Horacio, que tenía casi tres años, era alumno de la Escuela Dominical de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, a la que pertenecían sus padres. En ella había aprendido que: “Dios es amor” 1 Juan 4:8. y que todas las personas y los animales son realmente creaciones espirituales de Dios, el Amor. Por tal razón sabía que no tenía que temerle a ninguna persona o cosa con la que estuviera en contacto.
Un día fue con su papá a la oficina de correos, y había mucha gente esperando en las ventanillas para ser atendida. En un rincón estaba un perrito atado, y Horacio fue a acariciarlo. Se había olvidado que le habían dicho que no acariciara a perros que no conocía.
Grande fue su sorpresa cuando el perro le saltó y le mordió la mejilla. Algunas de las personas que estaban cerca gritaron, y el papá de Horacio de inmediato corrió a su lado, cubrió la herida con su pañuelo, y por unos momentos con gran ternura recostó la cabecita del niño contra su pecho. Él estaba declarando la verdad: que el hijo de Dios siempre está libre de daño.
Horacio no se asustó, sólo se sorprendió. Miró a su papá y dijo: “Papi, es un perro tan lindo”. Su papá estuvo de acuerdo y con gratitud reconoció que los pensamientos inocentes, puros, que perdonan y reconocen solamente el bien, expresan a Dios y traen curación. Ni él ni Horacio se sintieron enojados. Él sabía, como lo escribe la Sra. Eddy, que: “Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles e indestructibles”.Ciencia y Salud, pág. 514.
Cuando el papá de Horacio quitó el pañuelo con cuidado, la herida había cerrado. Las personas que estaban alrededor se sorprendieron de que Horacio no hubiera llorado. Y se quedaron asombradas al ver que el perro ahora dejaba que Horacio lo acariciara.
Cuando volvieron a casa, la mamá de Horacio se sintió agradecida al ver con cuánta claridad se había manifestado el amor de Dios. Cuando Horacio fue a la Escuela Dominical ese domingo, casi no tenía ninguna marca en la mejilla. A pesar del incidente en la oficina de correos, él siguió queriendo a los animales. Siempre se acordaba de lo que dice la Biblia: “Todo lo que Dios creó es bueno”. 1 Tim. 4:4. Se divierte con sus animales, que lo quieren mucho.