“La libertad gloriosa de los hijos de Dios” Rom 8:21. a la cual se refiere el Apóstol Pablo, relaciona específicamente la libertad con la identidad del hombre como hijo de Dios. Y Cristo Jesús, en su ministerio sanador, demostró una y otra vez la libertad que pertenece al hombre como hijo de Dios, libertad no sólo de carencias, sino también de la enfermedad y la muerte.
Debido a que aún parece haber en el mundo tanta tiranía mental y física, la mayoría de nosotros desearía saber más acerca de esta “libertad gloriosa”, y cómo practicarla.
La Sra. Eddy nos asegura: “El admitir a sí mismo que el hombre es la propia semejanza de Dios, deja al hombre libre para abarcar la idea infinita”.Ciencia y Salud, pág. 90. Sin embargo, muy frecuentemente, en vez de identificarnos como la semejanza de Dios y de reconocer nuestra libertad, nos inclinamos a considerarnos mortales terrestres, luchando por ser semejantes a Dios pero aparentemente haciendo poquísimo progreso. Tenemos que ver lo erróneo de esta manera de pensar, la cual parte de una falsa premisa, de la premisa de la mortalidad, de lo finito en vez de lo infinito.
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