El tratamiento de la Ciencia Cristiana es único entre los sistemas de curación. No es una técnica material. No involucra ejercicio de la voluntad humana. No incluye medicamentos ni manipulación del cuerpo.
El tratamiento cristianamente científico es oración. Oración que reconoce la perfección de Dios y del hombre tan completamente, y niega las pretensiones de la mortalidad tan eficazmente, que la salud y la buena moral recuperan su lugar natural en nuestra vida. No hay fórmula que memorizar para dar tal tratamiento. Éste nace de la inspiración divina, del pensamiento espiritualmente original.
El impulso principal del tratamiento eficaz procede de nuestro discernimiento de la totalidad de Dios. Esto es básico en las enseñanzas de la Ciencia. Dios es infinito. El Espíritu es la sustancia de todo el ser; da significado a toda la existencia. Una convicción de esta verdad, inundando la consciencia, es esencial para la curación. Sólo si admitimos de buen grado la totalidad del Espíritu tenemos una base para reconocer la perfección del hombre.
Debido a que la realidad es de hecho el Espíritu, el hombre es espiritual, no material. Una afirmación perspicaz de que el hombre es inmortal, que expresa la perfección de Dios, requiere la sumisión del arrogante sentido material. El sentido material define al hombre como mortal, como una entidad que, en el mejor de los casos, está relacionada sólo superficialmente con el Espíritu. El sentido espiritual reconoce que el hombre es la manifestación permanente del Espíritu y ve que su identidad jamás está sostenida por la materia.
Cuando las valiosas afirmaciones sobre la totalidad de Dios y de que el hombre expresa la perfección de Dios van acompañadas de una inteligente negación de la materia, esto fortalece el tratamiento. La Sra. Eddy provee poderosa dirección para el trabajo de curación. Ella era una sanadora de un éxito extraordinario. A través de todos sus escritos da dirección indispensable para la práctica de la curación. Por ejemplo, explica: “Admitid la existencia de la materia, y admitís que la mortalidad (y por consiguiente la enfermedad) tiene una base en la realidad. Negad la existencia de la materia, y podréis destruir la creencia en condiciones materiales”.Ciencia y Salud, pág. 368.
Puede que al lector casual le parezca un poco extraño, si no exagerado, el que un autor aliente a negar la materia. Pero esta negación es un punto decisivo para quienes practican la curación científica. Cuando el Científico Cristiano niega la materia, está haciendo algo bastante diferente de lo que otros podrían suponer. Para la mayoría de la gente, la negación de la materia entraña la negación de objetos, como, por ejemplo, una silla, o tal vez un automóvil, o hasta la tierra. Esto es lo que la gente supone que es la materia. Pero esto no es así para el Científico Cristiano. Él ve la materia bajo una luz muy diferente.
En realidad, hasta los físicos que estudian la estructura de la materia no pueden explicarla de manera definitiva. Solían pensar que un átomo era la base estructural de la materia. Después teorizaron de que electrones, protones y neutrones eran partículas básicas de esta estructura. Más tarde vinieron los mesotrones; y ahora se considera que los quarks son unidades fundamentales.
Cuando el Científico Cristiano niega la materia, está negando algo mucho más sugestivo de lo que comúnmente se considera físico, como se considera el cuerpo material, por ejemplo. La Sra. Eddy define la “materia”, en el Glosario de Ciencia y Salud, de manera definitiva y exacta. Usa términos tales como “mitología; mortalidad; otro nombre para la mente mortal; ilusión”.Ibid., pág. 591.
Cuando a un Científico Cristiano le duele un brazo y niega la materia, no está negando un brazo. Está negando la mortalidad. Es decir, está rechazando la creencia de que la sustancia es material, que el ser armonioso es limitado, finito, destinado a terminar. Su tratamiento se basa en la inmortalidad del Espíritu y, por lo tanto, en la identidad eterna del hombre como reflejo del Espíritu. Lo que la gente llama materia es esencialmente forma mental. Cuando esa forma mental descansa en suposiciones de mortalidad, equivoca la naturaleza del hombre. El sanador jamás niega la identidad del hombre; niega las limitaciones y restricciones mentales acerca de la identidad.
Si caemos en la trampa de una negación casual de la materia — considerándola como la mayoría de la gente piensa que es — nuestra negación no tendrá mucho valor, y hasta puede ser engañosa. Necesitamos comprender claramente la descripción científica de la materia como mentalidad temporal y material. La materia no es verdaderamente sustancial. El Espíritu inmortal es sustancial. La materia, toda la materia, describe varios estados del pensamiento mortal. El pensamiento mortal tiene que someterse al hecho de que el hombre es realmente inmortal. Y de esta manera el tratamiento siempre afirma la naturaleza inmortal de Dios y de Su idea, el hombre. Siempre niega la materia, es decir, pone de manifiesto la falacia de la mortalidad y de sus molestos síntomas.
La mente mortal se opone a que la humanidad adquiera el concepto exacto acerca de la materia. Pero tal concepto tiene que obtenerse si hemos de curar sobre la base científica que capacitó a Cristo Jesús para curar. Jesús explicó en un punto de sus enseñanzas que “la carne para nada aprovecha”. Juan 6:63. Poco después de esta explicación algunos de sus discípulos lo dejaron. Tales enseñanzas les eran difíciles de aceptar.
Es una aventura el aprender acerca de la supremacía de Dios y acerca de Su perfección infinita y crecer en esta comprensión. Pero tenemos que estar dispuestos a abandonar lo que no está de acuerdo con esta verdad. Tenemos que estar dispuestos a perder nuestra creencia en la materia, en limitaciones mentales. Y entonces nuestra vida tiene que mostrar nuestro amor por lo espiritual, mostrar nuestra creciente liberación de la materialidad. Cuando verdaderamente podamos ver que la materia sólo representa específicamente creencias en la mortalidad, sanaremos la enfermedad y el pecado mucho más eficazmente. Y en lugar de materia encontraremos evidencias de inmortalidad.
La identidad dada por Dios y los objetos espirituales de inmortalidad son ideas de la Mente divina. Nuestra aceptación del ser verdadero, de la consciencia inmortal, es una poderosa fuerza sanadora en la consciencia humana.
    