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[Original en portugués]

Aunque yo era estudiante de la Ciencia Cristiana, en cierta época...

Del número de julio de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Aunque yo era estudiante de la Ciencia Cristiana, en cierta época me dejé dominar por la conmiseración propia. Creía que el distanciamiento de ciertas amistades había sido causado por la influencia de otras personas. Ofuscada por esta errónea sugerencia olvidé que un ser mortal, orientado hacia la materia, no constituye mi verdadero ser, el cual es espiritual.

A medida que me sumergía más en puntos de vista falsos, empecé a sufrir físicamente. Había permitido que las creencias mortales me ataran, en vez de dejar que la ley de Dios desenmascarara y destruyera la imposición, y así me liberara. Un día, al sufrir terribles dolores de espalda, me llevaron a la sala de emergencias de un hospital. El diagnóstico médico fue de hidropesía pulmonar causada por insuficiencia cardiaca. Completamente inerte, cedí al tratamiento médico y a los numerosos exámenes, y pasé una semana en el hospital.

Sin embargo, sentí la responsabilidad de corresponder al amor que se me estaba expresando dando amor e identificándome correctamente como hija perfecta de Dios, exenta de enfermedad.

Una mañana, estando ya en casa, me rehusé a recibir más atención médica y decidí someterme por completo al tratamiento por medio de la Ciencia Cristiana. Pedí que telefonearan a una practicista de la Ciencia Cristiana, y que se le dijera que yo había abandonado todo tratamiento médico y utilizaría únicamente medios espirituales para mi curación. Ayudada por la oración de la practicista, humildemente desafié los conceptos erróneos que había estado abrigando y los enfrenté con verdades específicas. Con frecuencia recordé esta aseveración en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 200): “La Vida es, siempre ha sido, y siempre será independiente de la materia; pues la Vida es Dios, y el hombre es la idea de Dios, formado no material sino espiritualmente, y no propenso a la decadencia y al polvo”. Ella también nos recuerda (ibid., pág. 463): “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo”. Y tenemos la afirmación bíblica: “En él [Dios] vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28). La naturaleza inmutable y espiritual de la verdadera sustancia tuvo significado para mí al percibir que esta sustancia formaba mi identidad real como semejanza de Dios.

Algunos parientes insistieron en que yo consultara un médico o continuara tomando medicina, pero me rehusé a hacerlo. Aunque estaba muy delgada y pálida, estaba segura de que mi perfección como hija de Dios se haría evidente; y así fue. El amor de mis compañeros Científicos Cristianos me rodeaba, y el trabajo específico de la practicista culminó en mi curación completa. Quedé maravillosamente restablecida y segura de que el Amor divino gobierna al hombre.


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