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Practicando en voz alta

Del número de abril de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Journal


La mayoría de nosotros trabaja con empeño y ora devotamente para elegir las selecciones que hemos de leer cuando esta tarea recae sobre nosotros. Pero no es hasta que hemos leído la selección en alta voz que realmente nos damos cuenta de cómo se oye. Recordemos que la comunicación oral es muy distinta a la comunicación escrita. Los oyentes no tienen ante ellos las palabras escritas, los párrafos ni la puntuación. Pero usted sí las tiene. A los oyentes sólo les llega el sonido de la voz del lector. Cuando usted lee en alta voz, usted está traduciendo pensamientos escritos a pensamientos hablados. Para “traducir” bien, o sea, para comunicar el total significado y al mismo tiempo lograr que la lectura resulte natural e interesante y en un tono de conversación, y que no sea aburridora y altisonante, uno necesita practicar en alta voz.

Comience practicando solo porque es mucho más fácil hacerlo cuando no hay nadie escuchando. Una vez que se sienta con dominio sobre el tema y su voz y palabras comuniquen las ideas que está leyendo, entonces es el momento de pedir a alguien que lo escuche si siente que necesita esta ayuda. Si es usted Lector en una iglesia filial, es esencial que practique en voz alta con el otro Lector. Por lo menos uno de los ensayos debe hacerse en la iglesia. Pero es mejor que comience a hacerlo solo y que después practiquen ambos juntos, como un “equipo”, para cerciorarse de que la Lección-Sermón se está leyendo con coordinación.

Las ventajas de practicar en alta voz pueden ser muchas.

Primero: nada puede ser peor para una lectura, que de otro modo podría ser dada a un ritmo de tiempo adecuado, que el tratar de aglomerar ideas porque le esté a uno faltando el tiempo para respirar. Si usted ha practicado suficientemente en alta voz, sabrá entonces dónde se encuentran las frases largas, y verá exactamente cómo leerlas sin tener que pausar en la mitad de ellas para respirar.

Segundo: leer en alta voz es el mejor medio de verificar su pronunciación. Palabras o frases que le causen problemas, pueden ser practicadas aisladamente, cambiando las pausas o la entonación hasta que logre decirlas fácilmente.

Tercero: el practicar puede ayudarlo a decidir cómo comunicar exactamente el significado de una cita. Trate varias veces; varíe el tiempo de las pausas; cambie el énfasis o la inflexión de la voz; súbala o bájela — por supuesto, siempre de acuerdo con los pensamientos que esté expresando, nunca de un modo mecánico. Puede leer las obras de la Sra. Eddy y la Biblia de tal manera que logre expresar bien las diferentes fases y formas involucradas en el tema. No existe una manera “única” para leer cualquier pasaje porque la lectura depende del contexto — de lo que aparece antes y de lo que aparece después — y esto a menudo cambia.

Cuarto: cuando le parezca que su lectura ya ha alcanzado el punto en que está usted comunicando bien los pensamientos, entonces, si tiene una grabadora, puede grabar su lectura. Espere algunas horas — o quizás hasta el día siguiente — para escuchar la grabación. Esto le permitirá juzgar su lectura de manera un tanto más bien analítica. ¿Ha impartido el significado? ¿Está usted vacilando o está teniendo dificultades para pronunciar? Si le parece que su lectura no se está oyendo como debiera oírse, practique en alta voz nuevamente aquellos pasajes que le están dando problemas y vea cómo resolver la dificultad. A veces esto alienta a los lectores a tomar unas pocas lecciones con un buen profesor de disertación.

Esta clase de práctica puede ser a la vez entretenida y desafiante. Otra ventaja es que usted mismo se va a sorprender al descubrir cuánto más comprende ahora lo que lee — y sentirá la inspiración que acompaña a este aprendizaje.

“Tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. Sant. 1:4.

[Del The Christian Science Journal ]

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