Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La importancia de la negación

Del número de octubre de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es significativo, quizás, que dos declaraciones fundamentales de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud, “la declaración científica del ser” y la respuesta a la pregunta: “¿Qué es el hombre?”, comiencen con una negación de la materia como la base de la vida. La primera declaración comienza así: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia”.Ciencia y Salud, pág. 468. La segunda: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales”.Ibid., pág. 475. Esto me indica cuán importante es una negación categórica del sueño de Adán. ¿Por qué? Porque el mesmerismo de la mortalidad parece ser el ambiente mental en el cual vivimos, y a menos que la materia y sus males sean negados y rechazados sin demora, la carencia, el odio, la injusticia, la enfermedad y la muerte parecerán normales, aún más, parece natural que los esperemos.

La Ciencia Cristiana nos enseña a destruir la creencia en el mal para que podamos percibir claramente el bien. El bien, Dios, no puede mezclarse con el mal; el Espíritu no se puede alear con la materia. Cristo Jesús enseñó: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar”. Marcos 2:22. De igual manera, es imposible imponer la espiritualidad en el hombre Adán, o para ser más exactos, en el sueño de Adán. En vez, el sueño de la vida material debe ser negado y no creerse en él.

Hace varias generaciones, mucha gente exhibía pequeñas figuras de bronce o de cerámica de tres monos, uno de ellos cubriéndose los ojos, el segundo la boca y el tercero los oídos. Era como una advertencia de no ver, ni hablar, ni oír el mal. En sus reminiscencias John C. Lathrop escribe acerca de la ocasión en que a la Sra. Eddy se le obsequió una. “Eso, expresó la Sra. Eddy en sustancia, no es Ciencia Cristiana, es filosofía pagana”.We Knew Mary Baker Eddy (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1979), pág. 117.

Tal filosofía, que fomenta el autohipnotismo, no tiene nada en común con la Ciencia Cristiana. Dormir en medio del mal, ignorarlo, disfrazarlo o excusarlo posterga su curación. El demorar enfrentarse con el mal, negar su realidad y reemplazarlo con la verdad, es ser víctima de él.

A menudo, la persona ignora mucho del mal que lleva en su propia consciencia, hasta que el crecimiento espiritual expone algunos de los pensamientos que necesitan ser examinados a fondo y purificados. Discernir la presencia del mal y la necesidad de negarlo es el primer paso para abandonarlo y romper los cascarones del materialismo.

La consciencia humana no despierta de pronto. Por eso es tan alentador encontrar en las obras de la Sra. Eddy frases tales como “aprenderéis” y “hallamos”. ¡Qué compasión tenía nuestra Guía para sus lectores! Estamos aprendiendo y comprendiendo todo el tiempo, y nuestro aprendizaje y comprensión nos despiertan a la realidad.

¿Por qué el ser humano es tan reacio a negar el sueño de Adán, cuando ello es tan necesario para el progreso espiritual? ¿Podría ser el temor de perder su identidad? Quien se engaña al pensar que la personalidad material es la realidad, se aferra tenazmente a ella, la protege, y hasta puede mentir por ella. Leemos en Gálatas: “El que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña”. Gál. 6:3. La ilusión de la identidad material resiste vigorosamente nuestro inevitable despertar al Espíritu infinito. Tal resistencia proviene de la determinación de la mente carnal de perpetuarse.

Para destruir el engaño y resistencia de la mente mortal, necesitamos negar que el hombre, el bien amado de Dios, pueda ser alguna vez engañado, o que pueda ser víctima de una mentira. El hombre está alerta, despierto. Como reflejo de la Mente, su consciencia está iluminada con la percepción, la claridad y la sabiduría divinas. El hombre es la expresión misma de la Verdad y por esta razón no incluye ningún elemento errático o perverso. La integridad espiritual caracteriza su pensamiento.

El negar el mal nos prepara para aceptar la Verdad, mas para establecer esta realidad divina firmemente en el pensamiento, debemos hacer fuertes afirmaciones de la totalidad de Dios y de la perfección del hombre. Necesitamos volcar todo nuestro peso mental del lado de Dios, el único lado verdadero.

Lo que es real para Dios puede ser reconocido como real para el ser humano iluminado. Podemos vehementemente exigir que la consciencia ceda a la verdad de que Dios es verdadero, que está presente, que es el único poder y que el hombre es la imagen perpetua de la armonía del Alma.

La Mente infinita no tiene límites y está consciente únicamente de sí misma. En razón de que el hombre es el reflejo de esta Mente infinita e impecable, él no puede conocer ningún mal o imperfección. Esto significa que la verdadera consciencia no tiene faces oscuras. No alberga ningún temor oculto, latente, imágenes y sensaciones aprensivas, remordimiento o pena.

La inmortalidad, la infinitud, la eternidad y la totalidad son conceptos divinos que ensanchan el pensamiento. Cuando estos conceptos son firmemente sostenidos, gradualmente penetran cada faz de nuestra mentalidad, espiritualizándola. Ésta es la llegada del Cristo transformador, que identifica al hombre como perfecto. A medida que unimos nuestros pensamientos con el Cristo, vemos más espiritualidad en quienes nos rodean, lo cual prueba que la levadura de la Verdad ha llegado a nuestra consciencia y la está transformando.

“La declaración científica del ser” y la respuesta a “¿Qué es el hombre?” fueron escritas para la humanidad. El hombre que Dios ha creado no necesita espiritualizar su pensamiento a través del argumento: la negación, afirmación y reconocimiento, pues él ya es completo, eterno. No obstante, la consciencia humana necesita ser liberada de sus creencias falsas y materiales.

No podemos llegar a la perfección meramente con palabras dulces. El error debe ser detectado, enfrentado valerosamente, negado y destruido. La verdad acerca de Dios y el hombre debe ser reconocida, percibida y vivida. El pensamiento que persistentemente cede al reconocimiento de la totalidad de Dios puede demostrar “la declaración científica del ser” y traer a luz la verdad acerca del hombre en una vida constructiva y en curación física. A este pensamiento le será cada vez más fácil detectar y destruir las creencias más sutiles del mal, y reconocer y demostrar la voluntad de Dios. Así estará bien preparado para hacer una significativa contribución a la sociedad. Finalmente todos debemos aprender y probar la gran verdad afirmada en la conclusión de “la declaración científica del ser”: que el hombre no es material sino totalmente espiritual.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 1981

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.