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Un lugar propio

Del número de octubre de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una mujer que estaba buscando una nueva casa le preguntó a un practicista de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens): “Si mi lugar está divinamente establecido, ¿por qué siempre tengo que mudarme?”

La Ciencia Cristiana nos asegura que cada uno de nosotros posee su lugar correcto, uno que le es propio, que nadie más puede ocupar y del que no podemos ser desalojados. Esto es cierto para todos, incluso para los que el mundo llama refugiados sin hogar. Este lugar que todos poseemos se encuentra aquí y ahora en la consciencia otorgada por Dios; es espiritual, no material, porque todo ser verdadero es divino, no mortal. Pero tenemos que reclamarlo.

La Ciencia Cristiana nos enseña el orden divino del ser genuino, en el que hay un hogar permanente para cada idea. Nos enseña, también, que la Mente divina, o Dios, está en constante control y que cada identidad tiene una individualidad distinta. Dios es Espíritu. El hombre es espiritual. Y, por ende, su lugar correcto y único también es espiritual, lo que implica que posee identidad, propósito y utilidad auténticos.

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