Cuando tenía seis años, mis dos hermanos y yo fuimos separados de nuestros padres, y a mí me pusieron en una misión bautista, donde iba a la escuela. A la edad de dieciséis años me enviaron a trabajar a una granja de ganado ovino en Carnarvon, Australia Occidental. Mientras me encontraba en la misión, siempre asistía a la Escuela Dominical y a la iglesia. Pensar en Dios llegó a ser un placer para mí. En la granja de Carnarvon a menudo pensé sobre lo que había aprendido en mi instrucción religiosa.
Sin embargo, al cumplir los veinte años comencé a reunirme con amigos para beber socialmente, y después de varios años era evidente que me había convertido en un alcohólico. Retrospectivamente puedo ver que yo estaba buscando algo, alguna satisfacción en la vida y una paz interior que nunca había podido encontrar.
Iba a la iglesia siempre que podía, pero, todavía no encontraba ninguna satisfacción. Muchas veces fui encarcelado debido a mi problema con la bebida. En 1948, mientras cumplía una condena en la cárcel por comportamiento desordenado durante una borrachera, encontré lo que había estado buscando. Mientras ayudaba a limpiar el patio de la prisión, saqué de una basura que estábamos quemando parte de un Christian Science Sentinel. Ese Sentinel transformó toda mi vida, e inmediatamente dejé de beber y fumar. Mis amigos no podían entender la transformación en mi carácter.
Una de las ideas que más me ayudó a vencer estos hábitos es la verdad de que en realidad el hombre es espiritual y bueno. Estoy seguro de que este hecho podría ayudar, y de hecho ayudaría, a muchos otros que tienen los mismos problemas que yo tenía. El hombre es bueno porque Dios así lo creó. Por medio de la Ciencia Cristiana descubrí que el hombre no es un mortal desamparado, y que nunca puede dejar de tener dirección y propósito en su vida. Podría escribir un libro sobre cómo la Ciencia Cristiana me ha bendecido y transformado.
Más o menos desde que mi hijo adoptivo empezó a asistir a la escuela a los cinco años, comenzó a tener ataques. Éstos empeoraron según crecía. Mi esposa y yo estábamos muy preocupados, puesto que los ataques eran bastante atemorizantes. Decidimos consultar a un médico, quien le recetó unas píldoras, pero el medicamento no le hizo ningún bien. De modo que decidí recurrir a Dios como la fuente de toda salud, y le dije al niño que dejara de tomar las píldoras. Le expliqué que Dios es del todo bueno, y que yo estaba seguro de que Dios le ayudaría.
Debido a su problema, al niño no se le había permitido tomar parte en los deportes con otros niños. Pero a medida que oré con él y me empeñé en destruir el temor que todos sentíamos, los ataques cesaron por completo. Él no ha sufrido de esta enfermedad desde entonces, y ya han pasado muchos años. Ahora toma parte en los deportes con otros niños de su misma edad. Doy gracias a Dios por esta gloriosa curación, y lo mismo hace mi hijo.
Pinjarra, Australia Occidental, Australia
Estoy muy feliz porque la Ciencia Cristiana ha restablecido a nuestro hijo Vincent a su estado anterior. He tenido muchas curaciones y estoy muy agradecida.
Yo soy el hijo al que se refiere el testimonio de mi padre, y estoy muy agradecido a Dios por mi curación.