El hombre, creado espiritualmente, es uno con Dios y expresa todas las cualidades de su creador. Esto es lo que Cristo Jesús percibió tan claramente y enseñó cuando dijo: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” Juan 5:19. y “Yo y el Padre uno somos”. 10:30.
Para ver nuestra filiación o unidad con Dios, el Padre, tenemos que comprenderlo y amarlo como el divino Principio creativo de todo lo que existe. Tenemos que tener completa confianza en Él, ser del todo obedientes a Sus leyes divinas y expresar esta obediencia prácticamente.
Nuestra obediencia se expresa en la proporción en que reconocemos que Dios es la única Mente. Mediante la obediencia, la realidad del ser — salud y perfección inagotables — trasciende cada vez más todo aspecto de nuestra vida, y el hombre espiritual, la expresión de Dios, comienza a brillar. Nuestro sentido mortal del yo se somete al hombre verdadero, y experimentamos la dirección y afectuoso cuidado del Padre en todo lo que emprendemos.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!