En la actualidad existe una gran preocupación por las influencias del mal que acechan a la humanidad. Algunos males están tan encubiertos por una hábil retórica que se requiere una habilidad especial aun para identificarlos y separar con convicción lo que es corrosivo de lo que es beneficioso para la sociedad. El mismo problema existía en tiempos bíblicos. Pero la Biblia demuestra este hecho incontrovertible: Donde la influencia divina es comprendida y utilizada, ésta puede desenmascarar, contrarrestar y destruir influencias malignas, por muy atrincheradas que estén, por mucho que engañen y sean engañadas.
La influencia divina no es una fuerza misteriosa. Es la actividad de pensamientos que emanan de Dios, la Mente divina. La influencia divina que opera en nosotros y por medio de nosotros es poder santo, pero siempre es poder reflejado, puesto que la Mente divina, y no el hombre, es su origen.
Considerado espiritualmente, el hombre es creado a semejanza de Dios. Consideremos, pues, qué significa la comprensión de este hecho.
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