Mientras estudiaba en la universidad, el deseo de tener paz mental y curación física me impulsó a hablar con un capellán de la Ciencia Cristiana y su esposa. Durante dos años había admirado su constante alegría y su entusiasmo por la vida. Ellos me dieron un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y empecé a leerlo. Al principio no le encontraba sentido a mucho de lo que decía.
Desde niña yo había sufrido de ataques de epilepsia, y últimamente los ataques habían empeorado. Anhelaba estar libre de este mal, así que un día, al hablar con la esposa del capellán, le pregunté si la Ciencia Cristiana podía sanar las enfermedades. Su respuesta fue un inmediato y convincente “¡Sí!” Esto me animó a continuar leyendo Ciencia y Salud.
Empecé a aprender que Dios es enteramente bueno, y que el hombre Lo refleja. Mientras más claramente comprendía estas ideas, más se manifestaba el bien en mi vida.
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