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La verdadera protección contra el magnetismo animal

Del número de agosto de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Magnetismo animal. ¿Qué significa? ¿Me puede afectar? ¿Cómo me puedo proteger de eso?

Primero, magnetismo animal es un término genérico que nuestra Guía, la Sra. Eddy, usa para designar todo el mal, incluso todo lo que es desemejante a Dios. El término realmente se explica por sí mismo. El magnetismo animal es una atracción magnética sobre la consciencia humana que trata de hacer caer el pensamiento al nivel de las reacciones animales.

¿Puede esta tal llamada fuerza magnética afectar a la gente? Solamente si ellos ignoran cómo esta falsa fuerza opera y no comprenden la omnipotencia de Dios. Por lo general, los Científicos Cristianos se dan cuenta de que el mal es meramente la creencia de que existe algo en oposición a Dios y que no debe consentirse en ninguna forma. El estudiante sincero de la Ciencia Cristiana nunca se sometería a sabiendas al magnetismo animal. Pero el mal no siempre es obvio. Parece trabajar en formas sutiles para engañar hasta al más devoto estudiante, a menos que éste no esté alerta. De ahí la importancia de desenmascarar los métodos del mal y protegernos de las trampas del magnetismo animal.

¿Cómo alega operar el magnetismo animal? Antes de responder con éxito a esta pregunta, uno tiene que encarar el hecho más importante que la Ciencia Cristiana revela sobre el magnetismo animal: que no tiene poder ni realidad. Eso es correcto. No tiene ni un ápice de poder, ni una pizca de verdad. El poder y la realidad pertenecen solamente a Dios. No puede haber dos bases de poder y existencia, una buena, la otra mala. Si hubieran dos, Dios no sería omnipotente y omnipresente.

Dios es Mente, la fuerza inteligente que gobierna toda la creación. La inteligencia suprema de la Mente no podría crear o ni siquiera conocer una tal llamada fuerza que, de dársele crédito, disputaría hasta el reino mismo de la Mente. Ninguna faceta del magnetismo animal tiene más realidad que la que tiene una mentira. En las palabras de la Sra. Eddy: “Una mentira tiene sólo una oportunidad de engañar, — que se la tenga por veraz”.La Unidad del Bien, pág. 17.

“Bueno, si es así, sería mejor que dejara de leer este artículo”, uno podría decir. O, “Si el mal no tiene poder, ¿por qué estamos tomando tiempo para hablar de los métodos que me protegerían de la nada?” Tales reacciones a la ineficacia e irrealidad del mal son ingenuas, y la ingenuidad no tiene lugar en la lógica metafísica.

El mal no tiene ni poder ni existencia, mas alega que sí tiene y que puede hacer víctima a la humanidad por medio de sus falsas alegaciones.

La serpiente parlante en el Jardín de Edén desde hace mucho tiempo simboliza el mal. ¿Tenía la serpiente en la alegoría poder para hacer que Eva comiera de la fruta prohibida? ¡No! Pero sí le sugirió a ella que la fruta era deseable y algo que podría agradarle. Hasta le sugirió que Dios no sabía de lo que Él estaba hablando cuando prohibió que se comiera la fruta del árbol del conocimiento del bien y del mal.

El punto importante para recordar es que Eva comió de su propia fruta. Respondió a los argumentos de la serpiente, que de por sí no tenían poder alguno para destruirla. Eran sólo sugestiones. En cierto sentido, Eva se destruyó a sí misma. Este modo de proceder de la serpiente es el método que el magnetismo animal ha usado a través de las épocas. El mal sólo puede sugestionar a la consciencia humana; no tiene poder para hacer que la sugestión se cumpla. La persona misma hace eso y entonces paga las consecuencias.

