Aunque la crueldad emocional de otro
crispe tu rostro y busque sutilmente
su semejanza, para duplicar el espacio del mal;
aunque la distorsión delinee superficies,
llenando rincones con odio — deja
que el amor, impecable, tranquilo, refleje
en su lugar la semejanza de Dios.
Y si los pensamientos descuidados de otro
se entrelazan con los tuyos y buscan hábilmente
esbozar al hombre tal como lo define el error
— si las sombras extienden su contorno y
trazos oscuros pueblan la mente — deja
que el amor, imperturbable, invariable, contemple
al hombre que Dios diseñó.
Cuando el rostro corresponde al rostro, en perfección,
el Amor refleja a hermanos en completa unión.
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