Después de las narraciones de los cuatro evangelios, en nuestro examen del Nuevo Testamento, tenemos el libro de los Hechos, que relata la vida de la primitiva comunidad cristiana y los viajes del Apóstol Pablo, quien predicó el cristianismo en casi todos los países del Mediterráneo. Pablo no fue un discípulo personal de Jesús. Sin embargo, fue uno de los mejores ejemplos de apostolado verdadero. Mediante su abnegación e inmolación propia obedeció el mandato de Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Marcos 8:34. Podemos llegar a ser discípulos verdaderos, como Pablo, obedeciendo el mandato de Jesús. Los libros que siguen a los Hechos incluyen las cartas escritas por Pablo y otros escritores a las iglesias y a individuos.
En sus cartas Pablo amonesta y alienta a las iglesias. Incluye problemas específicos de la iglesia, ofreciendo soluciones y apartando a sus lectores de la crítica personal, el orgullo y la dominación. De esta manera él ayudó a los miembros a preservar la unidad y la pureza de las iglesias.
El último libro en el Nuevo Testamento es el Apocalipsis o el libro de la Revelación, que registra lo que el autor del Apocalipsis vio del nuevo cielo y de la nueva tierra.
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