Escuela Dominical: ¿Cómo aprendemos a enseñar?
En su aprendizaje para llegar a ser sanadores espirituales, los Científicos Cristianos confían de un modo natural en la clara instrucción de Mary Baker Eddy. A través de la oración y del estudio, van más allá de los sistemas humanos de tratamiento hacia la Ciencia de la curación tal como se la ilustra en la Biblia.
Si confiamos en la enseñanza de nuestra Guía para sanar, también podemos confiar en sus escritos y en la Biblia para que nos enseñen cómo debemos enseñar en la Escuela Dominical. No se requiere ninguna de las complejas habilidades de la mente humana. Lo único que se necesita es espiritualidad y la demostración diaria de la Ciencia de la curación, conjuntamente con un profundo amor por los niños.
A veces quizás tengamos que hacer frente al argumento de que no estamos adecuadamente capacitados para enseñar en la Escuela Dominical por no contar con algún estudio académico especializado. Sin embargo, reconforta saber que un estudiante leal de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy puede convertirse en un eficaz maestro de la Escuela Dominical primordialmente través de la oración, viviendo sinceramente la Ciencia Cristiana y aprendiendo paso a paso al mismo tiempo que va enseñando. Guiados por nuestro pastor La Biblia, y Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (ver Art. XIV, Sectión 1, en su Manual de Iglesia). y motivados por el Amor divino, nos podemos preparar para cada clase con confianza y sistemáticamente. A través del discernimiento espiritual podemos adaptar la enseñanza a los intereses del alumno y al nivel de su comprensión. Entonces el gozo del descubrimiento común confiere brillo al proceso de aprendizaje.
El llamado de la Sra. Eddy para organizar la Escuela Dominical no fue dirigido específicamente a individuos con un nivel académico especializado; fue un simple aviso para todo el Movimiento. En el ejemplar de octubre de 1895 del The Christian Science Journal ella escribió: “Por la presente notifico a todos los Científicos Cristianos leales que utilizan la Biblia, y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, como sus libros de texto, que deben organizar de inmediato una Escuela Dominical para los niños” Journal, Vol. XIII, pág. 268..
¿Puede haber algo más simple? Y, sin embargo, ¡qué enorme potencialidad para el desarrollo espiritual de los niños y los miembros de la iglesia implicaba este paso! Todos “los Científicos Cristianos leales” poseen la capacidad necesaria para ayudar a su iglesia a cumplir con este aspecto educativo de su misión.
¿Cuál es nuestro modelo para enseñar?
Hoy en día presenciamos una especie de guerra educacional por la formación de la mente y el cuerpo de los niños. Las teorías sobre el desarrollo del niño, la comunicación y el aprendizaje que se basan en la psicología humanística o en la conductista, claman por ser aceptadas en forma arbitraria. Sin embargo, gran parte de esta manera de abordar la enseñanza está en conflicto con el concepto espiritual del hombre y con el enfoque espiritual que se le da a la enseñanza en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. La Sra. Eddy nos dice: “Los códigos actuales de los sistemas humanos desengañan al fatigado buscador de una teología divina, adecuada para la educación correcta del pensamiento humano”.Ciencia y Salud, pág. 234.
Los miembros de la iglesia que se preparan para enseñar en la Escuela Dominical necesitan comprender en qué consisten el aprendizaje y la comunicación. Pero la mejor forma de adquirir estas nociones es a través de la Ciencia Cristiana en lugar de recurrir a teorías humanas.
Un estudio extenso en la Biblia y en los escritos de la Sra. Eddy de tópicos sobre la enseñanza y el aprendizaje, nos muestra algunos de los vastos recursos con que contamos para trabajar, y su aplicación práctica en la Escuela Dominical. Tomemos, por ejemplo, estos tres puntos fundamentales:
• ¿Consideramos el aprendizaje como la acumulación de información y de experiencia, o como el desarrollo de ideas espirituales? La Sra. Eddy escribe: “La Ciencia Cristiana presenta desarrollo y no acrecentamiento; no manifiesta una evolución material de la molécula a la mente, sino una participación de la Mente divina al hombre y al universo”.Ibid., pág. 68.
• ¿En qué medida está nuestra enseñanza limitada por descripciones humanas respecto al desarrollo del niño? La Sra. Eddy dice: “En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu... Su origen no se halla, como el de los mortales, en el instinto animal, ni pasa él por condiciones materiales antes de alcanzar la inteligencia”.Ibid., pág. 63.
• ¿Nos vemos como una especie de mortales con mentes parcialmente espiritualizadas, encargados de impartir nuestros conocimientos a otras mentes menos maduras? ¿O sentimos que la enseñanza nos ayuda a liberarnos tanto a nosotros como a nuestros alumnos de creencias materiales que obstruyen la manifestación del ser verdadero del hombre? En un párrafo que trae el siguiente índice marginal: “Niños y adultos”, la Sra. Eddy nos dice: “La Ciencia Cristiana; debidamente entendida, desengañaría la mente humana respecto de las creencias materiales que luchan contra las realidades espirituales; y estas creencias materiales tienen que ser negadas y echadas fuera, a fin de hacer lugar para la verdad”.Ibid., pág. 130.
