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¿Cuáles son nuestros derechos divinos?

Del número de enero de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Casi a diario se oye hablar de personas que están luchando por obtener derechos de los cuales se sienten privadas. Tal vez busquen merecido reconocimiento, buena salud, o el simple derecho de vivir en paz sin ser atormentadas. La Ciencia divina revela al hombre, en su verdadera identidad, como espiritualmente completo, con dominio y sin carecer de nada, porque es el reflejo de Dios. Con esta perspectiva, podemos reclamar como provisión infalible los derechos que Dios nos ha otorgado.

El verdadero linaje espiritual y derecho natural del hombre están a la disposición de todos y son aplicables a todos en todas partes. Por ende, cada persona sobre la tierra tiene el derecho irrecusable de vivir como la imagen reflejada, o idea, de Dios. El mundo material constantemente caricaturiza el universo espiritual del hombre verdadero. Por medio del entendimiento iluminado discernimos el Cristo, la Verdad eterna, aquí mismo en la consciencia. La Sra. Eddy escribe: “Sólo la Ciencia mental empuña el estandarte de la libertad y lucha por la totalidad de los derechos del hombre, tanto divinos como humanos. Nos asegura, de verdad, que las creencias mortales y no una ley de la naturaleza, han convertido a los hombres en pecadores y enfermos, — que sólo ellas han impedido la libre acción de sus miembros y desfigurado en la mente el modelo del hombre”.La idea que los hombres tienen acerca de Dios, pág. 10.

Por consiguiente, si deseamos que nuestra experiencia se modele de acuerdo con la divina, debemos vivir tanto como podamos en conformidad con el reino celestial, con la impecable pureza del Amor divino mismo. Al tratar de obtener derechos, cada uno de nosotros tiene que determinar si nuestros motivos incluyen un sano concepto de gobierno propio. Si la meta es imponernos sobre los demás porque creemos tener toda la razón o si es justificación propia por tendencias pecaminosas, es menester comprender que debido a que éstas carecen de aprobación divina, tienen que fracasar. Bajo el gobierno del Amor y la Verdad, las relaciones inmorales y los apetitos deshonrosos no pueden ser reconocidos, porque no tienen derecho intrínseco alguno a existir; más bien, son imposiciones sobre la humanidad. Las creencias de maldad y enfermedad, siendo desconocidas para Dios, no pueden tener cabida en Su expresión. De ahí que sea factible demostrar que estamos permanentemente inmunes a sus tentaciones y penalidades. Una vez más, las palabras de la Sra. Eddy esclarecen: “Dios ha dotado al hombre con derechos inalienables, entre los cuales se encuentran el gobierno propio, la razón y la consciencia. En realidad el hombre goza de gobierno propio sólo cuando es dirigido correctamente y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos”.Ciencia y Salud, pág. 106.

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