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¿Qué es la Biblia?

Segunda parte (continuación): el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob

Del número de septiembre de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Isaac

Cuando Isaac, hijo de Abraham, llegó a la edad madura, se casó con Rebeca, quien vivía en Harán, la ciudad en la cual Abraham había vivido antes y en donde sus parientes continuaban viviendo.

La fe de Isaac en las promesas de Dios fue severamente probada cuando Rebeca durante veinte años no tuvo hijos. Dios había dicho que los descendientes de Abraham y de Isaac heredarían la tierra, sin embargo, Isaac y Rebeca no tenían hijos. La promesa se cumplió cuando más tarde tuvieron dos hijos, Esaú y Jacob.

Isaac, al igual que su padre Abraham y su hijo Jacob, tenía una relación muy íntima con Dios, basada en la confianza en Dios. La Biblia habla de Dios como “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”. Éx. 3:16.

Esta relación era como la relación entre padre e hijo. Había ternura, fuerza, permanencia e intimidad en el vínculo que unía a Abraham, Isaac y Jacob con Dios. Cada uno de nosotros puede sentir la misma relación. Cristo Jesús entendió esta relación mejor que nadie y nos la mostró cuando nos enseñó a orar: “Padre nuestro que estás en los cielos”. Mateo 6:9. Cuanto más se asemeje nuestro pensamiento al divino, tanto más sentiremos y sabremos que somos los hijos e hijas de nuestro bondadoso Padre, Dios.

Jacob

Isaac y Rebeca tuvieron dos hijos. [Ver (1) en la sección Lectura adicional al final de este artículo.] Esaú era el hijo mayor, y el menor se llamaba Jacob. No había mucho amor fraternal entre Jacob y Esaú. En vez de cooperación, había rivalidad y envidia. No fue sino hasta muchos años más tarde, después que ambos habían comprendido mejor la imparcialidad de Dios, que llegaron a ser buenos hermanos.

Isaac y Rebeca tenían cada uno un hijo favorito. Isaac amaba a Esaú, que era un hombre a quien le gustaba estar al aire libre, “diestro en la caza, hombre del campo”, e Isaac “comía de su caza”; mas Rebeca amaba a Jacob, quien era un hombre quieto y ordenado, un pastor “que habitaba en tiendas”. Gén. 25:27, 28.

Un día Esaú estaba cazando en las cercanías pero no tuvo éxito. Cuando regresó a su casa sin nada y con mucha hambre, olió la comida que Jacob había cocinado. Impetuosa e impulsivamente negoció su primogenitura a cambio de la comida, sin saber siquiera lo que se le iba a dar.

Aprendemos con esto a tener cuidado de no dar nuestros derechos a cambio de pensamientos por los que no vale la pena sacrificarse. Tenemos el derecho de ser libres y felices, y nunca debiéramos ceder este derecho a causa de nuestra obstinación, o por ser impulsivos.

Cuando Isaac ya estaba muy viejo, quiso dar su bendición a su primogénito, Esaú. De modo que le pidió a Esaú que fuera de caza y le preparara un guisado, y luego le daría su bendición. (2) Cuando Rebeca, la esposa de Isaac, oyó esto, inmediatamente se lo informó a su hijo favorito, Jacob, y le dijo que ella le prepararía una deliciosa cena a Isaac. Además le pidió que se pusiera la ropa de Esaú y fuera a ver a su padre. Isaac no veía bien y no pudo percibir el engaño, pero la sospecha y la duda lo angustiaban. Una voz interior le decía que había algo mal, pero él no escuchó esa advertencia, y Jacob recibió la bendición. Cuando Esaú volvió de cazar y vio que había sido burlado y su padre engañado, se puso furioso y pensó matar a su hermano. Entonces Rebeca aconsejó a Jacob que huyera a Harán y se refugiara con los parientes de ella.

Aquí vemos que obtener algo mediante el engaño no hace realmente feliz a nadie. En vez, produce fricción y crea sospecha y odio entre las personas. También aprendemos que una conciencia culpable nunca es deseable. Actuar contrariamente al bien es desobedecer a Dios. Esta desobediencia revela un estado de pensamiento falto de inteligencia que carece de la luz del bien. Es como estar escondido en la oscuridad. A medida que estemos más conscientes de Dios, el bien, caminaremos cada vez más en la luz de Su ley y disciplina.

