Uno de los recursos más ventajosos al leer en alta voz es la pausa. Constituye el medio por el cual se puede frasear, es decir, agrupar las palabras para que cobren sentido. En Daniel 6:2: “Y sobre ellos tres gobernadores” sugiere agrupar las palabras “Y sobre ellos” en un solo pensamiento y entonces hacer una pausa allí, aun cuando la frase no lleva puntuación. El significado, no la puntuación escrita, determina la pausa.
La pausa también nos proporciona el medio de poner énfasis en algún pensamiento determinado: hacer una pausa después o antes del pensamiento involucrado, o en ambos lugares, hace que éste se destaque. Por ejemplo, en Juan 9:7: “Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo”, hacer una pausa antes de “viendo” enfatiza la curación.
La pausa puede indicar cambios: cambio de fechas, lugares, personas o circunstancias, o un viraje de lo narrativo al discurso directo o viceversa. Leemos en Lucas 15:24, 25: “... se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. Y su hijo mayor estaba en el campo...” Una pausa significativa después de “y es hallado” pone de manifiesto claramente la diferencia entre el discurso directo y la narración subsecuente. También una pausa después de “Y comenzaron a regocijarse” alerta a un cambio en perspectiva: del hijo menor al hijo mayor, de la casa al campo. Cuando una pausa denota cualesquiera de estos cambios pasa a ser una parte importante en la transición porque capacita tanto al lector como al oyente a prepararse mentalmente para un nuevo concepto.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!