Cuán agradecida estoy de que mi madre reconociera que la Ciencia Cristiana es la verdad que sana cuando supo de esta Ciencia por primera vez. De niña, sufrí de una condición nerviosa, y como consecuencia me salió una eczema grave. El tratamiento médico no había dado resultado.
Una mañana, mientras estábamos afuera, una persona que no conocíamos notó mi condición y comenzó a hablar con mi madre. Le dijo que había oído que en la ciudad vecina había unas personas que se llamaban Científicos Cristianos y que curaban por medio de la oración.
Ese mismo día mi madre localizó a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pidió ayuda. Esa noche dormí profundamente. La curación había comenzado y pronto fue total. Desde ese momento mi madre fue una leal Científica Cristiana y como resultado de ello, yo he tenido una vida llena de bendiciones mediante el estudio y aplicación de esta Ciencia.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!