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La jubilación y el “hombre nuevo”

Del número de agosto de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El hombre espiritual jamás se jubila. Jamás se cansa o descansa de lo que realmente hace: expresar a Dios en Su plenitud, representarlo, ser Su imagen. El jubilarse de un empleo humano no oscurece estos hechos. Tal jubilación más bien podría permitirle a uno estar más consciente de su trabajo verdadero, más consciente de los “negocios de su Padre”.

Cuando la jubilación va acompañada de la oración, tanto el empleado como el empleador son bendecidos. Esto puede manifestarse en una reducción gradual de las horas de trabajo, en las que el jubilado no sólo continuará compartiendo su trabajo y experiencia, sino también compartirá los frutos espirituales de horas adicionales dedicadas a ese estudio y oración que promueven un renacimiento. Ya sea parcial o total, la jubilación no debe verse como si la fuerza de trabajo de la sociedad quisiera deshacerse de un empleado de mayor edad. En cierta medida, la jubilación puede constituir para todos el descubrimiento del “hombre nuevo”.

Los años de jubilación ofrecen una oportunidad especial para el descubrimiento espiritual. Tal descubrimiento puede incluir no sólo el encontrar que poseemos cualidades maravillosas que nunca antes supimos que poseíamos, sino también el reconocimiento de que algunos rasgos indeseables de carácter que a través de los años aceptamos como nuestros, realmente no forman parte de nuestro ser. Pero más importante aún, una comprensión más amplia y profunda de lo que es el Espíritu nos capacita para salirnos, y para sacar a otros, del contexto de la mortalidad y de la personalidad mortal para encontrar así la realidad espiritual y la individualidad verdadera que participa de la naturaleza del Cristo.

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