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Unidad

Del número de julio de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Dios es el Espíritu universal. Es único, completo. El hombre es la idea o imagen completa de Dios.

Por ser Espíritu puro, Dios carece de elementos materiales; y Su creación, incluso el hombre, es también totalmente espiritual. Dios sabe que el hombre es perfecto y completo, y así lo ve. El hombre espiritual, esta idea verdadera creada por Dios, no carece de nada, puesto que refleja la totalidad y compleción de Dios.

Los problemas se presentan porque abrigamos un sentido material del ser y no reconocemos nuestra fuente divina y nuestra constante unidad con Dios. La verdad de que Dios, el Espíritu, ha creado al hombre como Su expresión completamente espiritual destruye la creencia de que la sustancia, el ser, y la singularidad del hombre pueden estar circunscritos en el protoplasma denominado cuerpo, y esta verdad sana la enfermedad. El hombre, la idea de la Vida y el Amor, no puede estar contenido en la materia, de la misma manera que la idea de libertad no puede estar incorporada en la Estatua de la Libertad. La Sra. Eddy, en Ciencia y Salud, dice: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales”. Y más adelante escribe: “El hombre es espiritual y perfecto; y por ser espiritual y perfecto, tiene que ser entendido como tal en la Ciencia Cristiana. El hombre es idea, la imagen del Amor; no es corpóreo”.Ciencia y Salud, pág. 475.

Un día al volver a mi casa del trabajo tenía los síntomas de influenza. Observé que estaba dando crédito a esos síntomas, que alegaban que ciertas partes del cuerpo eran discordantes y que otras eran normales. Recurrí a la Biblia y leí: “El Espíritu del Señor está sobre mí...; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”. Lucas 4:18. La palabra “oprimidos” atrajo mi atención. Consulté una concordancia bíblica y averigüé que el significado atribuido a la palabra “oprimidos” en este pasaje era “romper o romper en pedazos”. ¡Así justamente me sentía yo! Me sentía como si fuera una cosa compuesta de diversas piezas, algunas de las cuales estaban doloridas.

Dirigí entonces mi pensamiento a Dios, deseoso de sentir Su amor. Pensé sólo en mi unidad con Dios, el bien, y comprendí que mi ser verdadero era una idea espiritual, completa y armoniosa, que estaba gobernado únicamente por Dios y lo obedecía sólo a Él. La curación fue instantánea e inmediata. Se cumplió la promesa bíblica de que el Espíritu pondrá “en libertad a los oprimidos”.

Cuando estamos tentados a creer que somos un rompecabezas, compuestos de muchas partes distintas, no tenemos que aceptar ese concepto. En la Ciencia Cristiana aprendemos cómo en realidad nos ha creado Dios y que tenemos que abandonar las creencias falsas con las que se nos ha educado.

Como Dios, el bien, no puede estar fragmentado, Su imagen o idea no puede estar fragmentada. La perfección expresa la naturaleza de Dios como Principio indivisible. Este Principio protege a toda su creación, incluso cada uno de sus aspectos individuales, de la incapacidad total o parcial. Ni el hombre ni su relación con Dios pueden ser fracturados, escindidos, lesionados, rotos o dañados.

La Sra. Eddy afirma: “¿No es el hombre metafísica y matemáticamente número uno, una unidad y, por lo tanto, un número entero, gobernado y protegido por su Principio divino, Dios? Sólo tenéis que mantener un sentido científico y positivo de la unidad con vuestra fuente divina y demostrarlo diariamente”.Pulpit and Press, pág. 4. Al mantener este “sentido científico y positivo”, nos liberamos del concepto limitado del ser, el cual nos impediría aceptar la libertad y la salud perfectas establecidas en el Espíritu.

Cuando reconocemos que el hombre es una idea de la Mente, podemos reconocer tanto la singularidad como la unidad del Padre y el hijo. Cristo Jesús presentó el concepto verdadero de filiación. Ejemplificó la unidad de Dios y el hombre. Cristo Jesús dijo: “Yo y el Padre uno somos”. Juan 10:30. Que Jesús entendía que esta unidad incluía al ser verdadero de todos se evidencia en su oración: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros...” Y añadió: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad”. 17:20–23. La indestructible relación del hombre con Dios constituye una unidad que el mundo de los sentidos no puede separar, tocar o empañar.

