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¿Qué es la Biblia?

Tercera parte: Moisés, un guía inspirado

Del número de octubre de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hubo una época en que un hambre severa azotó a la tierra de Canaán. Entonces Jacob envió a sus hijos a Egipto a comprar trigo y otros alimentos. Era natural que Jacob enviara a sus hijos a Egipto en busca de ayuda, pues éste era un país rico. José, hijo de Jacob, quien había sido separado de su familia por la traición de sus hermanos años atrás y vendido como esclavo, había llegado a ser un oficial muy importante del gobierno de Egipto, mas ellos no lo sabían. José perdonó el mal que le habían hecho sus hermanos, y toda la familia se unió nuevamente y se establecieron en Egipto. [Ver (1) en la sección Lectura adicional al final de este artículo.] Hablando de los descendientes de Jacob, la Biblia relata: “Y los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra”. Éx. 1:7.

Recordemos que a Jacob le fue dado el nombre de Israel, y sus doce hijos eran, por lo tanto, llamados los “hijos de Israel”. Una explicación espiritual que la Sra. Eddy da para el término “hijos de Israel” en Ciencia y Salud, es “los representantes del Alma, no del sentido corporal”.Ciencia y Salud, pág. 583. Después de varios años, un nuevo rey, o Faraón, fue coronado en Egipto, y éste no quería a los hijos de Israel. Por tanto, los oprimía y los hizo esclavos, y eran forzados a hacer trabajo pesado. (2)

Mas Dios había estado preparando a un hombre que sacaría a los hijos de Israel de la esclavitud y que les mostraría cómo podrían mantener su libertad una vez que la hubieran obtenido. Este hombre era Moisés, quien había sido adoptado por la hija de Faraón. La Biblia relata que Moisés fue educado en la corte de Faraón y que “fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios”. Hechos 7:22.

La Biblia no habla acerca de los primeros años de Moisés. Sólo podemos suponer lo que pasaba por su pensamiento. El deseo de ser fiel a su verdadero linaje parecía cada vez más fuerte en él. Porque cuando creció “rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón”, Hebr. 11:24. rechazando así la ventaja que tal posición le hubiera aportado. Poco a poco, el verdadero entendimiento comenzó a reemplazar la esclavitud del falso conocimiento, pero todavía había mucho que Moisés tenía que aprender. Tenía que aprender que la manera de resolver cualquier dificultad era mediante la oración, lo que incluye someter la voluntad humana al gobierno de la voluntad divina. (3)

Finalmente, Moisés salió de Egipto y se fue al desierto, donde conoció a Jetro, el sacerdote de Madián. Más tarde se casó con una de las hijas de Jetro y estuvo cuarenta años en el desierto de Madián como pastor cuidando del rebaño de su suegro. (4) Tampoco sabemos exactamente lo que Moisés pensaba durante ese tiempo. Pero podemos suponer que, siendo pastor, pasaba mucho tiempo a solas. Indudablemente que observaba las cosas que veía en la naturaleza. Quizás se preguntaba acerca del Hacedor de todas las cosas, el creador cuyos atributos se manifestaban en el firmamento con sus estrellas y en el desierto con sus animales.

Abraham había sido un buscador. Tal vez Moisés en el desierto también estaba buscando, usando su capacidad derivada de Dios para percibir mejor la naturaleza o carácter de Dios. Y lo mismo que Abraham, también él encontró a Dios. Como escribió el profeta Jeremías: “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”. Jer. 29:13. La misma promesa continúa. Podemos encontrar a Dios. El requisito es que seamos honrados, sinceros y diligentes en nuestra búsqueda.

Cuando Moisés finalmente obtuvo la respuesta a sus dudas, la recibió mediante revelación. La Biblia dice: “Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía”. El relato continúa: “Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema”. Éx. 3:2, 3. ¿Estaba Moisés apartándose de los viejos puntos de vista, de las viejas maneras de razonar, para ver las cosas bajo una nueva luz? Ciertamente, mediante el sentido espiritual, había vislumbrado algo de la indestructibilidad de la verdadera sustancia.

Después de esta revelación, Moisés recibió el mandato de Dios de sacar a los hijos de Israel de Egipto. Pero Moisés todavía era tímido y temeroso. Oró fervientemente y dijo a Dios que los hijos de Israel le preguntarían acerca de Él, diciendo: “¿Cuál es su nombre?”. Es decir, ¿cuál es la naturaleza de Dios? La naturaleza o el carácter de Dios le fue revelado a Moisés bajo el nombre “Yo soy el que soy”. Vv. 13, 14. Él vislumbró que Dios estaba siempre presente con él. Moisés nunca podría estar separado de Dios, quien era el único poder. Y así como Dios se reveló a Sí mismo a Moisés, así hoy en día, Dios nos revela Su poder.

Armado con esta nueva comprensión acerca de Dios, Moisés estaba listo para la tarea que tenía por delante, pues Dios lo había preparado durante los cuarenta años de exilio en Madián. Dios nunca nos exige algo para lo cual no hayamos recibido una tierna y bondadosa preparación.

Moisés sacó a los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto. La Ciencia Cristiana nos explica que Egipto, en la Biblia, a menudo representa las esclavizantes maneras de pensar que podríamos sentirnos tentados a aceptar.

