Alma, en perpetuo amanecer,
mi corazón canta de alegría,
y agradece y saluda el nuevo día,
indeclinable, sin anochecer.
Sobre mi frente, el velo del silencio
en oscuro luto se cernía;
pero viene de Dios aliento
y torna el lamento en melodía.
De no ser por el Señor,
me habría hundido en sueños;
pero el hombre es de Dios.
Su Ego nunca duerme.