La tecnología avanzada nos ha proporcionado sistemas gigantescos mediante los cuales las fuentes de energía, y los medios de transporte y de comunicación, son fácilmente obtenibles. Las limitaciones que enfrentaba el progreso de generaciones anteriores han disminuido en realidad, a tal grado, que podría parecer que son los sistemas mismos los que originan el progreso. Pero cuando un sistema de gran importancia deja de funcionar, como ocurrió en 1977 con el sistema eléctrico que abastece a la zona de la ciudad de Nueva York, la vida urbana repentinamente se encuentra en un estado más primitivo de aquel en que se encontraba antes de que el sistema fuera introducido. Debido a las lúgubres predicciones de que las fuentes naturales que mantienen a nuestros sistemas gigantescos, tales como el petróleo, por ejemplo, se están agotando, la gente se hace conjeturas sobre el caos general que podría sobrevenir si se nos privara de los niveles de vida que dependen de estos sistemas.
Pero ni los sistemas ni el personal tecnológico que los diseñan, edifican y operan, son los agentes verdaderos mediante los cuales el caos es transformado en armonía. Las Escrituras y la Ciencia Cristiana aclaran que todos los aspectos de la existencia humana son productos del pensamiento. La vida humana mejora cuando el pensamiento se acerca a lo divino o empeora cuando se aleja de él.
Si aceptamos el punto de vista materialista que dice que los sistemas humanos son los agentes del progreso, estamos haciendo dioses de los productos del pensamiento humano, y nuestros niveles de vida quedan expuestos al deterioro. Pero si, por el contrario, aceptamos el punto de vista espiritual de que Dios es el Principio único por el cual el hombre es gobernado, y que el Cristo, la verdadera idea de Dios, es el único agente del progreso humano, empezamos a descubrir la verdad de que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Rom. 8:28.
Mediante la Ciencia Cristiana podemos aprender no sólo cómo ayudar a asegurar el continuo desarrollo ordenado de nuestros sistemas y recursos, sino también cómo protegernos a nosotros mismos y proteger a la humanidad contra la contaminación mental y física que pareciera ser concomitante de nuestro progreso. La Sra. Eddy escribe: “Tal como los hijos de Israel fueron guiados triunfalmente a través del Mar Rojo, el oscuro flujo y reflujo del temor humano, — tal como fueron conducidos a través del desierto, caminando cansados por el gran yermo de las esperanzas humanas, en espera del goce prometido,— así la idea espiritual guiará todos los deseos justos en su jornada de los sentidos hacia el Alma, de un concepto material de la existencia al espiritual, hasta alcanzar la gloria preparada para los que aman a Dios”.Ciencia y Salud, pág. 566.
Dios es Verdad infinita; Él no conoce límites. Por lo tanto, no puede tener conocimiento de la materia, porque la materia es un concepto falso y limitado. Dios es Espíritu, y Su creación tiene necesariamente que ser espiritual y perfecta, ya unificada en un todo perfecto e infalible. Debido a que Él es el Todo infinito y perfecto, no puede conocer, crear o permitir una situación en la cual el hombre tenga una necesidad insatisfecha que requiera un sistema material para satisfacerla. Esto sería imposible en la infinitud del bien. Las Escrituras nos dicen de Dios: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal”. Hab. 1:13.
La escena humana, con lo que parece ser una mezcla caótica de valores espirituales y materiales, parece negar la presencia eterna de la creación espiritual de Dios. Pero los valores materiales que quisieran oscurecer los recursos infinitos del Espíritu son ilusorios. La materia, junto con los errores que surgen de la creencia de que el hombre y el resto de la creación son producto de una génesis tanto material como espiritual, es un concepto mental falso que ha pretendido mantener a la humanidad en cautiverio a lo largo de la historia humana. El hombre es eterno, espiritual y semejante a Dios. Cada vez que alguien tiene una percepción a la manera del Cristo de lo que es su verdadera naturaleza, avanza, y ayuda al resto de la humanidad a avanzar, un poco más hacia la comprensión final de que Dios lo es Todo. Cada percepción individual de la primacía de Dios mina el falso concepto abrigado colectivamente de que Él está ausente.
Cristo Jesús curaba mediante su comprensión de lo que realmente es el hombre y reconociendo que Dios sostiene constantemente a Su creación. Jesús restauró sistemas de salud humana individual al reconocer la presencia y autoridad de la Verdad infinita.
Nuestra comprensión, aun en pequeño grado, de que Dios es la única Mente y que Su creación está por siempre intacta, actúa para destruir el error y revelar un concepto más elevado y espiritual del ambiente. Este concepto más elevado nos guiará a sistemas y recursos menos materiales, hasta que finalmente la necesidad de sistemas humanos sea reemplazada por nuestro conocimiento de que por cierto moramos en el cielo.
La búsqueda de soluciones cada vez más elevadas para satisfacer las necesidades humanas, es una respuesta al hecho de que las limitaciones son ilegítimas y transitorias. El hombre es completo. No carece de nada; es ilimitado. A medida que la influencia de esta verdad nos impulsa a mirar hacia arriba y hacia afuera, debemos cerciorarnos de que miremos hacia Dios primero. Al considerar Su naturaleza infinita, se nos hace evidente que la materia y el error no pueden existir excepto como ilusiones transitorias. A medida que purificamos nuestro pensamiento negando la presencia o influencia de cualquier inteligencia que compita con la Mente divina, nuestro concepto del mundo se vuelve menos material progresivamente. Percibimos que toda ley, energía, dirección, acción y efecto son manifestaciones del Espíritu declarando acerca de su propia naturaleza: “Yo soy el que soy”. Éx. 3:14.
Es sólo el sentido espiritual del siempre presente gobierno de Dios el que unirá a la humanidad en la comprensión de que la armonía es universal. “No tendrás dioses ajenos delante de mí” 20:3. es la base desde la cual debemos enfocar todos los esfuerzos, incluso el diseño y operación de cualquier sistema humano y las satisfacciones que de ellos se derivan. “El Primer Mandamiento”, escribe la Sra. Eddy, “es mi texto favorito. Demuestra la Ciencia Cristiana. Inculca la trinidad de Dios, el Espíritu, la Mente; significa que el hombre no debe tener otro espíritu o mente sino Dios, el bien eterno, y que todos los hombres han de tener una Mente. El Principio divino del Primer Mandamiento es la base para la Ciencia del ser, por la cual el hombre demuestra salud, santidad y vida eterna”.Ciencia y Salud, pág. 340.
El basar nuestros deseos sobre este fundamento espiritualizador nos conducirá, mediante sistemas cada vez mejores y menos materiales, a la eliminación final del error en nuestra vida. A medida que desaparezca el falso concepto de que el error puede estar presente, nos encontraremos nosotros mismos, y toda la creación de Dios, disfrutando de la cosecha exenta de cizaña de la generosidad infinita del Amor.
Y: Tú, oh Señor, en el principio
fundaste la tierra,
y los cielos son obra de tus manos.
Hebreos 1:10