El sol asomó por encima de las escarpadas montañas. En la fresca y silenciosa mañana se oyó el crujido de una ramita al romperse. Con mirada curiosa la cierva circundaba nuestro campamento. Sus cervatillos gemelos la seguían de cerca. Parcía que instintivamente sabían que tenían cierta seguridad manteniéndose fielmente a su lado.
Esto fue para mí una lección. ¿Acaso no podemos, cada uno de nosotros, sentir una confianza muy especial y cierta seguridad cuando somos fieles? La fidelidad hacia el Amor divino es una cualidad hermosa y esencial. Es un paso que conduce hacia la realidad. Si aprendemos las lecciones de fidelidad en nuestra experiencia humana, creceremos en nuestro entendimiento de que el hombre creado por Dios es mucho más que fiel. Está unido a Dios eterna y firmemente. Pero podemos darnos cuenta de esta verdad perpetua únicamente cuando se dan algunos pasos preliminares indispensables. No podemos pretender entender la realidad de la relación perfecta e inseparable del hombre con Dios si no se llevan a la práctica las más sencillas lecciones de fidelidad en la vida diaria.
Al describir los pasos que hay que dar hacia el reino de los cielos, Cristo Jesús habló simbólicamente de la necesidad de aprovechar hasta las más pequeñas oportunidades para ser así bendecido más ampliamente. Esta devoción se gana el elogio: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor.” Mat. 25:23;
¿Sobre qué “poco” podemos ser fieles? ¿Hacia qué “mucho” nos llevará esto?
Todos podemos encontrar pequeñas cosas para ser fieles en nuestra vida diaria. Para el estudiante puede ser tan sencillo como asistir regularmente al colegio. El empleado puede practicar la fidelidad haciendo un trabajo consecuente, honesto y productivo. Quien desempeña las tareas de la casa puede confiar en las tareas que contribuyen a tener un hogar feliz y ordenado.
¿Es posible que Cristo Jesús se haya referido a tareas tan comunes? Quizás sí. Ciertamente, deberíamos valorar aun esas pequeñas oportunidades. Al referirse a la obediencia, la Sra. Eddy da esta pauta a sus estudiantes: “El no estar nunca ausentes de vuestro puesto, nunca desprevenidos, nunca malhumorados, mas siempre dispuestos a trabajar para Dios — es obediencia; es ser fieles ‘sobre poco’. Si en alguna ocasión no obedeciereis, perderéis la regla científica y su recompensa: es decir, el ser puestos ‘sobre mucho’ ”.Escritos Misceláneos, pág. 116–117;
¿Qué es lo que quisiera llevarnos a ser infieles? La creencia de que el hombre está separado de Dios — que tiene una mente propia — es la base de la infidelidad. La Ciencia Cristiana llama a esta suposición magnetismo animal, o mente mortal. Cuanto más firmemente crezcamos en nuestro entendimiento de que hay una Mente y que el hombre refleja esa Mente, con tanta más fidelidad cumpliremos con nuestras obligaciones.
Los cervatillos se sintieron seguros por un acto instintivo de fidelidad. En cierta manera, estamos protegidos y seguros individualmente cuando practicamos la fidelidad; y lo mismo ocurre con la sociedad. La mente mortal tratará de muchas maneras de oponerse o resistir la tendencia del pensamiento hacia la espiritualidad. Hay algunos aspectos de falta de fidelidad sobre los cuales debe prestarse una atención muy específica por medio de la oración: la infidelidad en el matrimonio y la infidelidad para con la iglesia. Puesto que la fidelidad en estos puntos ofrece grandes posibilidades para ayudar a la humanidad, puede parecer — si no se protege por medio de la oración — que son presas del magnetismo animal.
Cada uno de nosostros puede orar con sinceridad para liberarse de la infidelidad y ser fiel en este “poco”. Podemos reconocer que el mal no tiene poder para romper relaciones humanas por medio de la tentación. Podemos confiar en el poder del Amor divino para infundir en el pensamiento la fortaleza que nos capacita para llevar a cabo las responsabilidades y tareas prometidas.
Nosotros, así como nuestra iglesia, progresamos a medida que practicamos, más consecuentemente, la verdadera fidelidad. La fidelidad demostrada en la asistencia a la iglesia, en la dedicación a nuestras tareas, en el cumplimento de nuestra obligación de practicar la curación, trae grandes bendiciones.
La Sra. Eddy oraba diariamente para sanar la infidelidad (ver The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany 220:14–18). Ella percibía que nuestro incentivo y los motivos para ser fieles estaban más allá de la satisfacción humana. “La fidelidad”, escribe, “encuentra su recompensa y su fortaleza en el propósito elevado.” ibid., pág. 341; Nuestra fidelidad nos lleva a entender el ser verdadero. Nos lleva a dominar las limitaciones de la existencia mortal. Nos permite dominar cualquier fase del magnetismo animal que pueda impulsarnos a cometer actos desleales. Nos conduce hacia una seguridad plena y permanente.
Sin lugar a dudas, la vida de Jesús es el más grande ejemplo para ver hacia dónde nos conduce la fidelidad. Su fidelidad al Cristo — su identidad inquebrantable y espiritual — lo llevó a la completa liberación de toda restricción de la materialidad. Su fidelidad al bien, aun en las cosas más pequeñas, incluía medidas que luego lo condujeron a través de la crucifixión y, más allá de la resurrección, hacia la ascensión misma.
La fidelidad es uno de los pasos indispensables que nos conducen a nuestra ascensión individual. ¿Hemos pensado alguna vez que no es tan importante cumplir con las pequeñas obligaciones que tenemos? ¿Quizás hayamos pensado que aquellos pequeños actos de bondad no contaban mucho? En base a una vida que hablaba por sí misma, la Sra. Eddy pudo escribir: “Entre los múltiples suaves repiques que habrán de resonar en el aposento de la memoria, que tantos recuerdos conserva, éste es el más dulce: ‘¡Has sido fiel!’ ” ibid., pág. 343.
A medida que avanzamos a través del desierto del pensamiento humano, podemos mantenernos fieles y conscientes del lado del Amor divino. Estaremos seguros a medida que avancemos hacia un entendimiento pleno de la totalidad de Dios.
