Al acercarme a la adolescencia, me vi afligido con una enfermedad que los médicos diagnosticaron como epilepsia. Mi papá, que no pertenecía a ninguna religión determinada, gastó muchos miles de dólares en tratamientos médicos y en especialistas para descubrir la causa y curación de esta enfermedad. Finalmente los médicos dijeron que no era epilepsia lo que yo tenía, sino una forma de convulsiones, una condición que creían databa desde mi nacimiento.
Mi mamá sabía algo de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) por su hermana, que era estudiante de esta Ciencia. Pero no se me permitió recibir tratamiento en la Ciencia Cristiana porque mi papá se oponía tenazmente a ello. Sin embargo, a través de los años, aun cuando yo dependía de píldoras para controlar la enfermedad, sentía el deseo de sanar mediante la Ciencia divina, y hacerme miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial.
Algún tiempo más tarde, después de la muerte de mi papá, nos mudamos a Los Ángeles. Un primo, que era practicista de la Ciencia Cristiana, vivía allí. Mi mamá comenzó a estudiar la Ciencia con mucha dedicación, y posteriormente se hizo miembro de la iglesia.
Muchas veces expresé el deseo de hacerme miembro también. Pero mi mamá pacientemente me dijo que no podría hacerlo mientras estuviera tomando medicamentos, porque confiar únicamente en medios espirituales para la curación es una norma para los Científicos Cristianos. Tenía profundos deseos de liberarme y no depender de ayuda material y curarme sólo mediante la ley omnisapiente de Dios.
Con la ayuda de practicistas en diferentes ocasiones, con mi sincero estudio de la Biblia y de los escritos de Mary Baker Eddy, más el sólido respaldo de mi mamá, fui progresando. Finalmente, el día de Navidad de 1947, informé a mi mamá que desde hacía tres meses no había estado tomando ninguna medicina, y que sabía que había sanado. Tiré todas las píldoras. Desde entonces no he vuelto a tener convulsiones, lo cual prueba que la curación ha sido completa. Y he podido alcanzar mi sueño de ser miembro tanto de La Iglesia Madre como de una iglesia filial.
En los años siguientes he tenido diversas curaciones y un constante crecimiento en mi aceptación del bien divino. Un logro muy especial fue el obtener licencia sin restricciones para conducir un automóvil. Esto se considera un gran triunfo para quien ha tenido un historial de desórdenes nerviosos. Pero yo no acepto las pretensiones de una historia defectuosa y mortal. Más bien persisto en el reconocimiento de que realmente soy el reflejo perfecto de Dios, y que esto es también verdad acerca de mi prójimo.
Recuerdo el primer testimonio de curación que di en una filial durante una reunión de los miércoles. Anteriormente, cuando había expresado mi deseo de dar un testimonio, un practicista me ayudó a sentir confianza al mencionarme la experiencia de Moisés. Después estudié con diligencia el pasaje de la Escritura donde Dios le promete a Moisés: “Ahora pues, vé, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar” (Éxodo 4: 12). Cuando me levanté para dar mi testimonio, después de unos pocos segundos de vacilación, dejé que Dios, la Mente divina, gobernara mi palabra. No tuve ya ninguna dificultad para testificar y sigo hablando fácilmente.
La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Todas las cosas en el universo de Dios Le expresan a Él” (pág. 331). Esto me ha ayudado muchas veces para remover piedras de tropiezo en mi pensamiento y me ha capacitado para discernir y apreciar lo bueno y lo bello en todas las cosas que me rodean.
Estoy muy agradecido por la Ciencia Cristiana y por la verdad sanadora que esta Ciencia enseña y demuestra. “Para Dios todo es posible”, prometió Cristo Jesús (Mateo 19:26). He aprendido que si creemos, con una fe basada en la comprensión espiritual, Él nos colma de bendiciones que ni siquiera nos hemos imaginado.
Burbank, California, E.U.A.
