Pienso con frecuencia lo maravilloso que sería poder hacerle algunas preguntas a Jesús, cara a cara. Yo no trataría de desconcertarlo como hacían los fariseos. Le haría algunas preguntas sencillas como las que la Biblia nos dice que le hacía la gente cuando él estaba en la tierra.
Por ejemplo, en el Evangelio según San Juan leemos que en cierta ocasión una multitud siguió a Cristo Jesús hasta una montaña a donde había ido con sus discípulos. Jesús le preguntó a su discípulo Felipe dónde podrían comprar pan para alimentar a tanta gente. Él estaba poniendo a prueba a Felipe para ver cuál sería su respuesta. Felipe le respondió que por mucho dinero que hubiera, sólo se podría comprar un poco de pan para cada uno. Entonces Andrés, otro discípulo, hizo notar que un muchacho que estaba entre la multitud había traído cinco panes y dos peces, pero añadió: “¿Qué es esto para tantos?” Juan 6:9.
La pregunta de Andrés se parece a algunas de las mías. “¿Cómo puede Dios satisfacer mis necesidades?” “¿Qué puedo hacer yo con mi inteligencia y talentos limitados?”
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