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No codiciemos, ¡aceptemos!

Del número de agosto de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es posible que alguna vez, observando a alguien a quien admiramos, nos hayamos dicho: “¡Cómo me gustaría tener su fe!” O quizás haya sido su valor lo que deseábamos tener. Pensamientos de esta naturaleza son, en realidad, una forma de codicia, aunque parezcan ser valiosas aspiraciones.

Sin un deseo de expresar el bien y sin un genuino esfuerzo por vivir de acuerdo con este deseo, nadie puede realmente progresar. La Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Cada paso hacia la bondad significa un alejamiento de la materialidad, y es una tendencia hacia Dios, el Espíritu”.Ciencia y Salud, pág. 213. El error consiste en considerar la expresión individual del bien como una virtud personal y no percibirla como una expresión del bien que es Dios. El pensar en términos de la bondad o dulzura que un amigo o una amiga expresa, es dirigir nuestra atención hacia las personas y no necesariamente hacia Dios, la fuente de todo bien.

Cristo Jesús fue categórico sobre este punto. Cuando alguien se dirigió a él como “Maestro bueno”, Jesús respondió claramente: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios”. Marcos 10:17, 18. Jesús no negó el bien que manifestaba, o sea, su manera única de expresar a Dios. Lo que hizo fue rehusar ver el bien como un atributo propio, como algo personal. Indicó que la gente debe mirar más allá de la manifestación humana del bien, hacia Dios, el origen de todo lo bueno.

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