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[Original en dinamarqués]

Mi primer contacto con la Ciencia Cristiana* se debió sencillamente...

Del número de octubre de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi primer contacto con la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) se debió sencillamente a mi necesidad de una curación. Nunca imaginé que el estudiar y asistir a la iglesia fuera algo que me interesara. Por varios años mi esposo había asistido con regularidad a las reuniones y cultos de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Él quería que lo acompañara, pero teníamos niños pequeños y me parecía que no era posible dejarlos en casa. Por tanto, se hizo una costumbre que mi esposo asistiera a la iglesia solo.

Yo sufría de un tumor en un pecho. Por varios meses este tumor había estado creciendo y mi temor también crecía. Finalmente fui a ver a un médico, quien me mandó a un cirujano; sin embargo, antes de ir a ver al cirujano le conté a mi esposo. Él me recomendó que probara la Ciencia Cristiana. Le prometí que lo haría, pensando que siempre podía ir después a ver al cirujano.

Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pregunté si podía ayudarme a obtener la curación. Me contestó que era importante que tuviera fe en el poder sanador de Dios. Estuve pensando bastante sobre esto, y unos días después en la casa de la practicista, le dije que no sabía si yo creía en Dios.

Con gran ternura y amor me leyó sobre los sinónimos de Dios que Mary Baker Eddy nos da en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág. 587): “El gran Yo soy; el que todo lo sabe, todo lo ve, que es todo acción, sabiduría y amor, y que es eterno; Principio; Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor; todo sustancia; inteligencia”. La practicista puso especial énfasis en Vida, Verdad y Amor, y rápidamente me di cuenta de que sí creía yo en Dios, que Dios es la única Vida, Verdad y Amor. Ella continuó hablándome sobre la Ciencia Cristiana. Me habló acerca de Dios, quien es omnipotente y omnipresente, y acerca del hombre, Su reflejo: mi verdadera identidad espiritual. Comprendí muy claramente que si Dios llena todo el espacio y posee todo el poder, entonces no hay lugar para ningún otro poder. Por tanto, la existencia material con su pecado, enfermedad y muerte es sólo una ilusión, un engaño de los sentidos mortales. De pronto me sentí como una persona nueva. Al final de la charla, olvidando tiempo y lugar, me fui a casa sintiéndome como si estuviera volando.

Durante varios días me sentí muy cerca de Dios. Comencé a leer Ciencia y Salud de principio a fin y todas las hermosas verdades que había estado aprendiendo continuamente estaban en mi pensamiento. Exactamente al día siguiente de mi visita a la practicista, el tumor comenzó a disolverse. En menos de una semana había desaparecido, y yo me sentía muy bien y feliz.

La Sra. Eddy escribe: “Si el Científico alcanza a su paciente por medio del Amor divino, el trabajo de la curación se realizará en una sola visita, y la enfermedad se desvanecerá, tornando a su estado natural, la nada, como el rocío se desvanece ante el sol de la mañana” (Ciencia y Salud, pág. 365). Mi curación de ese tumor ciertamente fue un hermoso cumplimiento de esta promesa.

Esto ocurrió hace quince años. Si bien esta curación ha significado muchísimo para mí, aún más significativo ha sido el hecho de que esto marcó el comienzo de mi estudio de la Ciencia Cristiana. Como resultado de ello he obtenido muchas bendiciones, incluyendo mi afiliación a La Iglesia Madre y a una iglesia filial, y también el haber recibido instrucción en clase de Ciencia Cristiana. No hay palabras para expresar nuestro agradecimiento por la Sra. Eddy, quien tan desinteresadamente reveló esta Ciencia del profundo amor de Dios por todos.


Es una gran alegría verificar el testimonio de mi esposa. Esta maravillosa curación se efectuó como ella lo dice. Estoy profundamente agradecido por las bendiciones y curaciones que la Ciencia Cristiana nos ha traído a través de los años.

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