Jesús dijo a Nicodemo: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. El sorprendido Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” Juan 3:3, 4.
Como Cristo Jesús implicó, nacer de nuevo significa despertar a la realidad. Significa reconocer y comprender nuestra verdadera identidad, estar seguros de lo que en realidad somos. En este proceso necesitamos cambiar nuestros conceptos erróneos y materiales del ser por la verdad: la perfección espiritual. Aquí encontramos al hombre a la imagen de su Hacedor, el único Padre-Madre Dios. Surgimos de las tinieblas a la luz, y en esta luz de la Verdad comprendemos que las calamidades no tienen realidad. Las creencias de la mente mortal pierden su poder sobre nosotros cuando la sabiduría divina es la base del pensamiento.
Dios hizo los cielos, la tierra, el mar: todo. El propósito del hombre es expresar Su totalidad. Todas las cosas verdaderas son pensamientos de la única Mente que lo gobierna todo. La ley absoluta gobierna al universo verdadero del Espíritu. El comprender esto nos dirige y guía, nos hace más conscientes de Su presencia y aumenta nuestra fe cada día. A medida que nuestra comprensión se profundiza, no permitimos que ni personas ni circunstancias nos aparten de Su camino, camino que nos conduce por senderos de amor y de bondad hacia una existencia más espiritualizada. Nuestra verdadera identidad como reflejo glorifica la única divinidad: Dios.
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