Cristo Jesús enseñó y demostró la perfección total del hombre. Su ascensión dio prueba concluyente de que el hombre es la expresión impecable de Dios.
Para alcanzar esta demostración final de perfección se requiere un profundo crecimiento espiritual. Jesús esperaba que cada uno de nosotros dejara atrás la mortalidad tal como él lo hizo. Si bien sus acciones, y hasta su vida entera, dieron evidencia de la Ciencia fundamental del ser, también nos dieron un ejemplo poderoso de lo que significa hoy en día ser genuinamente moral. En efecto, la vida de Jesús ilustra la moralidad que es indispensable para la demostración de una espiritualidad pura.
El Cristo por cierto que revela la naturaleza final de la existencia, la eterna e indisoluble relación del hombre con Dios, el Alma inmortal. Pero el Cristo hace más que dirigir a la humanidad hacia la realidad final; promueve tales características morales como la castidad, la virtud, la integridad; atributos que establecen una estructura firme para dejar atrás las limitaciones materiales. A veces, cuando la gente quiere ser moral, pero han cedido a lo que parece ser una tentación implacable, tal vez necesiten comprender mejor la acción del Cristo; reconocer su influencia irresistible para el bien. El Cristo fortalece, apoya y compele a pensar moralmente, y a actuar moralmente.
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