En la actualidad existe una gran preocupación por las influencias del mal que acechan a la humanidad. Algunos males están tan encubiertos por una hábil retórica que se requiere una habilidad especial aun para identificarlos y separar con convicción lo que es corrosivo de lo que es beneficioso para la sociedad. El mismo problema existía en tiempos bíblicos. Pero la Biblia demuestra este hecho incontrovertible: Donde la influencia divina es comprendida y utilizada, ésta puede desenmascarar, contrarrestar y destruir influencias malignas, por muy atrincheradas que estén, por mucho que engañen y sean engañadas.
La influencia divina no es una fuerza misteriosa. Es la actividad de pensamientos que emanan de Dios, la Mente divina. La influencia divina que opera en nosotros y por medio de nosotros es poder santo, pero siempre es poder reflejado, puesto que la Mente divina, y no el hombre, es su origen.
Considerado espiritualmente, el hombre es creado a semejanza de Dios. Consideremos, pues, qué significa la comprensión de este hecho.
Dios es Amor infinito, y en realidad cada uno de nosotros es una expresión individual del Amor. Al admitir esto nos vemos impulsados a pensar y proceder con misericordia y compasión, sin olvidar jamás los derechos y necesidades de los demás.
Reconociendo que Dios es la Verdad suprema y que el hombre y la mujer verdaderos son Sus representantes, manifestaremos la integridad de la Verdad y evitaremos los caminos ímprobos que conducen a la ruina.
Comprendiendo que Dios es la Vida inmortal y que nosotros, realmente, somos la sostenida expresión de la Vida, optaremos por metas y beneficios que son espirituales y permanentes, en lugar de esforzarnos por disfrutar de algo que no nos lleva a ninguna parte.
Dios es Alma y Espíritu infinitos. Identificándonos como Sus hijos podemos sentir las energías de la verdadera espiritualidad actuando en nosotros e impidiendo la entrada al agotante materialismo.
Reconociendo que Dios es la única Mente real y sabiendo que en verdad somos Sus ideas, seguimos los dictados de la inteligencia divina. Entonces nuestros móviles y decisiones son mejores y la vida es inmensamente más satisfactoria.
Comprendiendo que Dios es el Principio divino de nuestro ser, somos capaces de vivir con más firmeza dominando las restricciones mortales de edad, herencia, deficiencias de carácter, falta de inteligencia o de recursos. Entonces viene el verdadero progreso, y éste no está sujeto a una mera perspectiva de pesos y centavos. Es el sentirnos más unidos a Dios.
Por la obra de su vida, el Maestro, Cristo Jesús, demostró cómo actúa la influencia divina. Dondequiera que Jesús iba, se sentía la influencia divina que él personificaba. Sanó hasta los peores pecados y enfermedades, contrarrestó la violencia de las turbas y cerró las heridas de la hostilidad racial. Esta emanación de gracia divina actuando mediante la consciencia pura del Maestro, fue el Cristo, el espíritu de la Verdad y el Amor divinos.
Uno de los significados de la palabra “Cristo” es el de ser el título divino de Jesús, que éste logró gracias a su perfecta expresión de la naturaleza divina. No obstante, él enseñó que nos es posible y natural manifestar el espíritu del Cristo, esa bondad espiritual que es el opuesto mismo de la atracción degradante del mal. De este modo, el Cristo, en otro aspecto, se refiere al ideal universal de Dios, a la naturaleza verdadera de cada niño, mujer y hombre.
Pero ahora enfrentamos la pregunta: ¿Qué es lo que nos impide actuar siempre de acuerdo con nuestra verdadera naturaleza e identidad espiritual? Muchos dicen: “Existe una personalidad o espíritu maligno llamado el diablo rondando la tierra, induciendo a la gente a que se someta a él”. Cierto que algunas declaraciones de las Escrituras parecen referirse al término “diablo” como la personificación del mal. Pero un estudio más amplio nos lleva a aceptar la definición de Jesús acerca del diablo como mentira y mentiroso, como padre de sí mismo. Ver Juan 8:44.
En la Ciencia Cristiana identificamos todo aquello que es un impulso de la voluntad humana y no un deseo motivado por Dios, como sugestión mental. Ilustremos esto: Sabemos que una bebida embriagadora no pasa por sí sola por la garganta; que un cigarrillo no se coloca en la boca por sí solo; que una droga no se inyecta a sí misma en el cuerpo; que un arma destructiva no se coloca a sí misma en las manos de una persona. Si no fuera que el individuo responde a la sugestión de usarlos, éstos permanecerían en un estante. La Sra. Eddy escribe refiriéndose a la influencia mental del mal: “Este intrincado método del magnetismo animal es la esencia, o espíritu, del mal, que embriaga a la humanidad. En esta era está tomando el lugar de pecados más antiguos y más visibles, y otras formas de embriaguez”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 212.
Las obstinadas inclinaciones políticas, el vicio a la televisión, el seguir febrilmente a personalidades dominantes, la preocupación por el sexo y la pornografía, y una disposición malhumorada, embriagan a muchas personas. ¿Cómo podemos liberarnos de tales errores? Pablo nos dice de manera directa cómo hacerlo, cuando declara: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Filip. 2:5. El escuchar con humildad la dirección de Dios es una defensa segura contra la plaga de la voluntad humana y las sugestiones del mal. Poniendo nuestro pensamiento del lado de Dios, podemos eficazmente orar por el mundo, sabiendo que la influencia de la inteligencia, justicia, pureza y paz a la manera del Cristo está siempre presente y activa en la consciencia humana. Nadie está excluido de su jurisdicción.
En una época en que mi esposo era agente vendedor, un probable cliente nos invitó a su casa. Llegamos al mediodía, y todas las parejas estaban embriagadas y seguían bebiendo. Pensamos en sus hijos y los encontramos jugando descalzos en un terreno donde había vidrios rotos. Mi esposo organizó un juego seguro para que los niños estuvieran a salvo; después encontramos un lugar donde pudimos hablar. Decidimos no irnos, en vez, nos pusimos a orar.
Me vinieron estos pensamientos: Puesto que Dios está en todas partes, Su influencia pura está al alcance de todos. Acepté que todos en ese lugar estaban “bajo la influencia”; pero ¡únicamente bajo la influencia de Dios! La influencia del mal no puede ahogar el espíritu del Cristo. El verdadero hombre y la verdadera mujer, la idea-Cristo, es la única realidad acerca del hombre, y ningún concepto inferior acerca del hombre es verdadero. Mi esposo más tarde me dijo que ideas tales como el gobierno y dirección que Dios ejerce predominaron en su pensamiento. Después de haber logrado un sentido de paz, nos reunimos con los demás. Actuaban normalmente, y ya no bebían más. Pasamos un día ameno juntos.
¿Significa esto que cuando los Científicos Cristianos ven personas que están tomando pueden impedirlo y procurar que los bebedores sean sobrios? No necesariamente. Pero si nos vemos comprometidos en una situación de esa índole, y ciertamente si hay niños en peligro, podemos recurrir a Dios sabiendo que Su poder aportará, a Su modo, luz y curación. Más aún, nuestras oraciones elevadas en bien de la humanidad — para que el mundo pueda sentir y responder a la influencia divina — se manifestarán en formas que nosotros personalmente desconocemos. Reconociendo que la acción de la influencia divina debe empezar con nosotros mismos, oramos con el Salmista: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío”. Salmo 19:14.