Para el hombre o la mujer de negocios nada es más liberador que el despojarse de un falso concepto de sí mismo. Este concepto falso puede destruir nuestra paz al fomentar la creencia de que uno o bien ha tenido éxito o ha fracasado, o es tal vez la víctima de circunstancias o de personas. Hasta puede sugerir que es justificable el recurrir a cualquier método legal — no importa cuán dudoso pueda ser desde el punto de vista moral — para mantener a quienes dependen de nosotros.
La Ciencia Cristiana refuta este argumento y eleva nuestro concepto del ser y la familia. Explica que realmente somos expresiones del Amor divino e infinito; que nuestros familiares son en realidad hijos de Dios. De esta manera la Ciencia nos provee una base para un curso de acción más elevado.
Esta Ciencia nos muestra cómo obedecer los dos grandes mandamientos, de los cuales Cristo Jesús dijo que dependía “toda la ley y los profetas”: Amar a Dios supremamente y amar al prójimo como a sí mismo. Ver Mateo 22:35–40. Amamos a Dios, el Espíritu, al reconocer que Él es la única causa y, por lo tanto, que el bien espiritual es el único efecto, un efecto abundante e infinitamente presente. Tal comprensión comienza a destruir nuestra creencia en un universo y en un hombre materiales, y, en consecuencia, a destruir la creencia en la necesidad de recurrir a prácticas comerciales poco honestas. Pone en claro que Dios nos exige obedecer Su segundo mandamiento siendo completamente honestos, bondadosos y compasivos para con los demás y esperando de ellos lo mismo. Reconocer claramente que Dios es el único creador hace que la obediencia sea espontánea. Podemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos al reconocer que todos tenemos un mismo Padre-Madre del todo afectuoso, y que nosotros y todos los hombres y mujeres hemos heredado solamente las cualidades de Dios.
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