El entendimiento de esta coincidencia de Dios y el hombre nos pone en condiciones de experimentar el amor de Dios que todo lo abarca. Saber que el hombre no se puede separar de la seguridad de la presencia preservadora de Dios nos protege aquí y ahora. En verdad el hombre no tiene otra alternativa que ser uno con Dios. Cristo Jesús afirmó: “Yo soy en el Padre, y el Padre en mí”. 14:11.

El propósito constante del Maestro fue vivir en fiel obediencia a la armonía y unidad de Dios y Su creación espiritual. Como receptores de los beneficios que la fidelidad de Jesús ha traído a la humanidad, debemos saber que también es nuestro deber empeñarnos por comprender esta unidad divina y manifestarla en nuestra vida. Comprenderla es descubrir que sólo hay una Mente, la divina, y que sólo hay una voluntad, la voluntad de Dios. Nuestra verdadera actividad es reflejar Su voluntad. De hecho, toda la creación obedece a Su voluntad, la voluntad que constantemente define y gobierna todas las manifestaciones del único Yo soy.

Dios es la Vida del hombre. Los ciclos de la Vida, pues, son espirituales, no materiales. No tienen ni comienzo ni fin. La Vida infinita, Dios, no puede fragmentarse en las etapas limitadas de la creencia material conocidas como nacimiento, crecimiento, madurez, decaimiento, muerte, y vida después de la muerte. Sólo la mente mortal imagina estas cosas constantemente de acuerdo con sus restrictivas creencias de tiempo y materia. Esta mentalidad falsa cree que todas las cosas deben con el tiempo descomponerse y funcionar mal porque no puede entender la compleción y unidad eternas del Espíritu. Debemos abandonar el falso sentido de limitación y fragmentación y adquirir consciencia del ser inmutable e imperecedero a fin de disipar el temor, la discordancia y la enfermedad que se derivan de estos conceptos erróneos.

Un Dios único significa una sola Vida. Esta Vida única está por siempre comprometida a mantener, sostener y preservar toda su creación espiritual. Dentro de esta Vida, todo es armonioso y no discordante; eterno y no temporal; espiritual y no material. Esta realidad es lo que Dios conoce y perpetúa.

Al estudiar Ciencia Cristiana comenzamos a entender que Dios ha hecho a Sus hijos espirituales. Todas Sus ideas están armoniosamente relacionadas con Él y, por ende, están en armonía entre sí. Como Dios es el Padre-Made, el creador único, sólo hay una familia: Su familia del hombre. Las imágenes espirituales de Dios están unidas en una fraternidad espiritual y coexisten pacíficamente. No hay fricción, conflicto o infidelidad que puedan romper esta unidad. Al morar en el reino de Dios, están gobernadas por la ley divina de la armonía. Y como Dios es infinito, no hay nada fuera de Su presencia e influencia. No hay nada fuera del Espíritu infinito que pueda penetrar la armonía del Espíritu, esto es, que pueda quebrantar, perjudicar o romper la fraternidad del hombre.

Por cuanto el hombre está indisolublemente ligado con la Mente única e infinita, la salud del hombre está gobernada exclusivamente por leyes que son divinas y buenas. Dios manifiesta Su idea completa de salud, o armonía, por medio de Su expresión, el hombre. Como el hombre simplemente refleja, manifiesta exactamente, todas las cualidades de su creador, es la responsabilidad de nuestro Hacedor establecer y mantener la salud, la felicidad y la fortaleza en el hombre. Al hombre le corresponde reflejar a Dios, el bien, fielmente.

Nuestra Guía dice en Ciencia y Salud: “El Principio y su idea es uno, y este uno es Dios, el Ser omnipotente, omnisciente y omnipresente, y Su reflejo es el hombre y el universo”.Ciencia y Salud, págs. 465–466. Cuando percibimos a Dios y a la unidad del hombre con Él, perdemos de vista la mortalidad, el sufrimiento y la enfermedad. Y nos regocijamos, porque este entendimiento de la unidad nos capacita para sanar y ser sanados.

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