La pregunta importante es, entonces: “¿Qué hago para no responder a las sugestiones del magnetismo animal?” La respuesta es profunda, y, sin embargo, muy simple: ¡Fortalecer las debilidades humanas! El método del magnetismo animal es siempre atacar a uno en la parte más débil. ¿Se han dado cuenta cuán a menudo en la vida los problemas vienen por la misma vía? Por ejemplo, si uno tiene la tendencia a ser chismoso, fíjense cuántas veces los problemas son el resultado de hablar mucho. Si uno es sensitivo, puede parecer que los ataques se presentan mediante el sentido personal de una naturaleza susceptible.

En la Ciencia Cristiana, la curación de las debilidades humanas implica mucho más que meramente cambiar un mortal débil en un mortal fuerte. La curación requiere que elevemos el concepto que tenemos de nosotros mismos hacia el reino de la realidad espiritual, que despertemos al hecho de que de ningún modo somos mortales. A medida que reconocemos nuestra verdadera naturaleza como el reflejo de Dios, comenzamos a demostrar nuestra invulnerabilidad a los ataques del error. Demostramos que el error no conoce al hombre verdadero, la idea espiritual de Dios. El error no sabe dónde mora la idea del Espíritu o lo que la idea del Espíritu hace, porque en la Ciencia se demuestra que el error no tiene realidad.

Redimir los elementos no redimidos de nuestro propio pensamiento es la mejor defensa contra cualquier forma del mal. Nuestro Maestro, Cristo Jesús, derrotó los ataques más agresivos del mal por su pureza. Él sabía quién era: “Yo y el Padre uno somos”. Juan 10:30. Y también sabía a donde iba: “Yo voy al Padre”. 16:16. Este conocimiento del Cristo, su verdadero ser espiritual, lo elevó más allá del alcance del mal y le permitió comprobar que el mal es impotente e irreal. En el monte de la tentación él rechazó todas las sugestiones que el diablo le presentó. El diablo no podía hacer caer a Jesús; al igual que la serpiente, el mal solamente podía sugerir que Jesús se tirara él mismo de la cumbre. No había nada en el pensamiento del Salvador, tan semejante al de Dios, que pudiera responder a las sugestiones del mal, de modo que él resistió todas las tentaciones.

La Ciencia del Cristo no sólo enseña cómo reconocer las facetas sin redimir de nuestra propia vida, sino que nos explica cómo sanarlas. El conocimiento de sí mismo es el primer paso en esta redención. Hacer un inventario honrado de nuestro propio ser nos muestra las cualidades fuertes, semejantes a las del Cristo, que poseemos, así como los rasgos desemejantes a Dios que nos causan problemas.

El pensamiento y la acción que no se parecen a las características de Dios pueden eliminarse elevando el concepto que tenemos de nosotros mismos hasta la realidad de nuestro ser como la semejanza de Dios. Debido a que el hombre es el reflejo de Dios, siempre ha sido la expresión del original: puro, sin pecado, sano. Según vamos viendo nuestra inocencia espiritual en el Cristo, la idea verdadera, progresivamente destruimos las falsas creencias que dicen que alguna vez perdimos la pureza.

Si el error parece atacar mediante alguna forma de pecado o enfermedad, el metafísico alerta reclama su inocencia y pureza en el Cristo, confiando en que la Verdad descubrirá dónde ha habido una “falla” en la seguridad. Un amigo me dijo una vez que el agua que hace presión contra una represa no tiene inteligencia para saber dónde hay un hueco. Pero es la naturaleza de la fuerza del agua forzar la salida por la parte más débil, si es que hay alguna. Y lo mismo pasa con el magnetismo animal. No tiene inteligencia para conocer las debilidades de nadie. Pero la naturaleza del mal es presionar a la persona con sugestiones mentales agresivas. El ceder a éstas siempre ocurre por medio de aquel aspecto sin redimir del yo humano, el “yo” que la idea-Cristo finalmente redimirá.

