Alguien que lea Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por primera vez es posible que se sorprenda con las primeras páginas del capítulo “La Práctica de la Ciencia Cristiana”. Este capítulo trata sobre la curación de los enfermos; no obstante, no comienza con instrucciones específicas o reglas detalladas para el tratamiento. Como los estudiantes de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) saben, esas páginas iniciales, su autora, Mary Baker Eddy, las dedica a relatar el encuentro de Cristo Jesús con la mujer “que era pecadora”, cuando él estaba comiendo en la casa de Simón, el fariseo.
El relato llama nuestra atención a ciertas cualidades de pensamiento expresadas por la mujer: su arrepentimiento, contrición, humildad, reverencia; su devoción, gratitud y afecto humano. Éste pone gran énfasis en el amor a la manera del Cristo expresado por el Maestro: su compasión, pureza, percepción espiritual, valor, afecto desinteresado y poder espiritual. En otras palabras, en el capítulo se habla muy poco sobre el método del tratamiento metafísico, hasta después que el espíritu del tratamiento ha sido concienzudamente establecido.
Por cierto que sería un error buscar la explicación de la curación en la Ciencia Cristiana en un procedimiento estereotipado, en una técnica o planes humanos. Su esencia ha de encontrarse en el espíritu profundo y humilde del amor y fe a la manera del Cristo, que llega al corazón.
Por supuesto que el método es importante; tenemos que ser sistemáticos. Ciencia y Salud explica muy claramente que el cumplir fielmente con el Principio divino y con las reglas de la práctica mental es imperativo. No obstante, al mismo tiempo el libro pone en claro que el espíritu que participa de la naturaleza del Cristo — no sólo animando nuestras oraciones sino caracterizando nuestra vida entera — es lo que imparte vitalidad e inspiración a nuestro tratamiento.
Todo estudiante concienzudo de la Ciencia Cristiana anhela poseer más de este espíritu cristiano. ¿Cómo obtenerlo?
Un medio es considerar profundamente en la oración las cualidades morales que tan a menudo se mencionan en la Biblia y en las obras de la Sra. Eddy; no sólo lo “moral” en el sentido corriente de la palabra, sino también lo “moral” en el sentido de cualidades espirituales de Verdad y Amor, vividas y expresadas en la vida diaria.
Las cualidades morales no son meramente humanas en origen. Todo lo que hay de genuinamente bueno y sustancial en ellas procede de Dios, porque Dios es la única fuente del bien. Derivan su origen y fortaleza de la naturaleza y la ley del Principio divino, el Amor. En la experiencia humana son, en cierto grado, el resplandor de los atributos de Dios. En otras palabras, las cualidades morales dan cierta prueba tangible de lo divino que llega a lo humano.
El afecto desinteresado es un ejemplo. La realidad divina es que Dios es Amor. Los atributos del Amor, expresados o puestos en práctica en cierto grado en la vida humana, incluirán un reconocimiento del amor de Dios hacia el hombre, y un amor y afecto positivos hacia Dios y el hombre. También incluirán la compasión y la percepción espiritual que nos capacitan para discernir las necesidades de los demás, y ayudarlos. Estos elementos son muy necesarios en el trabajo de curación en la Ciencia Cristiana.
Cuando se comprenden, los atributos del Amor divino impulsan los propósitos generosos de la vida, que nos capacitan para romper las prisiones de las preocupaciones, intereses y pensamientos centrados en el “yo”. El amor desinteresado nos da la humildad que nos permite apartar del camino el sentido mortal de este “yo” y aceptar la acción sanadora de Dios. El amor desinteresado es el solvente eficaz para la obstinación y el egotismo. ¡Cuán claramente el Maestro expresó la humildad cristiana cuando al referirse a su obra sanadora dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo”, Juan 5:30. y “el Padre que mora en mí, él hace las obras”! 14:10.
Otra cualidad moral indispensable para el éxito en la curación de nosotros mismos y de otros, es la honradez. Se requiere honradez para desenmascarar el error en el pensamiento humano, hacerle frente y echarlo fuera con la Verdad.
El mal es de por sí ímprobo. Trata de esconderse a sí mismo, se oculta bajo el disfraz del bien y pretende ser algo cuando no es nada. La justificación propia y la obstinación son estados mentales faltos de honradez porque involucran autodecepción. Tratarán de impedir la curación si no se los desenmascara y destruye; y esto requiere integridad basada espiritualmente.
Comprendiendo la pureza e integridad absolutas de la Verdad divina, el pensamiento recto obtiene de esta comprensión fortaleza y valor, así como el discernimiento espiritual necesario para identificar el error oculto y eliminarlo. Como un rayo laser, la integridad traspasa la sutil y tergiversada lógica del error y sus motivos encubiertos, y nos capacita para enfrentar sus aparentes engaños, que quisieran mantenernos tanto a nosotros como a los demás, bajo la esclavitud.
Nuestra Guía nos dice en Ciencia y Salud que “una cuestión moral puede impedir el restablecimiento de los enfermos”,Ciencia y Salud, pág. 419. que debemos incluir “las creencias morales así como las físicas” en nuestros esfuerzos “para destruir el error”,Ibid., pág. 418. y que “las condiciones morales son siempre armoniosas y saludables”.Ibid., pág. 125. Estas “condiciones morales” incluyen esperanza, templanza, fe, compasión, además de las cualidades ya mencionadas; incluyen moralidad sexual y fiel cumplimiento de los Diez Mandamientos, los cuales traducen los preceptos divinos en acción humana, proveyendo así la ley moral.
Podemos sentirnos alentados con estas palabras de la Sra. Eddy: “A medida que el tiempo avance, los elementos curativos del cristianismo puro se tratarán con justicia; serán buscados y enseñados, y resplandecerán con toda la grandeza del bien universal”.Ibid., pág. 329. A medida que cultivamos y practicamos las cualidades morales y espirituales, las cuales tienen su origen en Dios — dejando que llenen por completo nuestro pensamiento y nuestra vida — nuestro estado consciente del ser rebosará con las crecientes pruebas de la presencia de Dios y de Su bondad por siempre disponible. Demostraremos “los elementos curativos del cristianismo puro”, que hacen posible las poderosas obras de la Ciencia.