En la Biblia leemos sobre la importancia, desde los primeros tiempos, de lavar el cuerpo con agua limpia. Las condiciones de aquellos tiempos lo exigían. El clima del Oriente solía ser muy caliente y los caminos eran calurosos y polvorientos en el verano y fangosos durante las lluvias. No sólo la comodidad, sino también la cortesía, exigían el lavado del cuerpo después de un viaje o antes de comer.
Con el correr de los años se establecieron muchas ceremonias y costumbres bien definidas debido a la satisfacción de esta necesidad física de limpieza, y el lavarse vino a ser ante los ojos de los antiguos, un símbolo de la purificación y aceptación ante Dios y ante los hombres. En una fecha temprana el pueblo judío le atribuyó carácter religioso. Por ejemplo, era la costumbre lavar con agua o bautizar a los prosélitos de su fe antes de aceptarlos plenamente en la congregación.
De hecho, el lavado ceremonial se hizo importante en muchas formas. Una de ellas, el lavado de manos para manifestar inocencia, estaba bien establecida en la época de Cristo Jesús. La Biblia nos dice: “Viendo Pilato que nada adelantaba... tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo”. Mateo 27:24. En aquella época se efectuaba literalmente el acto del lavado de manos. En la actualidad, ese ritual ya no es necesario para indicar que una persona se retira de su participación en un asunto. La ceremonia de por sí carece de efecto. Es solamente un lenguaje de señales que eventualmente se supera.
Cabe preguntarse si la declinación en el número de bautismos rituales en esta era indica un alejamiento similar de la creencia de que existe un valor intrínseco en la ceremonia religiosa. Sin embargo, a pesar de que para algunos la ceremonia misma ha perdido valor, para otros el significado de la purificación simbolizada por el ritual es infinitamente más profundo. Para quienes sirven a Dios de acuerdo con las enseñanzas de la Biblia, la antigua oración: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”, Salmo 51:10. sigue siendo una piedra fundamental de la religión verdadera. Así ocurre en la Ciencia Cristiana. Si bien la Iglesia de Cristo, Científico, ha abandonado fundamentalmente el ritualismo que acompaña al culto, sus miembros sinceros y perceptivos trabajan con profunda sinceridad para obtener el bautismo del Espíritu divino que, según la profecía de Juan el Bautista mismo, será administrado por el Cristo (ver Juan 1:26–34).
El profundo significado del bautismo aparece en la definición de esa palabra en el Glosario de Ciencia y Salud. La Sra. Eddy dice así: “Bautismo. Purificación por el Espíritu; sumersión en el Espíritu”. Y más adelante elucida su significado citando las palabras del apóstol Pablo: “Estamos ‘deseosos más bien de ausentarnos del cuerpo y estar presentes con el Señor.’ (II. Corintios, 5:8)”.Ciencia y Salud, pág. 581.
Esa purificación no se produce en un solo instante. El abandono de un sentido mortal del yo que acompaña a la “sumersión en el Espíritu” se alcanza paso a paso. Se obtiene mediante un paciente esfuerzo por liberar al pensamiento de creencias materialistas falsas, abandonar rasgos indeseables de carácter y desarrollar la comprensión y la demostración de la presencia y el poder de Dios y la aparición de la verdadera imagen de Dios en el ser individual.
Es irónico que si bien los seguidores de Cristo Jesús están unidos en afirmar que la purificación del pecado y el renacimiento espiritual son imprescindibles para disfrutar de las bienaventuranzas del reino de los cielos — la verdadera consciencia de Dios — la ceremonia que expresa esta purificación y este renacimiento haya sido con frecuencia el punto de fricción e incluso de cismas en las iglesias.
Además, se debe reconocer lamentablemente que en la actualidad muchos padres jóvenes suelen perder de vista, en los aspectos ritualistas y sociales de la ocasión, el significado profundo de la ceremonia bautismal.
Cuando fue bautizado por Juan antes del comienzo de su ministerio, Cristo Jesús dijo: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia”. Mateo 3:15. ¿Es este “ahora” una época del pasado?
Después de aquel acontecimiento junto al río Jordán, el Maestro enseñó y probó la naturaleza espiritual y perfecta de Dios y del hombre. Nos dio la Ciencia pura del ser y nos demostró el significado profundo del bautismo. Demostró las etapas progresivas de purificación a partir del bautismo de Juan, cuyo ritualismo representaba arrepentimiento, y mediante el lavado día a día del pensamiento humano que libera del pecado, de las falsas creencias mortales, de la fe en la materia más que en el Espíritu, y de la sujeción al mal en cualesquiera de sus formas. Finalmente, demostró en la ascensión el objetivo final del bautismo —“sumersión en el Espíritu” — el triunfo total sobre la creencia falsa de la mortalidad o el sueño de Adán.
Hablando de esta triunfante culminación de la purificación cristiana, la Sra. Eddy escribe: “El bautismo del Espíritu, o la inmersión final de la consciencia humana en el océano infinito del Amor, es la última escena en el sentido corporal”. Y luego continúa: “El arrepentimiento del hombre mortal y su absoluto abandono del pecado, disuelve finalmente toda supuesta vida material o sensación física, y el hombre corpóreo o mortal desaparece para siempre. Las gravosas moléculas mortales, llamadas hombre, desaparecen como un sueño; mas el hombre nacido del gran Sempiterno, continúa viviendo coronado por Dios y bendecido”.Escritos Misceláneos, pág. 205.