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Soy una mujer muy entrada en lo que se llama “edad avanzada”.

Del número de agosto de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Soy una mujer muy entrada en lo que se llama “edad avanzada”. Toda mi vida he vivido la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) lo mejor que he podido. Como resultado, mis capacidades físicas no difieren mucho de lo que eran cuando yo era una jovencita, y encuentro que mi actividad mental es aun más lúcida.

He aprendido que la expresión de cualidades espirituales es un derecho divino que viene al hombre directamente de Dios. Un serio trastorno nervioso, un ataque repentino que me dejó en un estado mental confuso, una enfermedad tropical que me paralizó todo el cuerpo y muchas otras condiciones discordantes, todo ha sido curado por medio del tratamiento en la Ciencia Cristiana. Cuando los males a los que me he referido me incapacitaron, me sentí profundamente agradecida por tener yo esta Ciencia y una comprensión de su Principio inmortal para recobrar mi anterior condición saludable. Algunas de estas victorias se lograron con la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana, pero en la mayoría de los casos gané mi liberación por medio de mi propio estudio de la Biblia y de los escritos de Mary Baker Eddy. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras la Sra. Eddy dice (pág. 296): “Bien aquí o en el más allá, el sufrimiento o la Ciencia tiene que destruir todas las ilusiones con respecto a la vida y la mente, y regenerar los sentidos materiales y el yo material”. Así progresamos en nuestra comprensión de la Ciencia divina.

Después de vivir doce años cómodamente en un país extranjero, encontré que era necesario volver a los Estados Unidos, en donde yo no tenía hogar, medios de transporte, ninguna entrada económica, ningún empleo y ninguna cuenta bancaria. También pasaba las angustias de una paralizadora enfermedad.

Me tocó la inmediata obligación de cuidar de dos miembros de mi familia que también estaban enfermos; uno de una enfermedad relacionada con las drogas, el otro de senilidad y confusión mental. La situación parecía ser desesperada, pero acepté el reto, sabiendo que como hija amada de Dios yo derivaba fuerzas de Él para hacer lo que fuese requerido de mí. La ayuda siempre presente del Amor infinito me sostuvo, y a su tiempo tuve un hogar, empleo, automóvil y entradas económicas adecuadas. Los miembros de mi familia sanaron completamente de sus dificultades, y yo también.

He recibido pruebas de que la edad no es obstáculo para cuidar de nuestras propias necesidades. He participado de actividad vigorosa inspirada por Dios a pesar del hecho de que ya hace tiempo pasé la edad generalmente asociada con la jubilación. Ahora doy clases en una escuela nocturna, escribo artículos para algunos periódicos, soy asesora de un restaurante y dueña y administradora de un negocio de alimentos. Hago todo el trabajo de mi casa, atiendo mi jardín, y hasta construyo repisas y armarios. También sirvo como capellán de la Ciencia Cristiana, y estoy activa en otros trabajos de la iglesia.

Una vez, cuando pasaba una noche en un hotel, un intruso me despertó. Trató de atacarme, y yo luché con él. Inmediatemente empecé a orar. Después de pedirle a Dios qué debía hacer, sentí el impulso de hablar con el intruso como si fuera normal, algo que él era en realidad, como hijo de Dios. Aunque de repente decidió irse, la lucha que tuve con él para evitar que hiciera lo que se proponía hacer, me dejó temblorosa, magullada y sumamente débil. Sentí que no tenía a quien acercarme, sino a mi siempre amoroso Padre-Madre Dios. Los efectos físicos sanaron rápidamente, pero las cicatrices emocionales duraron. La curación llegó finalmente cuando reconocí que la relación del hombre con Dios es invariable, eterna y completamente buena.

En toda situación he podido utilizar las enseñanzas fundamentales de la Ciencia Cristiana con éxito. Cuando la sugestión del magnetismo animal agresivo me ha hecho frente, he insistido firmemente en los hechos verdaderos y permanentes de la creación de Dios, y que Él estableció todo el bien aun “antes que el mundo fuese” (Juan 17:5). La mentira de la creencia humana ha sido silenciada, y he recibido todo lo que necesitaba, en abundancia.

Estoy profundamente agradecida porque mi abuela, mi padre, hermano y yo recibimos instrucción en clase de esta Ciencia práctica; su alcance sanador abarca el universo.


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