¿Qué pueden hacer nuestros lectores para ayudar a frenar el crimen? Probablemente algunos ya estén trabajando en la aplicación directa de la ley, o sirviendo en la comunidad en organizaciones y comités. Pero ¿qué más podemos hacer?
Un paso es el de amar más al criminal, pero no el crimen. La verdadera compasión, la compasión que expresa la naturaleza del Cristo, es una poderosa fuerza sanadora. Puede alcanzar el más profundo pensamiento del criminal, cuando ninguna otra cosa puede hacerlo, y ayudarlo o ayudarla. Cristo Jesús demostró esto bellamente cuando “una mujer de la ciudad, que era pecadora” sintió tanto el amor que él le expresaba, a pesar de su historia, que lavó sus pies con lágrimas. Ver Lucas 7:36–50.
Desafortunadamente una frustración latente, el miedo y la ira están dominando la mayoría del pensamiento del público en lo que respecta a los criminales. Estas emociones y las acciones que resultan de ellas pueden ser como fósforos encendidos a los que se les arroja gasolina. No hacen nada para reducir el crimen, y aun puede que lo aumenten, porque no curan las causas básicas del crimen: el miedo, la frustración, la terquedad, el orgullo.
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