Después que los hijos de Israel habían cruzado el Mar Rojo y continuado su viaje por varias semanas, al ver el desierto interminable delante de ellos, empezaron a murmurar. ¿Cómo podrían obtener alimento? ¿Dónde encontrarían agua? ¿Los había engañado Dios? En medio de todas estas escudriñantes y penetrantes preguntas, los israelitas sintieron el tierno cuidado de Dios. Él les dio maná y codornices para que comieran. Las codornices son consideradas como las aves de caza más deliciosas para comer. El maná es una sustancia parecida a la miel, y entre la gente del desierto, la miel estaba considerada como el alimento más selecto. Además de esto, tenían agua pura y cristalina que brotaba de una roca.

Aun en este monótono y poco atractivo lugar en el desierto, los israelitas vieron cómo Dios los proveía y sostenía. En realidad, ellos pudieron haber dicho: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores”. Salmo 23:5. Y la mesa estaba llena con todo lo que necesitaban, y de lo mejor que podían imaginarse. (5)

Mientras Moisés conducía a los hijos de Israel fuera de Egipto y hacia la Tierra Prometida, él se comunicaba con Dios muchas veces. (6) Estando en el Monte de Sinaí, le fue revelada la ley divina. Y lo que él entendió de esta ley divina fue expresado en los Diez Mandamientos, que se encuentran en Éxodo 20:1–17.

Para enseñarnos que estos Diez Mandamientos no eran las declaraciones arbitrarias de un mortal falible, Moisés introdujo los Mandamientos diciendo: “Y habló Dios todas estas palabras”. Estas leyes tenían su origen en la Mente divina y no en la mente humana. El primer mandamiento dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. La Sra. Eddy explica este mandamiento diciendo: “Este es el Espíritu. Por lo tanto el mandato significa esto: No tendrás ninguna inteligencia, vida, sustancia, verdad ni amor, sino aquellos que sean espirituales”.Ciencia y Salud, pág. 467.

Después que Moisés, por revelación divina, hubo dado a los israelitas el primer mandamiento, que decía que no debían tener más de un solo Dios, les indicó en los siguientes mandamientos los pecados específicos que quebrantarían el primer mandamiento. Guardar este mandamiento significa obedecer los otros nueve. De este modo los israelitas ahora contaban con reglas sencillas por las cuales podrían siempre distinguir entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto. La obediencia a estas reglas era necesaria si los israelitas esperaban mantener su libertad. Si los israelitas abandonaran los Diez Mandamientos, caerían nuevamente en un estado de animalidad y desorden.

Años más tarde, Jesús expuso el significado espiritual de los Mandamientos de Moisés, especialmente en el Sermón del Monte. Ver Mateo 5:21–48. El “No” del Decálogo de Moisés les enseñó a los israelitas a distinguir entre el bien y el mal. El énfasis que Jesús daba al amor elevó el pensamiento a un estado más espiritual desde el cual se podía reconocer más claramente la totalidad de Dios.

A los israelitas se les había enseñado lo que debían hacer en su camino de la esclavitud a la libertad y a la bienaventuranza. Tenían que actuar de acuerdo con la ley de Dios, y Su voluntad debía gobernar su vida. Nosotros, los hijos de Israel de hoy en día, estamos todavía en camino de alcanzar la completa libertad de las esclavizantes exigencias de la voluntad humana, o mente mortal. Moisés y Jesús ayudaron a la gente de su época a comprender mejor la ley divina al darles los Diez Mandamientos y el Sermón del Monte. Jesús vivió la ley de Dios tan perfectamente que fue un ejemplo para la gente de lo que significaba ser el hijo de Dios. Y en nuestros tiempos, la Sra. Eddy descubrió cómo se puede demostrar la ley de Dios, de acuerdo con el ejemplo de Cristo Jesús. Esta ley de Dios es la Ciencia Cristiana. Practicamos las reglas científicas que la Sra. Eddy nos da en Ciencia y Salud para percibir mejor la ley del Amor, que trae libertad a todos. (7)

Del mismo modo que los israelitas siguieron a Moisés, así nosotros seguimos a nuestra Guía, la Sra. Eddy, en la manera en que ella siguió al Cristo. Los israelitas aprendieron bajo Moisés que podían encontrar libertad obedeciendo los Diez Mandamientos, y nosotros podemos hacer lo mismo hoy en día. La senda de libertad está abierta para nosotros. Significa obedecer a Dios y negar la existencia de ídolos, las falsas creencias.

Al identificarnos mejor con la voluntad divina, percibimos, cada vez más, la libertad que es nuestro patrimonio como hijos de Dios. El Apóstol Pablo, campeón de la verdadera libertad, alerta a todos a defender su libertad; dice: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. Gál. 5:1.

[El próximo mes: cuarta parte: Saúl y David]

Lectura adicional

(1) Gén. 39:1–4, 7, 10, 19, 20; 41:1–16, 25–40; 42:1–13; 46:5, 6.

(2) Éx. 1:8–14.

(3) Encontrar otros incidentes en la Biblia donde la gente se vio ante dificultades y las resolvió mediante la oración.

(4) Ver en un mapa dónde se encuentran Madián, Sinaí y Egipto.

(5) Éx. 16:1–21; 17:5, 6.

(6) Ver Éx. 13:1; 14:1, 26; 16:4; 17:4.

(7) Salmo 1. Ver por qué el hombre es llamado bienaventurado.

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