¿Cómo oraba él? deben de haberse preguntado con frecuencia sus discípulos. Ellos vieron los resultados sanadores de las oraciones de Jesús: un cuerpo encorvado que se enderezó, Zaqueo liberado de un arraigado hábito de avaricia y corrupción, la amarga vida de una prostituta, purificada, espiritualizada y dulcificada para un amor profundo y humilde.
Una mujer que había sufrido más años de los que quería recordar, vino a tocar el borde de su túnica. ¿Tímida por haber quebrantado una barrera levantada por la costumbre que decía que una mujer en su condición no debía tocar a otra persona? Tal vez. ¿O podría ser que los años que se había medicinado la habían agobiado demasiado como para desear hablarle a una persona más acerca de su mal? Fuera lo que fuere. Abriéndose paso entre la multitud, no trató de impresionarlo con su condición. Sencillamente puso su vida al alcance de sus oraciones. Fue sanada en ese momento. ¿Cómo oraba ese hombre?
Cuando sus discípulos le pidieron a Cristo Jesús que les enseñara a orar, lo hizo. Escribiendo sobre ese momento en el primer iluminante capítulo, intitulado “La Oración”, del libro de texto de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy declara: “Nuestro Maestro dijo: ’Vosotros, pues, orad así,’ y luego procedió a dar aquella oración que abarca todas las necesidades humanas”.Ciencia y Salud, pág. 16.
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