceramente, debo decir que ésta ha sido una experiencia muy apacible — aun cuando a veces me pareció atroz. Me sentía tan abandonado, tan en el fondo de un abismo, sufriendo — y, no obstante, a través de cada una de esas experiencias, he visto que Dios está aquí. Esta paz aún la siento.
