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Desde que era jovencita padecía de agudos dolores estomacales casi...

Del número de octubre de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde que era jovencita padecía de agudos dolores estomacales casi continuos; jaquecas que a menudo duraban dos o tres días; fuertes resfriados acompañados de bronquitis; manchas que desfiguraban mi cuerpo; fiebres y otras enfermedades. Durante mi juventud casi todos los días tenía que guardar cama, y nunca supe lo que era jugar con otros niños.

A pesar de que, por lo general, mis padres eran libres pensadores, ambos creían con firmeza que la medicina era la única manera de resolver problemas físicos (mi madre era hija de un médico y mi padre era doctor en farmacología). Por tanto, me sacaron radiografías y me dieron toda clase de tratamiento médico, pero sin provecho alguno.

Mas un día vino un joven oficial naval a nuestra casa. Al verme, comentó que era una lástima que una chica tan joven tuviera tan mala salud. Sacó una revista de su bolsillo y me la regaló. Era el Christian Science Sentinel. Aunque no comprendí muy bien lo que decía — que Dios es Vida y gobierna toda expresión de la Vida — lo leí ávidamente. Cuando terminé de leerlo, sentí como si hubiera nacido de nuevo. Después de algún tiempo, el mismo oficial me trajo un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y desde ese momento hasta la fecha, este libro ha sido mi constante compañero y guía.

Pasaron algunos años hasta que sané completamente, pero fue una época de magnífico crecimiento, porque la Ciencia Cristiana me estaba ayudando a aprender acerca de Dios. Empecé a disfrutar de la vida, caminaba, practicaba deportes, me interesé en la música y la pintura. Pude prepararme para asistir a una universidad, y hasta viajé al extranjero. Ocurrieron tantos cambios maravillosos que solía decirles a mis amistades que “Dios lo había hecho de tal manera que yo encontré en Él la verdadera bendición de la vida”.

Durante muchos años llevé la vida de una mujer de negocios con éxito. Todo este tiempo, mediante el estudio de la Biblia y Ciencia y Salud, Dios ha sido mi diario compañero, guía, protector y proveedor. Durante estos años he enfrentado la violencia, manifestaciones públicas, grandes litigios, accidentes y enfermedades. Y en todas y cada una de las situaciones, con la ayuda amorosa de los practicistas, he sido testigo de la falta de poder de estos desafíos.

Mi gratitud a Dios es inmensa por nuestra Guía, la Sra. Eddy, y por la panacea para la humanidad que ella descubrió, la Ciencia Cristiana.


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