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Amós, el pastor profeta

[Para adolescentes]

Del número de octubre de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Amós amaba a Dios y pensaba que sus compatriotas también lo amaban. Pero cuando vio lo que sucedía en el mercado y en los santuarios, se convenció de que hacían caso omiso de Dios, y no lo comprendían. Para Amós, aquel que no buscaba a Dios y no seguía Sus caminos, carecía de paz, de satisfacción y de protección.

Amós no había sido educado para ser profeta. Él era pastor en las colinas situadas en afueras de la pequeña ciudad de Tecoa, a unos veinte kilómetros al sur de Jerusalén. También recogía higos silvestres. Ver Amós 7:14.

Para poder vender la lana y la fruta y comprar lo que necesitaba para vivir en el desierto, es muy probable que tuviese que viajar a varios mercados: Jerusalén, Beerseba, Gilgal o quizás a otros más distantes como Samaria. Los mercados (espacios abiertos situados dentro de las puertas de la ciudad) eran el centro de actividad de la ciudad. Gran cantidad de personas de toda clase, granjeros, tejedores, pescadores, y sus familias, deambulaban en el mercado. Se compraba y se vendía fruta, verdura, tejidos y alfarería. Además, allí se celebraban los juicios civiles y el recaudador cobraba el dinero de los impuestos aduaneros. Los mercaderes que traían piezas de seda, especias y joyas desde muy lejos, y otras mercancías más comunes, viajaban siguiendo las rutas de las caravanas tratando de llegar a la ciudad antes que cayera la noche y cerraran las puertas.

Amós observaba con perspicacia la forma en que se manejaban los negocios y los juicios. ¿Cómo se trataban entre compradores y vendedores? ¿Falseaban las balanzas los mercaderes de trigo para engañar a sus clientes? Ver 8:4–6. Sí. ¿Y qué ocurría en los juicios? ¿Aceptaban los jueces soborno en retribución de fallos parciales? Ver 5:12. Sí. También se escuchaban los relatos de la manera de vivir de los ricos, en confortables palacios debido a que explotaban a los pobres quitándoles su dinero. Ver 3:10.

De regreso a las colinas de Tecoa, Amós pensó largamente sobre la falta de justicia y rectitud en el trato de la gente entre sí, y especialmente en la forma en que los ricos y los poderosos trataban a los débiles y menesterosos. ¿Acaso no era esa clase de comportamiento una manera de ofender a Dios? Parecía como si sus compatriotas hebreos se hubieran olvidado del Éxodo de Egipto y del pacto que Dios había hecho con Su pueblo.

El Éxodo tenía gran significado para Amós; era un ejemplo de cómo la justicia puede triunfar sobre la injusticia y la tiranía. Ver 2:10; 3:1; 9:7. ¿Cómo se había logrado esto? Mediante el poder de Dios. Dios había hablado a Su pueblo y se había revelado a Moisés como el “Yo soy el que soy”. Éx. 3:14. El reconocimiento de Moisés de que existía un poder inteligente muy superior al ser humano, lo capacitó para ser un guía eficaz.

Por medio de esta percepción de la naturaleza de Dios como el Ego todopoderoso e incorpóreo, y la inspiración que esto le trajo, Moisés recibió los Diez Mandamientos. Amós sabía que cuando se obedecen sinceramente, estos preceptos morales aseguran la libertad de la esclavitud y dan un propósito útil y dirección. Él sabía que los que practican la justicia y la honestidad y se ocupan del bienestar de los demás cuentan con el apoyo del poder divino.

Pero los hebreos compatriotas de Amós creían que el culto a Dios tenía poca relación con su comportamiento en el mercado. Ellos evidentemente sentían que su ritual de adoración, con sacrificios de animales, mucha bebida y danza en los santuarios, les traería las bendiciones y el favor de Dios. Rehusaban reconocer que para mantener el pacto, el acuerdo que los ligaba a Dios como Su amado pueblo, era necesario observar y obedecer Sus preceptos morales.

Para Amós, una ley moral de justicia era una orden apremiante de Dios. Él sentía que ninguna nación, grupo de personas o individuo podía ser exceptuado de esta ley universal. Esta ley asegura tanto los derechos individuales como los nacionales.

Sin embargo, Amós debe haberse sentido bastante solo, pues la mayoría de la gente hacía caso omiso de los Diez Mandamientos y buscaba holgura y riquezas. Para Amós, la prosperidad registrada durante el reinado de Jeroboam II era superficial e insegura. La gente no se daba cuenta de que al descuidar la obediencia a los Mandamientos, se estaban separando del poder de Dios. Se estaban encaminando al desastre, a la destrucción de su nación. ¿Cómo podía él hacerles entender esto? Amós sabía que Dios le había hablado. Él había sentido la presencia de Dios. Había oído las palabras: “Vé y profetiza a mi pueblo Israel”. Amós 7:15.

Él iría a Bet-el, el santuario del rey, en donde se estaba celebrando una fiesta y les comunicaría su mensaje. ¿Le escucharía alguien? Seguro de que Dios lo estaba guiando y convencido de la necesidad de su misión, Amós caminó unos cuarenta kilómetros desde Tecoa hasta Betel. Una vez allí, en medio de los festejos y de las ceremonias, el pastor, vestido sencillamente, les habló. Le dijo a la gente que Dios no quería que se reemplazara el comportamiento moral con fiestas y sacrificios. El comportamiento moral era esencial en todo lo que ellos hacían. Refiriéndose a las naciones vecinas de Israel, Amós proclamó en el nombre del Señor que ninguna nación estaba por encima de la ley moral. Ningún individuo o pueblo estaba exento de seguirla. A pesar de que la severa denuncia de Amós respecto a la conducta de las naciones, una tras otra, y aun de la de Israel, puede parecer dura, ¿acaso no tenía el propósito de advertirlos y despertarlos? Amós exhortó a quienes le escuchaban a enmendar sus actos y les declaró qué les exigía Dios a ellos: “Corra el juicio [justicia] como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo”. 5:24.

Refiriéndose al reinado del rey Jeroboam II, Amós profetizó la destrucción del rey. Para Amasías, el sacerdote, esas palabras significaban la rebelión contra el rey, y le ordenó a Amós que se fuera y que no profetizara nunca más en Bet-el. Ver 7:10–13. Amós regresó a Tecoa. Es probable que las palabras de Amós no hayan sido escritas en ese momento. Sin embargo, fueron recordadas y más tarde recopiladas en un libro que es el que ahora tenemos en la Biblia.

Amós se dio cuenta de que era necesario que todos obedecieran los requisitos justos y liberadores de Dios, del Yo soy revelado a Moisés. Moisés le había dado a su pueblo un concepto más claro de Dios. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Moisés adelantó una nación a la adoración de Dios en el Espíritu, en vez de la materia, e ilustró las grandes capacidades humanas del ser otorgadas por la Mente inmortal”.Ciencia y Salud, pág. 200.

¿Cómo adoramos a Dios en la actualidad? ¿Nos identificamos con las cualidades del Yo soy? ¿O nos dejamos engañar por la creencia de que no podemos o no queremos hacerlo y que nuestras acciones diarias no guardan ninguna relación con Dios? La ley moral existe y tiene poder. Aunque la humanidad decida ignorar esta ley, no puede impedir que gobierne la vida de cada uno.

Amós, el pastor profeta de Tecoa, ya lo dijo hace veintisiete siglos. Sus palabras siguen siendo verdaderas hoy en día.

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