El desarrollo espiritual es esencial para el debido crecimiento. Uno de los sinónimos de la palabra “desarrollar” es “desenvolver”, que entre otras cosas significa “descubrir o aclarar una cosa que estaba oscura o enredada”. El desarrollo espiritual implica deshacerse de todo lo que oculte o pretenda detener el desenvolvimiento de la bondad innata.
El crecimiento que es reflejo del desarrollo espiritual es estable y seguro; es expansivo e inclusivo. Puede manifestarse en nuestra vida en más confianza, serenidad y mayor capacidad; en la sociedad, en un mejor uso de la capacidad total de los obreros, produciendo así un mayor rendimiento. El crecimiento también puede ser reconstructivo, manifestándose en nuestras instituciones en un nuevo sentido de utilidad genuina, y en el cuerpo humano en curación.
Toda vez que cualquier crecimiento duradero y beneficioso depende del desarrollo espiritual, nuestro mayor interés debiera ser el liberarnos de todo lo que falsamente encubra o enrede. Así como el desarrollo espiritual destruye las suposiciones materiales de que el hombre está atado de modo inextricable por condiciones hereditarias y ambientales, así también la destrucción de aquellas costumbres y temores que no son más que restricciones, da paso al desarrollo del bien. Y desenredar hábitos pecaminosos sometiéndonos al Cristo libera la vida para que retoñe y florezca. Una manera de pensar estrecha o torcida se corrige al liberarla de falsos puntos de vista, tales como el concepto de que la vida está en la materia.
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