Hace varios años estaba ocupado en las etapas iniciales de mi negocio actual, que entonces pertenecía a otra persona. Mi remuneración era injustamente baja debido a la frugalidad extrema del propietario. Mi futuro allí no parecía ofrecer grandes perspectivas.
Durante varios años había estado interesado en la Ciencia Cristiana pero no la estudiaba con regularidad. Mi necesidad de ayuda para la situación de mi trabajo me alentó a recurrir a la Ciencia Cristiana y a leer la Lección Bíblica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana todos los días. Más tarde, me hice miembro de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y de La Iglesia Madre, y empecé a servir en las actividades de mi iglesia filial.
Durante este período tuve que aprender a ser paciente. Dado que la situación en mi trabajo no parecía realmente mejorar, tuve que poner en práctica esta admonición de Pablo (1 Corintios 15:58): “Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”.
Más tarde un hombre de negocios de mucho éxito en otra ciudad, que estaba como a trescientos kilómetros de distancia, se puso en contacto conmigo y me ofreció el doble de mi sueldo, si aceptaba administrar el negocio que acababa de comprar. Esto era muy atrayente, pero deseaba estar seguro de que mi decisión fuera la correcta — de que Dios me guiaba, y no la voluntad humana. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud (pág. 254): “Cuando esperamos a Dios con paciencia y buscamos la Verdad con rectitud, Él dirige nuestra jornada”.
Por varias semanas oré acerca de esto y ocasionalmente recibí ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana. Como resultado sentí que el curso de acción correcto era declinar el ofrecimiento y quedarme donde estaba. Al cabo de unos pocos meses la firma donde estaba se expandió, de manera que mis entradas excedieron el ofrecimiento que había recibido. Mi empleador nunca supo de ese ofrecimiento. En cierta medida, aprendí la verdad de las palabras de Cristo Jesús (Mateo 6:33): “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
Antes de emprender el estudio diario de la Ciencia Cristiana, sané — con la ayuda de un practicista — de un caso desalentador de influenza. Durante este proceso de curación también sané del hábito de fumar. Simplemente nunca quise volver a fumar. Más tarde, en otra ocasión, experimenté la curación de influenza en unas pocas horas, leyendo Ciencia y Salud. Estoy agradecido por las muchas curaciones que he tenido mediante la aplicación de la Ciencia Cristiana.
Summerville, Georgia, E.U.A.
Dejo constancia de que presencié las curaciones relatadas por mi esposo y me es muy grato verificar su testimonio. La curación del hábito de fumar fue algo adicional maravilloso que se produjo junto con la curación de su enfermedad. Creo que transcurrieron varias semanas antes de que se diera cuenta de que había dejado de fumar.
