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Ceder para sanar

Del número de julio de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al manejar un vehículo motorizado con frecuencia hallamos señales de tráfico con una palabra muy especial: Ceda. Con ella se instruye a los conductores a ceder el paso a la afluencia de tráfico cuando se acercan a una intersección. Esto contribuye a la seguridad general y al progreso de todos.

La Sra. Eddy nos alienta a dejar que el perturbado sentido material ceda el paso a la ya establecida armonía del sentido espiritual. En este proceso lo humano cede a lo divino, y esta acción revela una coincidencia armoniosa. El beneficio para el que cede es un cambio de base mental, un cambio de las limitaciones del equivocado concepto material acerca del ser, a la amplitud de la verdadera armonía del reino de Dios. Esta armonía ya está en operación aquí mismo donde parecemos estar viviendo en un mundo orientado hacia la materia. El someterse a la Verdad permite que la perfección de Dios y del hombre verdadero eclipsen la mentira de la materialidad. De esta manera se establece una consciencia elevada e iluminada. Libertad, curación, satisfacción y buen éxito son la consecuencia natural.

Es interesante notar que en el Prefacio de Ciencia y Salud la Sra. Eddy hace esta declaración acerca de la Ciencia Cristiana: “Para desarrollar todo el poder de esta Ciencia, las discordancias de los sentidos corporales tienen que ceder a la armonía de los sentidos espirituales, del mismo modo que la ciencia de la música corrige las notas falsas y da dulce concordancia a los sonidos”.Ciencia y Salud, pág. viii.

Las enseñanzas y la vida de Cristo Jesús representan un ejemplo excelente de lo humano cediendo a lo divino y de su resultado en la conquista instantánea de la mala salud, del mal proceder y hasta de la muerte. Jesús comprendía tan clara y constantemente la perfecta totalidad de Dios y la absoluta unidad del hombre con Dios como Su expresión misma, que él podía ilustrar su comprensión mediante curaciones inmediatas. Su vida entera fue un ejemplo de la coincidencia de lo humano con lo divino. Por lo general esperaba que aquellos en necesidad de curación tuvieran fe, que estuvieran dispuestos a aceptar confiadamente el poder del Cristo. La Sra. Eddy, al hablar sobre la revelación de San Juan, dice: “Juan vio la coincidencia de lo humano y lo divino, manifestada en el hombre Jesús, como la divinidad abrazando la humanidad en la Vida y su demostración, — reduciendo a la percepción y comprensión humanas la Vida que es Dios”.Ibid., pág. 561.

Cambiar la materialidad por la realidad de nuestra verdadera espiritualidad es lo que nos permite alcanzar alturas inspiradas, donde logramos la liberación para demostrar en nuestra vida la coincidencia de lo humano con lo divino. A medida que nos sometemos firmemente a nuestra consciencia a la manera del Cristo, nuestra comprensión y habilidad para demostrar esta Ciencia aumentan. A veces es fácil ceder; otras, el ceder puede parecer que es una lucha que requiere que nos mantengamos firmes. Pero podemos hacerlo. Podemos desprendernos de las pesadas cargas de temores materiales, falsas responsabilidades, creencias “heredadas”, limitaciones y hábitos negativos. Podemos someternos a la voluntad de Dios en todo lo que nos concierne.

Dios y Su ley se hacen cargo entonces de nuestra experiencia total, de todo nuestro ser, y vemos que Dios es la fuente de toda existencia. Esta espiritualización de nuestro pensamiento — nuestra resurrección de falsas creencias — es la manera en que podemos emular a Cristo Jesús. En el Glosario de Ciencia y Salud leemos: “Resurrección. La espiritualización del pensamiento; una idea nueva y más elevada de la inmortalidad o la existencia espiritual; la creencia material cediendo al entendimiento espiritual”.Ibid., pág. 593.

Cada vez que lleguemos a alguna “intersección mental”, en otras palabras, cada vez que enfrentemos algún desafío, asegurémonos de que siempre le cedamos el paso al Cristo. Entonces nos encontraremos concordando con una armonía ya establecida. Y, realmente, no tenemos que esperar a que nos desafíe algún problema. Un constante ceder al Espíritu nos mantiene de continuo libres de las falsas creencias de la materia. Esta libertad nos permite cumplir totalmente con nuestro propósito ordenado por Dios. Y así nos hallamos en condición para servirlo a Él y a toda la humanidad más eficazmente. Cedamos, entonces, voluntariamente a Dios y avancemos en la demostración de nuestra unidad con Él.

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