La culpa y el temor hicieron huir a Jacob. Viajó muchos kilómetros lejos de su casa en Beerseba, hasta Harán. Pero antes de llegar a Harán, se detuvo en Bet-el, y fue en Bet-el que Jacob llegó a comprender algo nuevo sobre la naturaleza de Dios. Jacob reconoció que Dios estaba justo en el mismo lugar en que él estaba. Dijo: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía”. 28:16. Tal vez Jacob vislumbró que uno no puede huir de Dios o esconderse de Él. Dios está siempre presente. No hay lugar donde no podamos sentir el tierno cuidado de Dios.

Cuando Jacob llegó a Harán, conoció al hermano de su madre, Labán, y a otros familiares. Labán tenía dos hijas, y Jacob amó a la menor, Raquel. Le pidió a Labán si podía casarse con ella. Mas Labán lo engañó y en vez le dio en matrimonio a su hija mayor, Lea.

Ahora Jacob sabía lo que era ser engañado como él lo había hecho antes. ¡Cuán importante es aceptar solamente los pensamientos que provienen de Dios y vivir de acuerdo con ellos! Esto excluirá el mal y el bien predominará en nuestra vida.

Después de un tiempo, Jacob pudo casarse con Raquel. Mas Labán continuó engañando a Jacob. Por mandato de Dios, Jacob se fue muy silenciosamente de la casa de Labán con sus dos esposas y sus hijos y comenzó el largo viaje de regreso a su hogar en Palestina, el país que había dejado hacía veinte años. Mientras viajaba, le llegaron noticias de que su hermano Esaú iba en camino para encontrarlo. Jacob sintió temor porque se acordó cómo le había robado la bendición a su hermano, y pensó que éste venía a matarlo.

Durante la noche, antes de su encuentro con Esaú, Jacob oró con todo su corazón. La Sra. Eddy escribe sobre este acontecimiento: “Jacob estaba solo, luchando con el error, — contendiendo con un concepto mortal de que la vida, la sustancia y la inteligencia existen en la materia, con sus falsos placeres y dolores,— cuando un ángel, un mensaje de la Verdad y el Amor, se le apareció y castigó el tendón o la fuerza de su error, hasta que él se dio cuenta de su irrealidad; y la Verdad, siendo de este modo comprendida, le confirió fuerza espiritual en este Peniel de la Ciencia divina”.Ciencia y Salud, pág. 308.

Jacob no detuvo esta lucha mental hasta que la Verdad cambió profundamente su naturaleza. Él había percibido algo de su verdadera naturaleza como el hijo perfecto de Dios cuando empezó a ver la luz del entendimiento espiritual. El versículo de la Biblia dice: “Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”. Gén. 32:30.

Después de haber luchado Jacob con las falsas creencias, su nombre cambió. “Nombre” en el Antiguo Testamento significa “naturaleza” o “carácter”. El cambio en su naturaleza se ve en el cambio de nombre. Antes se llamaba Jacob, engañoso y artificioso, mas ahora su nombre es Israel. Él había luchado una lucha cabal. Su verdadera naturaleza se hizo visible. Él se enfrentó a sus defectos, luchando valientemente, y prevaleció. Había comenzado a ver que Dios está en todas partes.

Como resultado de la oración de Jacob, fue muy natural que cuando los dos hermanos se reunieron Esaú fuera amigable y cortés. Esaú también se había arrepentido. Y cuando Jacob le ofreció como presente gran parte de sus bienes materiales, Esaú bondadosamente rehusó, diciendo: “Suficiente tengo yo, hermano mío; sea para ti lo que es tuyo”. 33:9.

En realidad, todos somos primogénitos de Dios. Por lo tanto todos tenemos derecho a nuestra propia herencia. Ninguno es más favorecido que otro. Ninguno tiene más derecho a la felicidad y a la abundancia que otro. Ésta es la primogenitura divina de cada uno de nosotros.

[Próximo mes: tercera parte: Moisés, un guía inspirado]

Lectura adicional

(1) Gén. 25:20–34.

(2) Gén. 27:1–46.


Jehová es la porción de mi herencia
y de mi copa; tú sustentas mi suerte.
Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos,
y es hermosa la heredad que me ha tocado...
A Jehová he puesto siempre delante de mí;
porque está a mi diestra, no seré conmovido...
Me mostrarás la senda de la vida;
en tu presencia hay plenitud de gozo;
delicias a tu diestra para siempre.

Salmo 16:5, 6, 8, 11

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