Por supuesto que en cada caso es necesario que el maestro sea creativo y específico cuando adapta el enfoque espiritual a las lecciones prácticas que se imparten en una clase de Escuela Dominical. El apoyarse en el modelo perfecto jamás es un atajo, ni puede substituir el estudio, la preparación y comunicación inteligentes expresados en términos que los niños puedan comprender. Pero es este enfoque sanador el que conduce a clases inspiradas y que satisfacen.
Para profundizar más:
Ciencia y Salud 505:16–17, 22–28.
La Comisión Directiva de una iglesia filial pone énfasis en la labor sanadora
De vez en cuando se envían a la columna “La Iglesia en acción” cartas que comités de iglesias filiales y comisiones directivas han mandado a sus miembros. Algunas contienen relatos e información de naturaleza práctica. Otras simplemente comunican confraternidad y amistad, como la que envió un comité de admisión de miembros, que decía: “Nos dirigimos a usted para decirle que lo queremos y que estamos agradecidos de tenerlo como miembro... Nos gustaría darle las gracias especialmente por lo que ya ha hecho por nosotros con tanto amor... ” A estas palabras seguía un reconocimiento de la labor efectuada por el miembro y de los cargos específicos ocupados por la persona a quien estaba destinada la carta.
Hace poco, la comisión directiva de una iglesia filial en Inglaterra envió a su membresía una carta sobre el trabajo sanador y el propósito de la iglesia. El mensaje fue especialmente atento y digno de compartirse. Dice en parte: “En los últimos meses esta comisión directiva ha estado intercambiando ideas para ver cómo nuestra iglesia puede cumplir mejor su función sanadora en la comunidad a la que debe servir.
“Nuestra Guía, la Sra. Eddy, sabía muy bien que para el desarrollo de su Iglesia era imprescindible realizar un trabajo sanador bueno y consistente. En una carta a Edward A. Kimball (del 26 de noviembre de 1903) escribió: ‘Nuestra causa requiere mejores sanadores... Estoy profundamente decepcionada de la demostración en la Ciencia Cristiana, y esta demostración debe mejorar, o de lo contrario, nuestra causa no pasará de ser una mera teoría y no “mostraremos nuestra fe por nuestras obras”. Un charlatán de la Ciencia Cristiana jamás es un sanador’. Robert Peel, Mary Baker Eddy: The Years of Authority (New York: Holt, Rinehart and Winston, 1977), pág. 250.
“Los próximos años tal vez sean críticos para nuestra iglesia filial y debemos estar preparados adecuadamente para enfrentar el desafío. Una manera de contribuir a asegurarnos que lo hacemos es que cada uno de nosotros haga más curaciones. En el Artículo XXX, Sección 7, del Manual de La Iglesia Madre nuestra Guía deja bien en claro este punto: ‘Sanar al enfermo y al pecador con la Verdad, demuestra lo que afirmamos sobre la Ciencia Cristiana, y nada puede substituir esta demostración. Yo recomiendo que cada miembro de esta Iglesia se esfuerce por demostrar con su práctica que la Ciencia Cristiana sana al enfermo rápida y completamente, probando así que esta Ciencia es todo lo que afirmamos que es’ ”.
Cada miembro es necesario y se le aprecia
“Nada puede impedir que pongamos en práctica nuestra comprensión de la Ciencia Cristiana en nuestros hogares, empleos, aulas, cuando vemos las noticias en televisión, las escuchamos en la radio o cuando leemos los diarios. Siempre podemos corregir nuestro pensamiento, y nuestras oraciones pueden ser como las de Jesús: ‘profundas y concienzudas declaraciones de la Verdad’ (ver Ciencia y Salud, pág. 12).
“¿Cómo puede transferirse más eficazmente a nuestras actividades en la iglesia esta idea fundamental de la curación? Podemos estudiar la Lección-Sermón cabalmente, y de esta manera traer a nuestros cultos y Escuela Dominical una comprensión vivificante y práctica de ella. Podemos cerciorarnos de que cumplimos lo mejor posible con los requisitos de los puestos que hemos aceptado en la iglesia, cualesquiera que sean, al tener en mente que las actividades de nuestra iglesia están aquí para sanar.
“Estamos agradecidos por el buen trabajo sanador que ya están haciendo los miembros de nuestra iglesia. Es necesario, lo precisamos y lo valoramos, lo mismo que a cada uno de ustedes”.
[Extractos compilados de la sección “Church in Action” del The Christian Science Journal.]