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La tercera edad y la oportunidad

Del número de agosto de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Es correcto que una vida plena y activa culmine en la lentitud, el deterioro y la frustración que a veces se asocian con la edad avanzada? ¿Es esto la recompensa por el buen trabajo que hemos hecho durante muchos años en la iglesia y en la comunidad, en el empleo o en el hogar? ¡Absolutamente no! El transcurso de los años no tiene nada que ver con los problemas de salud física o mental, y nuestra expresión consciente de Dios, la Vida divina, puede mantenernos a cada uno de nosotros en actividad útil y saludable, independientemente de nuestra edad.

En muchas industrias y empresas se cree que los trabajadores dejan de ser útiles a cierta edad. Cuán limitado es a menudo este concepto, considerando la destreza y la sabiduría que estos trabajadores han adquirido a través de años de experiencia, dedicación y observación. Pero si alguien se jubila porque el sistema de la compañía en que trabaja así lo exige, no es éste el momento para retirarse de la vida y empezar una paulatina decadencia de la salud, la libertad y la utilidad. En su lugar, dejemos que sea una oportunidad para encauzar en una nueva dirección las aptitudes que Dios nos dio. Una vez libres de la rutina de trabajar determinadas horas, nos damos cuenta de que nuevos horizontes están esperando ser descubiertos.

Consideremos la historia de Caleb, quien, según nos dice la Biblia, había sido un soldado de confianza de Moisés y de Josué durante cuarenta y cinco años. Después de este largo período de servicio, reclamó la heredad que Moisés le había prometido a él y a su familia. Pero esto no significaba una “jubilación” de la vida activa para sumirse en la apatía y la inutilidad, ya que le dijo a Josué: “Hoy soy de edad de ochenta y cinco años. Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar”. Josué 14:10, 11. Caleb se ganó la tierra que deseaba y empezó una nueva vida estableciéndose con su tribu allí. Qué fácil le hubiera resultado “jubilarse”. Su familia y su gente necesitaban su sabiduría y valor.

“Si no fuera por el error de medir y limitar todo lo que es bueno y bello, el hombre gozaría de más de setenta años, y aún mantendría su vigor, su lozanía y su promesa”, escribe la Sra. Eddy en Ciencia y Salud. “El hombre, gobernado por la Mente inmortal, es siempre bello y sublime. Cada año que pasa desarrolla más sabiduría, hermosura y santidad”.Ciencia y Salud, pág. 246. Nuestra Guía fue un ejemplo admirable de la veracidad de estas declaraciones. Ella estableció una Iglesia mundial e inspiró y dirigió sus actividades a la edad en que muchos se están preparando para abandonar el trabajo activo. Escribió libros, fundó las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, incluso el The Christian Science Monitor, todo lo cual continúa siendo un tributo a la “sabiduría, hermosura y santidad” que Dios desarrolló en ella.

Es el “medir y limitar” lo que causa los problemas de la vejez. La Ciencia Cristiana nos demuestra cómo extraer los recursos mentales ilimitados de la Mente divina, que invalidan todos los efectos depresivos y decadentes que se manifiestan en la mente y el cuerpo. Estos recursos espirituales son fuerzas para el bien; son ideas y cualidades de Dios que podemos reclamar mediante la oración y la comprensión de que reflejamos la plenitud de la Vida divina.

Dios es la fuente de la lozanía perpetua, de la utilidad, la espontaneidad y la energía. Al entender que reflejamos a Dios, podemos reclamar vigorosamente cada una de estas cualidades y dejar que éstas reemplacen por completo las creencias mortales de la edad, la decrepitud y la decadencia. Esta limpieza mental es la acción del Cristo, que eleva la consciencia a la comprensión de que uno mismo es “bello y sublime” por ser el hombre creado por la Mente. Mantengámonos mentalmente erguidos, con el pensamiento puesto en la cálida luz del Alma. Los rayos radiantes del Alma escudriñan los oscuros escondrijos del pensamiento mortal y los iluminan con el conocimiento de la verdadera salud y el propio valer.

¿Qué efecto tiene esto? Puesto que lo que pensamos gobierna nuestra experiencia humana, al cambiar el pensamiento acerca del hombre de un punto de vista embotado por la materia a otro punto de vista activado por Dios, rechazamos las predicciones materiales y quedamos libres para gozar “de más de setenta años”, y, de este modo, la tercera edad pasa a tener un sentido nuevo. Esta clase de “ciudadanía madura” nos libera de las limitaciones de la edad al poner énfasis en cualidades divinas de pensamiento. Nuestra vida puede ser una expresión continua de servicio a Dios, servicio que es nuestro reflejo individual perpetuo y único de todo el bien que es Dios. Al estar a Su servicio siempre aumentamos en dignidad y mérito.

Con cuánta frecuencia viajamos muchos kilómetros para ver hermosos edificios históricos y los miramos con reverencia y admiración por su grandiosidad y solidez. Cuando queremos hacer algún negocio, a menudo escogemos una firma establecida porque respetamos su longevidad y experiencia. Cuánto más debiéramos apreciar y respetar a una persona que, a través de pruebas y éxitos, ha aprendido a expresar las cualidades eternas y duraderas de la Vida divina. Una persona así está realizando una gran obra para el mundo al contribuir con buenos pensamientos y al demostrar que las cualidades espirituales no mueren y son muy poderosas para sanar. Una vida tal es una bendición, un bálsamo en un mundo acosado por problemas, y bendice a todo pensamiento receptivo. No importa si los años de la madurez transcurren en el seno familiar, solos, o en un hogar de ancianos, el poder infundido por Dios al pensamiento espiritualizado contribuye al progreso de la humanidad aportándole un nuevo sentido de lo que realmente es la tercera edad, un estado para ser deseado por todos.

Las restricciones de la vejez pueden ser eliminadas de nuestra experiencia. Como lo proclama la Sra. Eddy: “Ciudadanos del mundo, ¡aceptad la ‘gloriosa libertad de los hijos de Dios’ y sed libres! Este es vuestro derecho divino. La ilusión de los sentidos materiales, no la ley divina, os ha atado, ha enredado vuestros miembros libres, paralizado vuestras aptitudes, debilitado vuestro cuerpo, y desfigurado la tabla de vuestra existencia”.Ibid., pág. 227. Toda persona activa espiritualmente, que está desafiando las limitaciones de un ciclo vital mortal, está probando al mundo lo que puede lograrse cuando se reconoce persistentemente que el ser está gobernado por la Vida divina, y no limitado por la vida mortal.

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