La Sra. Eddy sabía que es esencial que los Científicos Cristianos se protejan de las sugestiones agresivas del magnetismo animal. En el Estatuto del Manual de La Iglesia Madre titulado “Alerta al deber” ella escribe: “Será deber de todo miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva, y no dejarse inducir a olvido o negligencia en cuanto a su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad. Por sus obras será juzgado, — y justificado o condenado”.Man., Art. VIII, Sec. 6.

A veces, cuando el magnetismo animal malicioso aparenta atacar a una persona, como lo hizo con el Maestro, puede parecer que el mal es mucho más vicioso que una mera sugestión que viene a nuestro pensamiento. El mal parece actuar por medio de personas y cosas. Pero esa es la naturaleza del mal: aparentar ser real y personal, vicioso y malicioso, cuando en realidad no tiene poder. La crucifixión de Jesús no se debió al magnetismo animal sugestionando a Jesús, sino al magnetismo animal sugiriéndole a sus enemigos la destrucción de Jesús. La debilidad radicaba en los pensamientos de los Fariseos y los Saduceos, no en Jesús. Esta debilidad los convirtió en blancos escogidos para las insinuaciones del mal que les sugerían que serían bendecidos por la destrucción de Jesús. Al dar su consentimiento creyeron que destruyendo a Jesús podrían destruir al Cristo, la Verdad, que él representaba.

La resurrección de Jesús es la prueba final de que el magnetismo animal nunca está más allá de nuestra capacidad para tratarlo como una sugestión. De haber Jesús personalizado el ataque — esto es, de haberlo visto como personal o como personas — no hubiera podido derrotarlo. Jesús sabía que el verdadero enemigo no eran los sacerdotes ni la gente, sino el magnetismo animal. De esta manera, nuestro Maestro pudo vencer el magnetismo animal que usó a sus perseguidores. Su oración final fue: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Lucas 23:34.

La Sra. Eddy dice: “El mal no tiene realidad. No es persona, lugar, ni cosa, sino simplemente una creencia, una ilusión del sentido material”.Ciencia y Salud, pág. 71. Es obvio que para vencer el mal tenemos que dejar de pensar que hay personas malas, lugares malos, o cosas malas. Todo mal no es más que una sugestión de que existe una llamada fuerza opuesta a Dios. Pero la verdad espiritual es que el magnetismo animal no solamente no tiene poder alguno, sino que ni siquiera es una entidad, ni una realidad momentánea. Los Científicos Cristianos sanan el mal con éxito cuando comprenden las enseñanzas de nuestra Guía respecto al magnetismo animal.

El Cristo es el antídoto para cualquier clase de mal. El Cristo, la Verdad, es la verdadera fuerza de atracción del universo, que eleva la consciencia humana hasta Dios. El Cristo, el constante mensaje de Dios, elimina las sugestiones agresivas de la mente carnal que tratarían de destruirnos si no estamos alerta a los métodos que esta mente usa. El Cristo revela la Ciencia de la relación del hombre con Dios, y esta Ciencia refuta la mentira de que el mal tiene poder y realidad, o de que hasta la sugestión de que hay un poder opuesto a Dios puede separar al hombre del bien. La práctica de la Ciencia del Cristo es lo que nos ofrece seguridad verdadera contra el magnetismo animal.

Independientemente de lo que el mal pretenda presentarle al pensamiento humano, o de cuán vicioso o personal reclame ser, solamente tenemos que pesar esta pretensión en la balanza con el Cristo, la Verdad, para poder ver su nada. Con toda su pretensión, el magnetismo animal no es nada más que una ilusión. Una ilusión no tiene poder para actuar, sólo tiene poder para engañar; y a la consciencia que el Cristo llena del todo no se la puede ni siquiera engañar. Cuando pesamos en la misma balanza la inteligencia de la Mente, la sustancia del Espíritu y las actividades de la Vida, con cualquier ilusión, no es difícil darse cuenta de que el poder está del lado de Dios.

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