Empezaba a estudiar la Ciencia Cristiana cuando me enfermé gravemente. Al principio sentía dolores en todo el cuerpo al levantarme por la mañana; regresaba de trabajar antes de lo acostumbrado y me iba a la cama, sintiéndome muy agotada. En menos de quince días ya no pude caminar. La mayor parte del tiempo debo de haber tenido fiebre, pues las sábanas de mi cama amanecían mojadas del sudor. Bajé bastante de peso, y las veces que lograba pararme sentía dolores intensos.
Mis familiares no son Científicos Cristianos, y ellos, muy alarmados, llamaron a un médico sin consultármelo. Cuando me vi libre de esta condición, ellos me dijeron que el médico había diagnosticado fiebre reumática y dio muy pocas esperanzas de que yo pudiera seguir viviendo. También predijo que si yo sobrevivía, estaría en una silla de ruedas por el resto de mi vida.
Mi hermano, en su desesperación, me dijo que me iba a internar en un hospital. Al yo oponerme, me amenazó con llevarme por la fuerza. Pero Dios me dio las palabras justas para consolar a mi hermano y asegurarle de que yo estaba recibiendo excelente cuidado por medio de la oración de la practicista que me estaba ayudando.
Mi hija llamó a la practicista, no para agradecerle su ayuda, sino al contrario, para manifestarle su oposición. Me imagino con cuánto amor debe de haber contestado la practicista a su agresión, ya que mi hija prontamente se calmó, y yo seguí orando para salir de este error.
La curación fue total después de más o menos cinco meses. Han pasado desde entonces ocho años, y la enfermedad jamás ha vuelto a aparecer. Fue una curación completa.
En las páginas 16 y 17 de Ciencia y Salud se encuentra el Padre Nuestro, con su interpretación espiritual por la Sra. Eddy. Las primeras líneas dicen:
“Padre nuestro, que estás en los cielos:
Nuestro Padre-Madre Dios, del todo armonioso,
Santificado sea Tu nombre.
Único adorable”.
Durante este tiempo estas palabras estaban constantemente en mi consciencia pues a veces me despertaba mi propia voz repitiendo esta oración de oraciones.
Cuando salí de esta equivocada creencia, me preguntaba qué era lo que había traído la curación. Sinceramente no sabía cómo había ocurrido. Desde ese momento me he dedicado a investigar cómo opera el Principio divino y cómo gobierna a su idea, el hombre.
Agradezco profundamente a Dios por la oportunidad de haber podido ir a tomar instrucción en clase de la Ciencia Cristiana a un lugar bastante lejos de mi hogar. Mis necesidades económicas fueron resueltas muy bien. El Salmo 23 fue un gran apoyo en esta demostración.
México, D.F., México